Para Mabe Fratti, ese camino no dista mucho del que transitaba antes de la llegada del covid-19 a México, donde reside desde hace cuatro años. Aun así, durante los últimos meses en cuarentena se ha visto obligada a seguir improvisando y definiendo nuevas pistas sonoras con su chelo, voz, algunos sintetizadores y una computadora.
Aunque el confinamiento de la chelista ha sido productivo musicalmente, también fue víctima de la ansiedad provocada por el covid-19. “Me costó arrancar. Para ser creativa debo permanecer en un estado de tranquilidad. No soy una persona que toma el enojo para canalizar”, confiesa la guatemalteca detrás de una pantalla en Ciudad de México.
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El mundo sonoro de Fratti se sitúa en un punto difuso entre la realidad y lo onírico. “Me gusta sentirme suave y en trance. Me agrada la energía rítmica que se logra con el chelo”, dice la creadora. En su música, los sueños y la introspección se hacen uno.
Dichas consignas pueden evidenciarse en las producciones de la compositora. En mayo del año pasado lanzó Pies sobre la tierra, un disco de ocho piezas en las que dejó ver un entramado sólido que se construye desde la nostalgia y la grandilocuencia.
Al álbum le siguieron reconocimientos en medios especializados de música como Remezcla, donde se dijo que la producción “es una experiencia auditiva etérea y diabólicamente inmersiva”. En la música de Mabe también hay densidad y oscuridad.
Para la guatemalteca, sus sonidos son un balance de energías entre lo digerible y lo no digerible, así como algo que nace de la intuición; sin embargo, prefiere verlos como un juego. “La música experimental es como un juego que puedo ir disminuyendo, pero que no deja de serlo. También puede convertirse en algo muy diseñado para que tenga éxito en lo comercial”, apunta.
Del otro lado del globo
Pies sobre la tierra fue lanzado por el sello mexicano Hole Records. Al tiempo, el álbum fue considerado por la disquera británica Tin Angel Records y con ello, se logró su distribución digital en Europa, Asia y Oceanía. “Y luego, pasó todo”, relata Fratti.
Su apertura en la disquera británica le posibilitó hacer una gira por Europa a inicios de este año, junto a otros integrantes del sello, así como con una banda que incluía al trombonista y compositor Peter Zummo. Para la historia musical de Mabe, tocar junto a Zummo fue una realización como pocas.
El trombonista solía ser parte de la banda del chelista Arthur Russell, quien fuera un productivo músico estadounidense que gestó una carrera algo desconocida entre las décadas de 1970 y 1980, y que adquirió más reconocimiento después de fallecer en 1992.
Del otro lado del mundo, durante algunas semanas de febrero y marzo, la chelista logró estar en contacto con alguien que, a la vez, fue próximo a Russell, a quien Mabe considera como un ídolo. Además de Zummo, la guatemalteca interpretó junto a ensambles que se integraron durante la gira que se extendió por Inglaterra, Dinamarca, Berlín y Colonia.
Para finales de marzo, el júbilo empezaba a difuminarse. Las noticias de la propagación del nuevo coronavirus incrementaban y con ello, también la disposición del cierre de fronteras internacionales en México. Mabe se debatía entre continuar con la gira europea, o bien, regresar. Decidió lo segundo.
En su llegada al país sintió algo de angustia, pero no se vio impedida para seguir practicando las seis horas diarias de chelo que acostumbra, así como la improvisación, grabación y escucha de las sesiones.
Su regreso a México permitió la culminación del recién estrenado disco corto titulado Se Parece A, que incluye tres canciones, de las cuales dos se trabajaron junto a la violinista mexicana Gibrana Cervantes. La tercera, apuntó la chelista, habla de “alguien que siente que un fantasma vive dentro de ella”.
Nuevas coordenadas
“Necesito estar tocando. En los últimos años expandí ese lenguaje. Entendí más de la improvisación a través de ver la música desde distintos lugares”, responde la compositora cuando se le pregunta acerca de su proceso de creación.
Dicha ruta musical inició a los ocho años cuando acompañaba a su hermana a las prácticas de violín en un ensamble. Se interesó en la música debido a ese acercamiento e intentó iniciarse con el piano. No fluyó, pero fue con el chelo que encontró una conexión.
Con los años participó en recitales de música clásica. No obstante, la disrupción y lo desconocido empezaban a llamar su atención. Llegada la juventud, accionó desde bandas que a la fecha representan una generación musical nacida de la mano del sello guatemalteco Bajo Presión Records.
Entre esas acciones, gestadas durante 2010, destacaron las agrupaciones MOZ y Fraaek donde Mabe participó con el chelo y su voz hasta 2016. Un año antes, Mabe habría participado de una residencia musical en México, donde exploró desde otros ángulos su instrumentalización. En 2016 se estableció en el país convencida que allá encontraría una respuesta a sus intereses experimentales.
Sea en México o en Guatemala, Mabe ha hecho de su obra una ambivalencia entre las producciones en solitario, así como en colaboraciones. Dice que sobre todo es con sus amistades que ha aprendido y encontrado inspiración gracias a los diálogos emparejados dentro de un interés por las artes.
Muestra de ello son las imágenes que acompañan sus canciones y discos, las cuales son realizadas por el fotógrafo guatemalteco Kevin Frank. Su colaboración se ha dado desde los primeros lanzamientos de Mabe hasta la fecha.
Otra de las colaboraciones de Fratti surgió alrededor del disco Planos para construir, publicado mayo de este año. Las siete canciones que le dan forma surgieron como pistas sonoras que quedaron fuera de Pies sobre la tierra, y que fueron intervenidas con las letras de poetas, como la guatemalteca Vania Vargas.
Las colaboraciones son instintivas porque se vuelven muy biográficas, dice la chelista. Cada alianza se basa en un diálogo en el que una persona aprende de la otra. “Voy aprendiendo del lenguaje de alguien. Es un gran ejercicio escuchar cosas que consideramos interiores”, expresa.
En ese sentido, aplican también las alianzas que ha hecho junto a otras mujeres mexicanas. Entre ellas, Camille Mandoki, Gibrana Cervantes, Concepción Huerta, con quienes integra la banda Amor Muere, cuyo disco debut planea lanzarse a finales de 2020.
La guatemalteca está convencida de la fórmula y lo que puede gestarse a partir de esa unión, específicamente con mujeres. “Hay una acción política de hacer música con mujeres y estar consciente que es una voz que no es normalmente amplificada, que está debajo de la tierra y se debe escarbar”, apunta.
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Diez años después de acostumbrarse a escenarios, improvisaciones y experimentos -entre ellos instalaciones sonoras- para Mabe hay más confianza. La respaldan sus constantes producciones, las apariciones en festivales, colaboraciones incesantes y reseñas en sitios de distintos países. Pero sobre todo, el ímpetu de no dejar de crear.
“Siento que ya no le tengo miedo a mis decisiones. Ahora puedo ser más curiosa. En vez de dudar de mí, lo hago de otras cosas que se relacionan a la música en sí. Y eso está chido”, expresa.