Salud y Familia

Animalistas dedican su vida a velar por el bienestar de perros y gatos

Gracias al alcance de las redes sociales, cada vez más se da a conocer la labor de animalistas que, pese a la escasez de fondos económicos, rescatan y rehabilitan animales que, de lo contrario, hubieran muerto a causa de la indiferencia y maltrato causado por el ser humano.

Personas que sienten empatía por animales que viven en la calle, abandonados, enfermos o maltratados los rescatan, rehabilitan y dan en adopción a familias responsables que les dan el hogar que nunca tuvieron. (Foto Prensa Libre, Shutterstock)

Personas que sienten empatía por animales que viven en la calle, abandonados, enfermos o maltratados los rescatan, rehabilitan y dan en adopción a familias responsables que les dan el hogar que nunca tuvieron. (Foto Prensa Libre, Shutterstock)

Pero, ¿qué los motiva a continuar con su labor que les deja momentos gratificantes, pero también difíciles? Desde el punto de vista de la Bioética, Antropología y Psicología, es posible tratar de responder a esta pregunta.

“Debido a nuestra capacidad humana de tener empatía, el maltrato animal ha sido un asunto de preocupación y denuncia desde la antigüedad. De hecho, la primera ley de protección animal se publicó en el Reino Unido en 1856”, refiere la médica veterinaria Vanessa Granados Barnéond, catedrática de Bioética, Legislación, Investigación y Pensamiento Científico y Fisiología Animal, de la Universidad del Valle de Guatemala (UVG).

En Guatemala, se aprobó la Ley de Bienestar Animal apenas en el 2017. Actualmente, por razones de avance científico y sociocultural, se ha despertado aún más interés por este tema, surgiendo movimientos ciudadanos, denuncias y campañas, así como la creación de asociaciones protectoras de animales”, apunta.

Las motivaciones para proteger a los animales pueden ser diversas, pero desde la Bioética se estudian cuatro principios: la justicia —brindarle lo que necesita y merece según sus capacidades y necesidades—, el respeto —a la vida y la autonomía de cada individuo—, la beneficencia —hacer el bien— y la no maleficencia —no hacer daño—. Es importante considerar también el enfoque de una sola salud de la Organización Mundial de Sanidad Animal, que supone que no hay salud sin salud y bienestar humano, animal y ambiental, por lo que no basta solo con proteger a los animales de compañía, afirma.

La empatía y la capacidad de análisis basados en evidencia nos permite reconocer a los animales como seres sintientes, enfatiza. “Siempre va a haber individuos que tienen gran afinidad con los animales y los consideran con el mismo derecho a gozar del bienestar que los humanos, pero lo que interesa es que la trascendencia de esta preferencia ya ha impactado en las normas sociales”, expone la doctora en Antropología Mónica Berger, directora de la Unidad de Antropología Médica, del Centro de Estudios en Salud de la UVG.

“El movimiento global hacia normar el bienestar animal habla de nuevos estándares en nuestras aspiraciones éticas. Se trata de preguntarnos qué tipo de comportamiento me define como humano en el siglo XXI. Este avance refleja un cambio de consciencia como sociedad, en el que nos hacemos responsables a nosotros del dolor y sufrimiento que infligimos a otras especies”, expone Berger.

Un movimiento fuerte ha sido el veganismo, que no tiene solo que ver con un amor profundo hacia la vida de los animales, sino una marcada consciencia del impacto que tiene sobre el planeta el consumo desmedido de carne y otros productos derivados de animales. Gran parte del movimiento vegano se basa en que nuestro sistema de consumo no es sostenible, y asocia el cambio climático y otros fenómenos nocivos para nuestra subsistencia en el planeta al consumo animal”, indica Berger.

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Los llamados animalistas siempre han existido, en todas las sociedades y períodos históricos, pero sus voces organizadas han empezado a hacer más mella en las legislaciones vigentes en la medida en que ha ido aumentando nuestra capacidad científica de analizar sistemas complejos con múltiples variables”, indica la antropóloga.

Hay motivaciones inconscientes y conscientes de los animalistas. En las primeras, se desconoce una razón objetiva y se actúa por instinto, y esa actividad se vuelve su pasión en la vida. En este caso, la pasión es el bienestar animal. En relación con la motivación consciente, hay un estímulo que mueve a la acción, como la realización de ver al animal rescatado y viviendo bien, explica el psicólogo Antonio Rivera, coordinador del Grupo de Psicólogos, Consejeros y Motivadores de Guatemala.

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Altruismo, generosidad y empatía son algunos valores que demuestran las personas dedicadas al bienestar animal. Desde el punto de vista psicológico, se considera que tienen un estado niño compasivo y sensible al trato del animal, añade. Hay tanta identificación con el sufrimiento de un animal o por su condición que los lleva al activismo.

