Trigo y cizaña

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 Los trabajadores le propusieron al dueño del campo arrancar la cizaña, pero él adoptó una solución que no tiene mucha lógica agrícola: dejar crecer la maleza junto con el trigo, para evitar que el celo llevara a arrancar también el trigo.

Solo al final, al tiempo de la cosecha, será posible separar uno de otra, y guardar el trigo y quemar la cizaña. Al leerla en el contexto social guatemalteco, se nos plantean algunas preguntas que merecen reflexión.

Trigo y cizaña representan a dos tipos de personas. El trigo que es útil y alimenta representa a las personas constructivas, justas y responsables de la sociedad; la cizaña que solo hace mal, representa a los pecadores, delincuentes y malhechores.

¿Recomienda la parábola la impunidad? ¿Propone la parábola el retraso de la justicia hasta un futuro sin fecha?

En primer lugar, la parábola describe el modo de proceder de Dios en relación con los pecadores. Jesús cuenta la parábola para responder a la pregunta de por qué Dios los tolera y les da largas. Jesús responde que la acción de Dios parte de una convicción: Dios no quiere la destrucción de nadie sino su conversión. Las personas pueden cambiar.

Lo que hoy parece cizaña puede ser en realidad trigo; el delincuente de hoy puede ser persona de bien. ¡O al revés también! No hay un determinismo fático. No estamos inexorablemente predestinados a ser santos o malvados.

Pero en segundo lugar, la parábola también habla de un juicio. Al final, el dueño del campo guarda el trigo y quema la maleza. A Dios no le da lo mismo bien que mal. Dios sabe distinguir entre justos y pecadores.

Jesús anuncia y habla de un juicio final que él realizará como delegado y designado de Dios. Bajo el concepto de juicio late otra convicción. La historia humana puede malograrse o puede alcanzar la meta a la que Dios la convoca.

La historia humana, en la cosmovisión cristiana, está imbuida de sentido y tiene valor moral, que se mide de acuerdo con el grado de humanización que logramos alcanzar como respuesta a la llamada de Dios.

Esta parábola también ha tenido su influjo en la filosofía del derecho penal y penitenciario elaborada en los países de cultura cristiana. La justicia humana debe ser pronta y cumplida.

De otro modo no cumple su función social de mantener el orden. Pero la justicia no tiene como objetivo la destrucción del reo, sino su conversión. El sistema penitenciario debe tratar a los reos como personas, debe estar encaminado a su rehabilitación.

La posición católica sobre la pena de muerte tiene aquí su fundamento. No se trata de destruir al que ha cometido un delito grave, sino de ofrecerle los medios para su rehabilitación.

Aunque parezca un fin humanamente inalcanzable. La sociedad se protege sólo en la medida en que se respeta la vida de toda persona.

ESCRITO POR:

Mario Alberto Molina

Arzobispo de Los Altos, en Quetzaltenango. Es doctor en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico. Fue docente y decano de la Facultad de Teología de la Universidad Rafael Landívar.