Vida

West Side Story

La fórmula funcionó y el show corrió arriba de lo aceptable

Con recursos financieros que en el medio teatral guatemalteco podrían calificarse de ilimitados, ?Amor sin Barreras? representa el modelo de montaje poco alcanzable para muchas de las compañías activas en el país.

Dentro del exitoso programa de actividades del IGA, patrocinada por la Embajada de Estados Unidos, la obra ?West side story? deja tras de sí balances negativos y positivos de los que se puede aprender.

Entre los aspectos negativos, y sin que se tomen las presentes líneas como una crítica, hay que anotar que en esta realización se pudieron apreciar cantantes que no son actores ni bailarines, bailarines que no son cantantes ni actores, y actores que no son bailarines ni cantantes (sin contar, por supuesto, las excepciones del caso).

La anterior acotación señala algunos descuidos en la dirección general del trabajo a cargo de Jacques Stewart. Entre ellos, el de haber otorgado el inmerecido solo de ?Somewhere? a una joven que todavía no estaba a la altura de las circunstancias.

Esta canción (¿correspondiente al rol de María?) hubiera sido airosamente resuelta en las manos de, por ejemplo, Karla Calvillo, quien es una artista ampliamente desperdiciada en la obra. También hay que señalar que el director perdió de vista por completo aspectos básicos de dicción, posiciones escénicas, expresión corporal y, en algunos casos, proyección de voz. Pero si lo anterior no es una verdadera crítica, la que sí se debe tomar como tal es el tema de los salarios para los guatemaltecos.

Tanto los músicos como los miembros del elenco fueron notoriamente minusvalorados. Lo contrastante es que, salvo Jonathan Brooks (Riff), ninguno de los norteamericanos vino a dar lecciones de actuación a nadie. ¿Que los salarios están dentro del promedio de lo que gana un artista en este país? Probablemente. Sin embargo, la producción no era guatemalteca.

Curiosamente, la fórmula funcionó y el show corrió arriba de lo aceptable. El esfuerzo conjunto de Victoria Navarro, Gibss Murray, Brant Challacombe (director musical) y Stewart, sumado a la inagotable energía desplegada por el elenco en general, consiguió engendrar la magia de un ?play? que, aunque lejano de los escenarios de Broadway, le proporcionaría a muchos de los participantes sus correspondientes 15 minutos de fama.

No se puede cerrar esta columna sin comentar las extraordinarias voces de Ana Lucía Orozco (María) y de la conocida artista Ana Reyna (Anita). La primera es una revelación con un futuro seguro, y la segunda una artífice con mucho cartel en distintos tipos de escenarios. También hay que mencionar a Sebastián Arcelus (Tony) por manejar muy bien sus técnicas y a Fredy Corado (Bernardo) por su desarrollo corporal sobre el escenario.

Entre los papeles secundarios destaca la ya mencionada Karla Calvillo; el roquero Raúl Castañeda, que demostró -ademas de su actuación – su versatilidad al adaptarse a otro género musical; Martin Schlicht; Miguel Soto Figueroa (Action); Rodrigo Wyss, y Hanna Muady (Anybodys) quien logró más que especiales dotes histriónicos.

Sería interesante que la Embajada de Estados Unidos creara un programa de apoyo a los directores que hacen teatro musical en el país, para que estos tuvieran la oportunidad de demostrar lo que pueden hacer con un poco de dinero.

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