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Nochebuena antigua

La Navidad, en la actualidad, se representa con distintos colores y formas. Para algunos puede ser blanca, y para otros, roja o azul; incluso es sinónimo de regalos, fiestas y hasta alcohol.

Óleo sobre madera, finales del siglo XVIII ubicado en la Iglesia de San Juan el Obispo, Antigua Guatemala. (Foto: Hemeroteca PL)

Óleo sobre madera, finales del siglo XVIII ubicado en la Iglesia de San Juan el Obispo, Antigua Guatemala. (Foto: Hemeroteca PL)

Esto contrasta con la manera como se celebraba siglos atrás, sobre todo en la época colonial, cuando el cristianismo principiaba a ser implantado por los religiosos españoles en el país.

Existe escasa información específica de la forma como se conmemoraba en Guatemala esa fecha durante los primeros años del siglo XVI. Entre lo poco que se puede mencionar está la misa de gallo, a partir de 1523-1524, cuando llegan los misioneros católicos. “Se puede decir que el 24 de diciembre de esos años se ofició el primer acto conmemorativo del nacimiento de Jesús”, explica el cronista de Antigua Guatemala, Carlos Enrique Berdúo.

El espíritu religioso, al parecer, no era respetado por todos, según se puede deducir de un cabildo celebrado en 1533 por el ayuntamiento de la Capital del Reino, y transcrito por fray Antonio de Remesal a principios del siglo XVII. En el documento se evidencia el malestar de las autoridades religiosas y civiles, por la irreverencia de una parte de los pobladores. “…algunos vecinos de esta ciudad se van a sus pueblos a entender en sus haciendas, y en otras cosas, y se están en ellas sin venir a la ciudad a tener las Pascuas del año como son obligados…”, reza la cita.

Remesal también dejó testimonio. En uno de sus escritos relata la fiesta de unos dominicos cuando los sorprendió la Navidad en plena mar, procedentes de Santo Domingo. “…La celebraron lo mejor que les fue posible. Hicieron un altar en el camarón de popa, en donde pusieron un Niño Jesús envuelto en heno. Delante de él cantaron y oraron… Predicó el padre fray Tomás Casillas e hizo la absolución general que la Orden acostumbra este día. Anocheciendo pusieron velas en el altar y repartidos velaron al Niño hasta medianoche…”.

Pesebres y tamales

El primero en describir y dejar constancia fue el religioso irlandés Tomás Gage, en el convento de los dominicos, en la ciudad de Santiago de Guatemala (hoy Antigua Guatemala), donde escribió sus crónicas, entre 1625 y 1636. Según el investigador e historiador Haroldo Rodas, “Él fue el primero en dar noticias de esta celebración y alude hechos de finales del siglo XV”, en su libro Los viajes de Tomás Gage en la Nueva España.

En relación con los Nacimientos, narra: “Celebran con mucha devoción la Noche Buena o Navidad y las Pascuas que le siguen; para esto construyen antes en un rincón de la iglesia una cabaña pequeña cubierta de paja en forma de un establo, que ellos llaman Bethlehem con una estrella cuya cola llega hasta el lugar donde están los tres magos de Oriente. En este establo ponen un pesebre con un niño de madera dentro pintado y dorado representando Jesús recién nacido, a un lado de él la virgen y San José del otro, completando el cuadro con un asno y un buey que también están a los lados”.

En esta escena también aparecen los reyes magos Gaspar, Melchor y Baltazar, la cual es descrita por Gage así: “Arreglado de esta manera los que representan a los magos se ponen de rodillas delante del pesebre y ofrecen oro, mirra e inciensos; los pastores vienen también a ofrecer sus regalos, unos un cabrito, un cordero o bien leche, y otros queso, cuajada y frutas.

Se ven allí representados los campos con manadas de ovejas y cabras, y alrededor de la casilla que representa el establo hay muchas figuras de ángeles con velos, laúdes y arpas en las manos, lo que atrae una infinidad de indios a la iglesia, cuyas representaciones les agradan mucho…”.

Estos pesebres únicamente se elaboraban en el interior de los conventos y templos católicos, especialmente el de San Francisco. Para ello, la incipiente imaginería chapina tallaba figuras en madera de José y María, el niño Jesús —el misterio—, los reyes magos, pastorcillos y ovejas; la mayoría, con rasgos europeos.

