ALEPH

Yo no voy a votar

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Si usted quiere votar estratégicamente, no vote nulo o no se abstenga, porque esos votos se suman a quien vaya ganando. Pero como me lo han preguntado, yo debo decir que no voy a votar ni por culpa, ni por castigo, ni por costumbre, ni por presión, y menos por miedo. Estas elecciones son un fraude desde su misma concepción (y mucho antes), y ni siquiera por ser estratégica se me antoja ser parte de este engaño consensuado. Cuando yo ejerza mi voto de nuevo, será porque confiaré en la legitimidad de la democracia que estaré respaldando y en el sistema de partidos políticos que habrá de darle vida; porque elegiré con plena conciencia a quienes hayan de representarme.

No se puede ir a votar con indignación, con vergüenza o con rabia solo porque los buenos ciudadanos votan. Esa es la gran mentira. Se vota desde el relato de la historia para celebrar la democracia, y aquí no tenemos nada que celebrar. Estas elecciones han estado plagadas de ilegalidades y carecen de legitimidad a los ojos de miles de nosotros. Desde el financiamiento de los partidos políticos hasta las irregularidades del padrón electoral, pasando por el espaldarazo en el Congreso a Otto Pérez para que conservara su impunidad, todo apesta. El Tribunal Supremo Electoral perdió la oportunidad histórica de aplicar la ley como debía y de ser un referente para la salud política del país; dejó pasar innumerables oportunidades de marcar su posición, lo cual ha hecho que partidos como Líder sigan haciendo lo que les da la gana. La Corte de Constitucionalidad ha roto, una y otra vez, el orden constitucional que está llamada a defender. Así que insisto en repetir lo dicho: esto sí ha sido un golpe de Estado en el sentido esencial del término.

A esa clase política no le doy mi voto y en estas condiciones, menos. Si bien es cierto que hay distancia entre algunos candidatos, yo no legitimaré con mi voto este desmadre. La ciudadanía habló luego del caso de La Línea (y muchos otros antes y después) y ¿quiénes NO escucharon? Allí tenemos la ecuación que históricamente nos tiene sometidos. Los sordos siguen siendo los mismos, todo para preservar sus intereses y por temor a darle el poder soberano que, por derecho, le corresponde al pueblo. Un pueblo en el cual, además, seis de cada diez personas son pobres. Creo que los sordos sí oirán en las urnas las voces que no oyen en las calles y plazas.

Además, los escenarios posibles (a menos que surja un milagro o una alianza de última hora) nos posicionan entre Baldizón, Torres y Morales, y aunque haya diferencias entre ellos, los tres representan el continuismo. Sus financistas también. Un Congreso con estos colores y los otros de muchos que se reelegirán, ¿cambiaría la Ley Electoral y de Partidos Políticos de entrada, si no lo hicieron ahora? ¿Sin cambiar esa ley, cuánto cambiarán las elecciones 2019? ¿Esta mancuerna entre financistas, estabilizadores del “orden” y falsos políticos es la que queremos respaldar? En este orden de mentiras consensuadas, el voto puede ser también la gran mentira. A lo mejor es tiempo de que el sistema entre en una crisis de verdad para que se transforme de una vez por todas.

cescobarsarti@gmail.com

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.