Escenario

Los 100 de Alaide

Eran tiempos violentos. Un conflicto armado que se agudizaba. Represión desatada. El 19 de diciembre de 1980, hombres armados le interceptaron el paso a la escritora Alaide Foppa y a su chofer, Leocadio Axtún. Nunca más se supo de ellos.

Alaide nació en Barcelona, el 3 de diciembre de 1914, de padre argentino y madre guatemalteca. Vivieron allí, y después se establecieron en Argentina e Italia. Estudió la secundaria en Florencia, el bachillerato en Bélgica y luego, de vuelta a Italia, donde escribió sus primeros poemas. Su primer libro lo publicó en España. Llegó a Guatemala pocos meses antes de la Revolución del 20 de Octubre de 1944. Conoció a Alfonso Solórzano, con quien se casó en México. Tuvieron cinco hijos. Tras un breve tiempo en Francia, Solórzano trabajó en el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, en los gobiernos de Jacobo Árbenz y Juan José Arévalo. A la caída de Árbenz salieron al exilio en México, donde vivieron varias décadas.

Alaide viajaba con frecuencia a Guatemala. Su casa era frecuentada por escritores e intelectuales. Miguel Ángel Asturias, Mario Monteforte Toledo, Luis Cardoza y Aragón, Carlos Illescas y Otto Raúl González solían ser sus invitados.

Fue catedrática de la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam). En 1975 fundó la revista FEM, primera publicación feminista en México que se sigue editando.

También condujo el Foro de la Mujer en Radio Universidad y asistía a reuniones de organizaciones defensoras de derechos humanos. En la década de 1970, tres de sus hijos se involucraron en el movimiento guerrillero guatemalteco y ella era vista por el Gobierno incluso como “cabecilla”, según una noticia del desmantelamiento de un campamento subversivo en Chimaltenango, el 1 de diciembre de 1981. En realidad, sus armas eran la palabra y la poesía.

Tras su secuestro, intelectuales de México, Estados Unidos y Francia pidieron su liberación. Se formó un movimiento para buscarla y exigir que se respetara su integridad física. Era el gobierno del general Romeo Lucas García, a cuyo ministro de Gobernación, Donaldo Álvarez Ruiz, se le atribuyen numerosas ejecuciones y desapariciones.

El 23 de diciembre, en el desaparecido Diario El Gráfico, el Gobierno publicó un espacio en el que condenó el secuestro de la escritora y manifestó”su preocupación” por este hecho. Atribuyó el hecho a “grupos extremistas que operan en la clandestinidad”. La escritora tenía entonces 67 años. Este 2014 se cumple un siglo de su nacimiento. Su poesía se mantiene lúcida y vigente.

Oración
Dame, Señor,
un silencio profundo
y un denso velo
sobre la mirada.
Así seré un mundo
cerrado:
una isla oscura;
cavaré en mí misma dolorosamente
como en tierra dura.
Y cuando me haya desangrado
ágil y clara será mi vida.
Entonces, como río sonoro y
transparente,
fluirá libremente
el canto encarcelado.

Adiós
Con los ojos de la despedida
os vi aquel día,
cosas de nuestra vida.
Con los ojos de la despedida,
la vida parecía
una cosa perdida.
La casa estaba vacía
en la hora de la despedida,
y sin embargo quedaban
las cosas de nuestra vida.

Elogio de mi cuerpo

Los ojos
Mínimos lagos tranquilos
donde tiembla la chispa
de mis pupilas
y cabe todo
el esplendor del día.
Límpidos espejos
que enciende la alegría
de los colores.
Ventanas abiertas
ante el lento paisaje
del tiempo.
Lagos de lágrimas nutridos
y de remotos naufragios.
Nocturnos lagos dormidos
habitados por los sueños,
aún fulgurantes
bajo los párpados cerrados.

Los pies
Ya que no tengo alas,
me bastan
mis pies que danzan
y que no acaban
de recorrer el mundo.
Por praderas en flor
corrió mi pie ligero,
dejó su huella
en la húmeda arena,
buscó perdidos senderos,
holló las duras aceras
de las ciudades
y sube por escaleras
que no sabe a dónde llegan.

