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¿Pueden las duchas vaginales mejorar la salud de los bebés que nacen por cesárea?

¿Deberían los recién nacidos por cesárea ser untados con los fluidos vaginales de la madre en cuanto llegan al mundo?

Las llamadas “duchas vaginales” no son una práctica habitual ni estándar en medicina, pero cada vez están cobrando más popularidad.

La idea detrás de esta tendencia es darles a los recién nacidos algo de lo que se perdieron al nacer: las bacterias buenas que viven en la vagina de la madre.

Para ello se toma una muestra de los fluidos vaginales y se extiende por la piel y la boca del recién nacido.

Los partidarios de esta intervención creen que este regalo microbiótico le puede dar un impulso a la salud del niño de consecuencias a largo plazo, particularmente al reducir su riesgo de enfermedades inmunológicas.

Un momento crucial

En el útero crecimos en un ambiente estéril, pero durante los primeros instantes de nuestra vida se establece un vínculo invisible entre el bebé y las bacterias.

Esa relación durará toda la vida y ese primer contacto es crucial.

“La primera vez que el sistema inmunológico del bebé tiene que responder es ante esas primeras escasas bacterias”, dice el Peter Brocklehurst, de la Universidad de Birmingham, en Inglaterra.

“Creemos que eso es importante para, de alguna manera, poner a punto el sistema inmune del bebé”.

Hay una diferencia notable entre los microbiomas de los bebés que nacen por vía vaginal y los que lo hacen por cesárea.

El microbioma es la colección de bacterias, virus, hongos y arqueas que tiene una persona.

Y esa marcada diferencia se mantiene durante el primer año de vida.

La primera colonización de microbios de un bebé que nace por vía vaginal viene del interior del cuerpo de la madre.

Pero para los bebés que nacen por cesárea esa primera exposición microbiana proviene, “si tienen suerte” dice Brocklehurst, de la piel de la madre.

Este especialista está liderando un nuevo proyecto de investigación llamado Baby Biome Study, con el que espera analizar si estas diferencias en las colonias microbianas de los bebés nacidos por cesárea pueden explicar por qué tienen mayores probabilidades de desarrollar con el tiempo enfermedades como asma y alergias.

La interacción temprana entre el sistema inmune y los microbios parece ser crucial.

Un buen arranque

Obviamente, nuestros cuerpos atacan a los microbios que son peligrosos, pero la relación general entre las células microbianas y las inmunes va mucho más allá del conflicto: es en realidad profunda y dinámica.

La ciencia ha establecido vínculos entre el microbioma humano y enfermedades como las alergias, la obesidad, el Parkinson e incluso la depresión y el autismo. También se ha relacionado con la efectividad de algunos tratamientos contra el cáncer.

Graham Rook, profesor de microbiología médica de la universidad UCL de Londres, dice que el microbioma es el profesor de nuestro sistema inmune.

“Este es un sistema que aprende, es como el cerebro. Lo interesante de un sistema inmune adaptativo es que necesita datos, igual que nuestro cerebro”.

Y esos “datos” vienen de los microbios y de las sustancias químicas que estos producen, que pueden causar una reacción en el sistema inmune que dure toda la vida.

Según Rook, “la puesta a punto inicial del sistema inmune ocurre durante las primeras semanas y meses de vida”.

“Eso lo sabemos porque durante esos primeros meses si les das antibióticos a los bebés puedes interferir con su microbioma y después, de adultos, esos individuos tienen más posibilidades de tener problemas inmunológicos y más probabilidades de tener sobrepeso”.

Analizando pañales sucios

La alimentación a base de leche materna o de fórmula, el uso de antibióticos y la vía de nacimiento son todos factores que desde la edad temprana pueden afectar a nuestro sistema inmune para toda la vida.

Pero los estudios sobre el microbioma humano y su impacto a largo plazo realizados hasta ahora han sido demasiado pequeños como para ser definitivos.

El estudio del bioma del bebé que lidera Brocklehurst analizará muestras fecales de 80.000 bebés.

Serán muchos pañales sucios que analizar, pero la investigación se convertirá en un recurso sin precedentes para examinar el impacto a largo plazo que realmente tienen algunas decisiones que se toman durante el nacimiento.

Los científicos podrán analizar cuales son los microbios que el cuerpo adopta primero, qué significa eso muchos años después y, algo clave, si se pueden reparar las relaciones dañinas con bacterias malas.

Una colonización controlada

Las muestras fecales serán almacenadas en el Instituto Wellcome Sanger de Cambridge, en Inglaterra, donde serán examinadas por entusiastas de la microbiología como el doctor Trevor Lawley.

“Mi microorganismo favorito es el Bifidobacterium”, dice.

“Es uno de los primeros bichos que coloniza a los humanos en la vida más temprana y creemos que se alimenta de los azúcares que hay en la leche materna”, explicó.

“Hay una puesta a punto evolutiva muy sofisticada en cómo se pasan los bichos de madre a hijo. La madre alimenta a ese microbio y así se establece ese microbioma temprano”.

Desde su laboratorio, tratarán de identificar a todos los microbios que colonizan a un recién nacido y de evaluar su impacto para la salud a largo plazo en su vida.

Lawley cree que los resultados de su estudio contribuirán a cambiar políticas en torno al uso evitable de antibióticos y a los protocolos médicos de las cesáreas.

Quizás, apunta, “podríamos cultivar los microbios de las mamás para colonizar a propósito a los bebés, para permitir que su microbioma madure y se desarrolle de una manera óptima”. Eso sería, en otras palabras, una versión científicamente controlada de la ducha vaginal.

Entonces, ¿están algunos padres al frente de las innovaciones médicas?

“Ahora mismo algunos padres creen que esta hipótesis es los suficientemente fuerte como para hacer su propia ducha vaginal”, dice Brocklehurst.

“Pero eso puede tener verdaderas desventajas”, advierte.

Una de las principales preocupaciones de los científicos es que se puedan transferir microbios peligrosos.

Se estima que hasta un cuarto de las mujeres portan el strep de tipo B en la vagina, y exponer a los bebés a esas bacterias podría ser fatal.

Según Brocklehurst, hasta que no sepamos con certeza cómo funcionan los mecanismos, “es demasiado pronto para empezar a introducir bacterias en los bebés de manera artificial”.

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