Ríos secos y ríos corriendo se ven a todas horas del día, con vientos repletos de execrable olor, como si en realidad fueran chuchos y no personas ciertos individuos que pasan por allí.
¿El colmo? Que a 25 metros hay un sanitario público, siempre muy limpio, justo atrás de la Concha Acústica.
Para el transeúnte sin fuga de líquido es un tramo horroroso, desagradable e irrespirable. ¿Y sabe lo mejor? Que hay banquitas, por si quiere sentarse a inspirar. Desafortunadamente, hay quienes padecen este suplicio por trabajo. Explico: uno de los puntos favoritos de las regaderas humanas es la puerta y el muro cercano a la Biblioteca de Braille, frecuentada por personas no videntes o deficientes visuales. Quienes laboran allí o acuden por estudios se ven en la necesidad de soportar la inmundicia. Las excreciones ya han permeado el muro. ¿Algún valiente policía municipal ha puesto una multa o detenido a alguien por esto?