Yankees go home
electo de Jacobo Árbenz Guzmán, los extranjeros eran sus aliados. La invasión a Playa Girón, en Cuba, estuvo precedida por sendos entrenamientos en el territorio nacional de las tropas invasoras y, que yo sepa, por eso no se les arrugó el ceño, sino todo lo contrario. Durante los años de la guerra en Guatemala, cuando los oficiales del ejército recibieron entrenamiento en escuelas de inteligencia en el exterior y varios instructores internacionales vinieron al país a “capacitarlos” y acompañarlos en el terreno, la ayuda les arrancaba suspiros.
Pero cuando el presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, pidió perdón a Guatemala por el papel que jugó su país durante aquellos años, algunos de estos personajes y sus antecesores pertenecientes a estos mismos sectores, se sintieron defraudados y salieron a decir que el mandatario gringo no tenía idea del papel crucial que su gobierno jugó para evitar que el comunismo se afincara en nuestra patria. Allí hablaron de apoyo y solidaridad internacional, nunca de intervencionismo y menos de imperialismo.
Recuerdo también la furibunda reacción que tuvieron cuando la Comisión del Esclarecimiento Histórico de las Naciones Unidas señaló la intromisión extranjera y su vinculación con las gravísimas violaciones a los derechos humanos cometidas en el país. La descalificación al contenido del informe fue de tal magnitud que el propio presidente de la República se ausentó del acto público de entrega.
Pero esos eran otros tiempos, eran momentos de colaboración y alianza estratégica en beneficio de Guatemala. Ahora que funcionarios internacionales, incluyendo algunos embajadores se pronuncian sobre lo que consideran violaciones a los derechos humanos o amenazas a la democracia, la institucionalidad y el estado de Derecho, salen blandiendo la bandera de la soberanía y la dignidad nacional.
Se sienten ofendidos y califican de traidores a la patria a quienes se plieguen a los designios de una potencia extranjera. Bastante tarde se acordaron de lo que es la traición y las ofensas a la patria. Parece que la vara con la que miden depende de los intereses que defienden, porque cuando se trata de extranjeros de las trasnacionales mineras o petroleras, o de inversionistas que promueven el “desarrollo y la generación de riqueza”, el nacionalismo se lo guardan en el bolsillo y les ofrecen cabida en todos los espacios de la vida nacional, incluida la academia y los medios de comunicación.
El surrealismo chapín es de tal magnitud que ahora resulta que los que abrieron la puerta para convertirnos en patio trasero son los que hoy gritan yankees go home.