“Les agradan todas las instituciones y personas que tienen sus mismas afinidades y ven los proyectos de estos como causas humanitarias. Les desagradan las personas que no cuidan a sus animales, los explotan para el alimento y otras condiciones en las que el ser humano les infiere dolor y sufrimiento. Sufren mucho internamente y se muestran con ira contra los maltratadores”, explica el psicólogo.

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En general, les causa una gran alegría la recuperación de animales enfermos o heridos, que luego son adoptados por personas responsables y, por el otro lado, se sienten impotentes frente a las batallas perdidas de animales rescatados que no lograron sobrevivir, pero que recibieron respeto, compasión y amor en los últimos instantes de su vida.

Relación: humano y animales

  • Desde la Antropología, la relación del ser humano con los animales se ha moldeado de forma diferente según el grupo etnolingüístico analizado, expone Mónica Berger.
  • La ontología, cosmología y cosmovisión de cada grupo humano definen las expectativas y normas de interacción con el mundo animal.
  • Por ejemplo, en sociedades indígenas de Meso y Sudamérica los animales eran vistos bajo un principio de benevolencia, en el que su vida era parte del contínuum de la creación. De hecho, entre varios grupos mayas de Guatemala se les llama “nuestros hermanos mayores”, porque se concibe que fueron creados antes que los humanos —Popol Wuj— y, como tales, se debe respeto a su vida. Por contraste, el sistema de creencias cristiano, por ejemplo, fomenta un sistema más utilitario en la relación con los animales.
  • En el hinduismo, los animales son seres sintientes con un alma, que pudo ser un humano en una reencarnación anterior. La relación esperada socioculturalmente con los animales es de un profundo respeto, pues de lo contrario se estaría activando una reacción kármica negativa para el agresor, añade.
  • El mundo moderno ha ido desarrollando estándares éticos de convivencia que en un comienzo fueron solo para humanos, como la Declaración Universal de Derechos Humanos, pero que en la actualidad ya abarcan a los animales e, incluso, a elementos naturales como ríos, afirma.

“Me encanta verlos felices”

El caso del caballo Beto es uno de los más recientes rescates llevados a cabo por los esposos Évelyn Hernández y Fernando Rendón, fundadores del santuario Granja Los Fernandos. El equino fue abandonado por su dueño, con fractura expuesta en una de las patas.

Fue encontrado desnutrido y sufriendo por el dolor que le causaba la herida. Luego de ser reportado, fueron por él para llevarlo al santuario, donde recibió atención médica y tratamiento, y fue alimentado debidamente. Aunque el equino falleció pocas semanas después, experimentó el respeto, amor y cuidados que le fueron negados en su vida.

Los cónyuges comenzaron, hace tres años y medio, a recibir animales de granja, rescatados por animalistas que no podían tenerlos en sus albergues, por el riesgo de que los perros les hicieran daño. “Estas especies de animales son criadas para reproducción, explotación y comercialización. Como es difícil encontrarles hogar, pues no hay garantía de que no se los coman, se quedan aquí como su hogar permanente”, indica Hernández, quien refiere que los rehabilitan y poco a poco adecúan los espacios para ellos.

Actualmente, albergan a 250 animales como conejos, gallos, gallinas, patos, gansos, palomas, cobayas, cabras, ovejas, tortugas y un burro; la mayoría, fueron maltratados. El 90% de sus salarios es destinado a la alimentación, adecuación de recintos, tratamientos, castraciones y atención veterinaria. Las donaciones que reciben son de gran ayuda para que estos animales vivan una vida larga y feliz.

“Me encanta verlos comer, ser libres y jugar, porque eso significa que son felices. Son animales que sienten y merecen una vida digna”, dice Hernández. “Lo difícil es no tener los recursos para poder hacer más”, añade.

“Son luchadores”

Por su amor ilimitado a los animales, Paulina Cordón y Maribel Lorenzana decidieron el año pasado organizar su primera jornada de castración de perros y gatos en Fraijanes. Algunas, serían donadas a canes que vivían en la calle, pero para someterlos a la cirugía, debían desparasitarlos previamente y, después, encargarse de sus cuidados posoperatorios. Pero luego, ya no quisieron regresarlos a la calle por lo que abrieron un hogar temporal, llamado Huellitas Fraijanes, en un terreno sin utilizar, cedido para tal fin por el alcalde de ese municipio.

Con sus propios medios, pese a que no tienen trabajo fijo, lo limpiaron, lo circularon, colocaron torta de cemento y habilitaron una casita de madera. Ha sido de gran ayuda las donaciones de materiales de construcción y alimento. Continúan con rescates de animales en el municipio y sus alrededores, y los rehabilitan. Tienen capacidad de albergar a 70, a los que buscan hogares responsables y permanentes.

“Ver recuperado a un animal, después de una gran lucha, es lo mejor, pues son muy agradecidos. Merecen el mismo respeto que cualquier persona. Lo más triste es cuando ya no se puede hacer nada por salvarlos”, expone Cordón.