La sangre
Secreto corre el torrente
de mi sangre rápida.
Inmenso es el río
que en subterráneos meandros
madura
y nutre el ámbito
de mi vida profunda.
La cálida corriente
que me inunda
en la flor de la herida
se derrama.

Las cejas
Las breves alas
tendidas sobre mis párpados
sólo abrigan
el espacio escaso
en el que flota
una interrogación latente,
al que asoma
un permanente asombro.

Los huesos
Alabo
el tibio ropaje,
la apariencia,
el fugitivo semblante.
Y casi olvido
la obediente armazón
que me sostiene,
el maniquí ingenioso,
el ágil esqueleto
que me lleva.

Ella se siente a veces…
Ella se siente a veces
como cosa olvidada
en el rincón oscuro de la casa
como fruto devorado adentro
por los pájaros rapaces,
como sombra sin rostro y sin peso.
Su presencia es apenas
vibración leve
en el aire inmóvil.
Siente que la traspasan las miradas
y que se vuelve niebla
entre los torpes brazos
que intentan circundarla.
Quisiera ser siquiera
una naranja jugosa
en la mano de un niño
-no corteza vacíauna
imagen que brilla en el espejo
-no sombra que se esfumay
una voz clara
-no pesado silencioalguna
vez escuchada.

Destierro
Mi vida
es un destierro sin retorno.
No tuvo casa
mi errante infancia perdida,
no tiene tierra
mi destierro.
Mi vida navegó
en nave de nostalgia.
Viví a orillas del mar
mirando el horizonte:
hacia mi casa ignorada
pensaba zarpar un día,
y el presentido viaje
me dejó en otro puerto de partida.
¿Es el amor, acaso,
mi última rada?
Oh brazos que me hicieron
prisionera,
sin darme abrigo…
También del cruel abrazo
quise escaparme.
Oh huyentes brazos,
que en vano buscaron mis
manos…
Incesante fuga
y anhelo incesante
el amor no es puerto seguro.
Ya no hay tierra prometida
para mi esperanza.

Señor, estamos solos…
Señor, estamos solos,
Yo, frente a Ti:
Diálogo imposible
grave es tu presencia
para mi solitario amor.
Escucho tu llamada
y no sé responderte.
Vive sin eco y sin destino
el amor que sembraste:
Sepultada semilla
que no encuentra el camino
cacia la luz del día.
En mi pecho encendiste
una llama sombría
¿por qué, Señor,
no me consumes entera,
si no hay para tu amor
otra respuesta
que mi callada espera?

¿Quién eres tú?
¿Quién eres tú, hijo tardío?
De los otros me parece
que algo sabía
desde el primer día
de duda y esperanza.
Pero tú, inesperado,
¿quién eres?
En ti nunca había pensado.
¿Cómo vas a llegar
a este mundo enemigo
si ni siquiera yo te conozco?
Perdóname, hijo:
hasta me ha parecido
que no había lugar para ti.
Mi corazón, ya lo verás,
es una sangrienta granada abierta.
Y yo estoy cansada.
Además,
tú me vas a quitar
ese retazo de mi vida
que me han dejado los otros:
casi nada,
pero me duele desprenderme
de lo último que me queda.
Tendrás que ayudarme a
conocerte.
Y ha de ser tu vida,
tan vigorosa y fuerte,
que devore la mía, alegremente,
y yo lejana de mí misma
y distraída,
apenas lo lamente.

Oscuro canto
Oscuro canto
que brota
de la honda esperanza
rota,
y del retorno
al círculo cerrado.
Peso escondido
como hijo sin nacer
en el vientre profundo,
apretado nudo
en el lugar del corazón.
Ay, tampoco suena
ni sube
el nocturno canto
hacia el cielo lejano.
Es una voz sorda
que se ahoga en la garganta,
es un grito callado.
Y si sube,
no es un vuelo
en la noche muda,
es sólo una nube de humo
que se pierde en la sombra.

ESCRITO POR: