El museo

En el claustro menor se encuentra uno de los espacios principales de exhibición. En dos habitaciones se observa el área de trabajo y descanso que utilizó Francisco Marroquín y posteriormente Monseñor Mariano Rossell y Arellano.

Aquí hay pinturas y esculturas de la época colonial, entre ellas el retrato de Francisco Marroquín que figura en el billete de Q100. También se encuentran fragmentos de retablos, mobiliario de madera tallada y artículos personales de los obispos.

Afuera, en los pasillos, hay fotografías y afiches con información del sitio donde está el museo y artesanos que la habitan.

También está la capilla de la Virgen Dolorosa, que las hermanas emplean como oratorio.

En el pasillo que divide el claustro mayor y el menor se ubica la sala de artesanías, que alberga una muestra de lo que se elabora en la aldea: chocolate, dulces típicos, talla en madera, hierro forjado y pinturas.

En los corredores del claustro mayor hay una colección temporal de fotografías del Libro de Oro de la Fundación G&T Continental, entidad que apoyó al lugar con la museografía y museología. Las imágenes son de las principales esculturas religiosas de la época colonial.

Además, en las paredes se exhiben los diferentes escudos arzobispales.

Desde que la entidad en menciónl apoyó al museo, en el 2007, este pertenece a la Asociación de Museos de Guatemala.

El edificio

La construcción se levantó en el siglo XVI, luego de la llegada de Marroquín al país, en 1530. “No se tiene el dato exacto de la fecha en que empezó y concluyó el edificio”, comenta Sor Olga Lidia Ramírez.

Este sigue las formas del estilo manierista, por la sobriedad de sus elementos, aunque se mezclan algunos añadidos con el estilo Barroco.

Con los terremotos de Santa Marta, en 1773, el Palacio tuvo serios daños. En la década de 1940, Monseñor Mariano Rossell y Arellano restauró la edificación, trabajo que concluyó el cardenal Mario Casariegos. Este último cedió la casa a las Hermanas de Bethania, para su obra pastoral.