“Es indignante que la gente tenga a sus perros amarrados y muertos de hambre. Yo sacrifico mi pan para dárselo a ellos”, señala

“Cambia su mundo por completo”

Todo comenzó en el seno de una familia en la que reina la compasión y respeto por los animales. Los hermanos Pablo y Nicté Yos —fallecida en el 2016— comenzaron hace más de 10 años a rescatar perros y gatos que vivían en la calle, rehabilitarlos y darlos en adopción. Con el tiempo, se dieron cuenta de que podían hacer más por esos seres que habían experimentado todo tipo de sufrimiento.

Convencidos de que la castración es la única respuesta para evitar la sobrepoblación, maltrato y abandono de animales, empezaron en diciembre del 2012 a organizar jornadas de esterilización a bajo costo y, luego, gratuitas, mediante la Asociación Castraciones Guaus&Miaus, fundada por ellos.

Por varios años, estas cirugías se realizaban solo los fines de semana, pero, en la actualidad, las llevan a cabo de lunes a sábado en clínicas de Villa Nueva, Amatitlán y La Florida, zona 19, un sueño de Yos que se hizo realidad. Esta última, bien equipada, pertenece a la asociación, donde imparten capacitaciones a médicos veterinarios, guatemaltecos y centroamericanos, en microcirugía de esterilización. Varias municipalidades se han integrado a su labor.

Hasta el momento, han castrado a 73 mil 250 perros y gatos, machos y hembras, una cifra que ha sido todo un logro, tomando en cuenta que tan solo una gata puede procrear, junto con su descendencia en siete años, a 400 mil felinos. De estas cirugías, 14 mil han sido gratuitas en áreas marginales, basureros, mercados municipales y comunidades indígenas.

Pero la ayuda no queda ahí, pues aunque se dedican a esterilizar animales, siguen rescatando, rehabilitando y dando en adopción a perros y gatos enfermos, maltratados o accidentados. Veinticinco de estos han sido adoptados en el extranjero. Además, al ser abogado, Yos imparte capacitaciones a instituciones gubernamentales sobre la tenencia responsable de mascotas y Ley de Bienestar Animal. “Me gusta esta vocación. Es gratificante saber que perros y gatos son adoptados por buenos hogares”, refiere Yos.

“Los callejeritos son los que más sufren”

La médica veterinaria y escritora Vivian Marroquín no encuentra las palabras para explicar su vocación de ayuda a los animales. “Ya lo trae uno antes de nacer, es cuestión de humanidad”, dice. Ha perdido la cuenta de cuántos perros y gatos que viven en la calle, maltratados, enfermos o accidentados ha operado y brindado tratamiento, junto a su equipo médico, pues “no hay ningún humano que les tienda la mano”.

Las largas jornadas quirúrgicas, en los casos complejos, la han dejado exhausta e, incluso, ha debido hospitalizarse a causa de ello. Dona con gran satisfacción sus conocimientos y tiempo, pero necesita recursos para cubrir los enseres para las cirugías y compra de medicamentos, algunos, de alto costo. Consciente de que la esterilización de perros y gatos es fundamental para evitar su sufrimiento, creó en el 2015 la Fundación Fichulais, mediante la cual organiza jornadas de castración gratuitas en áreas marginales.

Cada año, dona tres mil cirugías de perros que viven en la calle o que pertenecen a familias en extrema pobreza, gracias a su programa “No más callejeritos”. Por cada Q50 que las personas aporten, se dona una castración. “Mi sueño es erradicar a los perros en condición de calle, porque al final, son los que más sufren”, indica Marroquín.

Enfatiza que no tiene refugio, pero que busca hogares responsables a perros rehabilitados, aunque esta es la parte más difícil de un rescatista, pues son pocos quienes quieren adoptar, por lo que terminan acogiendo de manera permanente a los animales. Apoyó con tratamiento preventivo, médico y de esterilización de cientos de animales decomisados y rescatados por la UBA, en sus comienzos.

“La gente debe saber que los rescatistas dan todo lo que tienen y no tienen por los animales. Dejan de comer por ellos”, afirma la veterinaria, quien reúne fondos con baratillos en su clínica, y dona el cien por cien de lo que se recaude de la presentación de su monólogo Siendo p… me fue mejor, basado en su libro. “Los cambios son milagrosos. He atendido a perros engusanados, he reconstruido tejidos, salvado patas y recuperado fracturas, mandíbulas y cráneos destrozados”, indica. “El final feliz completo es cuando son adoptados por buenas familias”, enfatiza.

 

ESCRITO POR:

Brenda Martínez

Periodista de Prensa Libre especializada en historia y antropología con 16 años de experiencia. Reconocida con el premio a Mejor Reportaje del Año de Prensa Libre en tres ocasiones.