EDITORIAL

Un viacrucis permanente

La pobreza, la inseguridad, la falta de oportunidades y una creciente crisis política han convertido la vida de millones de centroamericanos en un calvario permanente, razón por la cual miles huyen del agobio, acrecentado por la corrupción y el abuso de poder, convirtiéndose principalmente los países del triángulo norte de Centroamérica en los mayores exportadores de seres humanos.

Como cada año, en esta época se presentan distintas escenificaciones del viacrucis y en más de una marcha muchos hacen un recorrido simbólico sobre el doloroso, traumático y mortal trayecto que se inicia en México y el cual hacen millones de personas cada año, en su afán por buscar un cambio de vida en Estados Unidos.

Este año se busca enviar un mensaje para hacer conciencia en los gobiernos de esos dos países, convertidos en los mayores receptores de inmigrantes, pero también los mayores deportadores de centroamericanos, cifras que anualmente sobrepasan las cien mil personas, solo para estas tres naciones, una estadística que refleja el sordo drama de la migración.

La idea del Viacrucis del Migrante es poner sobre la agenda informativa cotidiana una problemática que, lejos de reducirse, está empeorando, por las complicaciones políticas que afectan a estas tres naciones y en las que además sus respectivos gobiernos se han mostrado incapaces de generar cambios en las condiciones económicas y de seguridad para sus habitantes.

“Todos somos americanos de nacimiento”, es el lema del Viacrucis del Migrante de unas mil 500 personas, entre niños, mujeres y hombres de El Salvador, Honduras y Guatemala, cuyo recorrido empezó por territorio mexicano, el pasado domingo, para visibilizar la problemática de quienes abandonan estos países debido a la precariedad.

En la capital mexicana se busca llegar al Senado para respaldar el impulso a una legislación más humana hacia los migrantes y que se asigne presupuesto a la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados, para solidarizarse con aquellos que puedan obtener asilo e intentar que el mensaje de ese viacrucis llegue a los legisladores y autoridades gubernamentales de Estados Unidos.

Una de esas manifestaciones propias de la Semana Santa se produjo en El Salvador, donde también se representó un viacrucis para exigir al Estado la adopción de medidas que terminen con el calvario de la migración irregular, algo que deben tomar en cuenta las autoridades de estas naciones, donde la precariedad y la inseguridad son factores comunes que motivan el constante flujo de seres humanos.

Aunque la migración es una odisea cotidiana en nuestros países, es un fenómeno mucho más complejo ante el cual las autoridades optan por dirigir la mirada hacia otro lado e insistir en el clientelismo y la politización absurda de las instituciones. Así ocurre con el Consejo Nacional de Atención al Migrante guatemalteco (Conamigua), que es visto como una onerosa instancia para los contribuyentes o como otra oficina de empleo para los diputados, pero cuya función resulta nula en la búsqueda de atención a una problemática que involucra a miles de personas, muchas de ellas piedras angulares de la economía nacional.

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