De la gastronomía de esas fiestas tampoco hay información; sin embargo, según Berdúo, se cree que entre los indígenas y mestizos se acostumbraba degustar chocolate y tamal rojo, ambos de origen prehispánico. Posteriormente, esta comida y bebida también fueron degustadas por los criollos y peninsulares. “Las tabletas de chocolate son un invento de las damas guatemaltecas a fines del siglo XVI y cuya difusión es universal”, refiere el historiador Luis Luján Muñoz, en su libro Tradiciones Navideñas de Guatemala.

Tututuc tutu…

Esta celebración empezó a tomar una dinámica distinta a mitad del siglo XVII, cuando la elaboración de pesebres dejó de ser exclusividad de los conventos y templos y se extendió a las residencias. En esta difusión tuvo mucho que ver el ímpetu del hermano Pedro de Betancur (1626-1667), quien los promovió y, a la vez, introdujo las posadas —entre 1660 a 1666—, que se acostumbraban en las Islas Canarias, de donde el santo era originario. “De esta manera buscaba que los habitantes se involucraran más y la celebración fuera familiar”, comenta Berdúo.

De estas actividades dejó constancia el cronista franciscano fray Francisco Vázquez, en su Crónica de la Provincia del Santísimo Nombre de Guatemala, en donde, respecto de la actividad del hermano Pedro, dice: “Sale de este dicho hospital de Belén La Noche-Buena un rezado del desamparo de la Virgen Santísima y San José, donde salen los Hermanos Terceros y mucho concurso de gentes con infinitas luces en las manos, rezando el Rosario de la Virgen Santísima con mucha devoción, repartidos por su orden en tres coros; todos los sacerdotes, atrás con la Virgen, y delante San José de camino, buscando de puerta en puerta albergue”.

Para estas fechas —siglo XVII—, el sincretismo era evidente. En los belenes se empleaban productos propios de la región, como musgo, manzanilla, hoja de pacaya y flor de pascua. En las estampas se incluían símbolos tradicionales con rasgos guatemaltecos, como los pastores y las ovejas. Pero el principal matiz chapín surge en el recorrido de las posadas, ya que, para animar a las personas a participar, se acompañan con cantos, pitos de barro, chinchines y caparazones de tortugas. Es en este momento y con este último objeto cuando se acuña el sonido que caracteriza esta época: Tututuc tutu…

La forma de celebrar la Navidad durante el siglo XVIII es muy definida. Los Nacimientos en las casas particulares eran comunes, y el menaje —misterio, pastores, reyes magos, trajes, telas y otros objetos— que se empleaba y que aún se conserva en algunas colecciones privadas y museos es la referencia directa. “Estos legados eran heredados cuando los propietarios morían”, explica Rodas.

En este proceso de fusión de cinco siglos, Guatemala, como parte del área cultural de Mesoamérica, ha aportado a la celebración internacional al menos tres elementos precolombinos característicos de la Navidad: el chocolate (Theobroma cacao), la flor de pascua (Euphorbia pulcherrima) y el pavo americano (Meleagris gallopavo), que “se han venido a integrar a las tradiciones pascuales de América, Europa y otras regiones de su influencia cultural”, apunta Luján.

Huellas

La Iglesia Católica adoptó en forma oficial, en el siglo IV, el 24 de diciembre para amanecer el 25, como fecha para celebrar la Navidad, aunque los evangelios no señalan cronológicamente con precisión.

La primera representación iconográfica sobre el tema en Guatemala es una pintura al óleo sobre tabla, de la iglesia de San Juan El Obispo, Antigua Guatemala. La obra es anónima, y el retablo esta fechado en 1619.

En documentos que se conservan en el Archivo General de Centroamérica se encuentran algunos mortuales que registran herencias de menaje navideño. Uno, fechado el 5 de septiembre de 1805, indica que murió Juan Pérez, indígena de Santa Isabel, un pueblo ubicado cerca de la ciudad de Santiago de Guatemala. Éste heredó a su esposa, Francisca Pérez, varias deudas y haberes, entre éstos, un misterio valuado en 200 pesos.

La misa de gallo, celebrada por los religiosos españoles a principios del siglo XVI, fue el primer signo de la celebración de Navidad en el país.

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