Escenario

El Obama chino se queda en su puesto

Cuando Barack Obama abandone la Casa Blanca en enero, Xiao Jiguo cerrará una de las etapas más importantes de su vida: el asombroso parecido de este actor chino con el saliente presidente de EE. UU. le ha supuesto un salto a la fama en su país, que él espera que perdure pese a la marcha de su alter ego.

“Que Obama esté en la presidencia tiene ventajas, pero que no lo esté también las tiene. Tendré más posibilidades de obtener otros papeles, ahora estoy más limitado”, dice  Xiao en su pequeño apartamento de una sola estancia en el centro de Pekín, la milésima parte de la residencia presidencial estadounidense.

El estudio representa, no obstante, una mejora sustancial para Xiao, exguardia de seguridad, exobrero de la construcción y oriundo de Sichuan, en el no tan desarrollado oeste de China, quien comenzó su carrera profesional en Pekín viviendo en un asfixiante sótano.

Todo empezó en el 2008, cuando Xiao, ahora en la treintena, trabajaba como guardia en la sureña Cantón y Obama arrancaba su andadura presidencial a más de 10 mil kilómetros de distancia. Fue un colega el primero en advertirle su parecido con el flamante presidente y decidió sacar provecho de ello.

“Participé en un programa de parecidos de Zhejiang (este) que tuvo muy buena acogida. Entonces dejé el trabajo y vine a Pekín”, narra Xiao “caracterizado” de Obama, para lo que solo necesita matizar con lápiz negro las cejas y enfundarse en un traje de chaqueta. El resto es pura genética.

Los comienzos en la capital no fueron fáciles. Xiao conseguía papeles muy pequeños por los que le pagaban cantidades irrisorias, por lo que en el 2014, “tras reflexionarlo mucho”, decidió volver a Sichuan a recobrar aliento.

Trabajó como obrero una temporada, hasta que a mediados del 2015 otro amigo le aconsejó que utilizara la red social WeChat, con más de 800 millones de usuarios en todo el mundo, para publicitarse.

Xiao empezó a anunciarse como el “primer Obama chino”, lo que enseguida llamó la atención de agentes publicitarios, que le invitaron a protagonizar un anuncio en Cantón. Allí, donde un día fue guardia seguridad, su imagen empapeló edificios y marquesinas, lanzándole a la fama.

A raíz de eso, cuenta Xiao, “surgieron más oportunidades… anuncios, actuaciones”, de forma que decidió volver a probar suerte en Pekín. El espaldarazo final llegó en septiembre del 2015, cuando, con motivo del viaje a EE. UU. del presidente Xi Jinping, un medio internacional le hizo una entrevista.

“Otros medios, tanto chinos como extranjeros, me contactaron después, y empecé a aparecer en los portales de noticias más famosos y a actuar en películas, ya no sólo para imitar a Obama”, asevera.

Ahora Xiao, que no habla inglés y chapurrea un idioma ininteligible cuando emula al primer presidente afroamericano de EE. UU. cuyos gestos y lenguaje corporal sí copia con tino, cuenta con más de una veintena de películas en su haber y tiene un buen número de proyectos a la vista.

En unos días volverá a Cantón para rodar un filme de terror, estudia a tiempo parcial en la prestigiosa Escuela de Cine de Pekín, protagoniza un documental sobre su vida de la directora china Rongfei Guo y ha lanzado su primer single: “No soy Obama, Oba-obama. Soy un Oppa-oppa-ma”.

Oppa, que significa hermano en coreano, se ha convertido en una forma popular en China de llamarse entre chavales, y es el modo de Xiao de dejar claro que es una persona común pese a que debe su estrellato a su parecido con Obama, a quien nunca ha conocido.

“Estoy muy agradecido por haber nacido con esta cara. Si no fuera por mi físico, no habría sido tan afortunado”, reconoce, abrumado por estar cerca de cumplir su sueño infantil de ser cantante, que ahora quiere combinar con el de “ser un buen actor”.

Xiao confía en continuar con su carrera en China, tal vez un día probar en Hollywood y pasar a ser famoso por su talento, no sólo por su presidencial parecido. En la espera, cede el paso a su sucesor: el “Donald Trump chino”, que ya busca su suerte en las redes sociales. EFE

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