Guatemala

Niños sicarios ganan terreno en calles de la ciudad de Guatemala

La Picachú  tiene 16 años y trabajaba como asesina a sueldo para una de las principales pandillas que operan en Guatemala. Su caso es cada vez menos extraño en el país, que registra en 2014 un aumento del 620 por cien en detención de menores involucrados en homicidios.

Fuerzas de seguridad han detenido este año a más menores,   que han sido reclutados por mafias, sindicados de   crímenes.

Fuerzas de seguridad han detenido este año a más menores, que han sido reclutados por mafias, sindicados de crímenes.

CIUDAD DE GUATEMALA.- La Picachu, cuyo nombre oficial queda en reserva por ser menor de edad, es integrante de la pandilla “Mara 18”, una de las dos que dominan gran parte de la ciudad de Guatemala.

La Policía local está convencida de que la adolescente se dedica a las extorsiones de comerciantes y a asesinar a todo aquel que no pague, por órdenes de los líderes de la pandilla.

La joven fue detenida el 12 de agosto pasado, cuando caminaba por la zona 18, un área roja en cuanto a criminalidad al norte de la capital guatemalteca. En su suéter blanco escondía una pistola 9mm y 16 balas.

Las detenciones de menores por homicidio crecieron un 620 por ciento en los primeros tres meses de 2014 con la captura de 36 jóvenes que no han cumplido los 18 años. Un año antes, en el mismo periodo, fueron cinco los menores detenidos, de según el Organismo Judicial guatemalteco.

En los últimos 30 días las autoridades han informado de la detención de al menos 10 menores acusados de asesinato.

Un niño de 14 años, por ejemplo, fue capturado el 5 de agosto por matar a balazo a un piloto del transporte público.

Un día antes, otro adolescente de 15 años fue enviado a un juzgado con una pistola Glock en su poder acusado de matar a una mujer.

La lista continúa con un joven de 16 años, supuesto sicario detenido al conducir un vehículo robado, y con otro de la misma edad, apodado Lombriz, capturado después de confesar que asesinó a German Leonel Muy Motta, un conductor de autobús.

La ley guatemalteca, siguiendo los convenios internacionales, impone un máximo de seis años de privación de libertad por homicidio para los menores de 18 años. En cuanto a los adultos, la pena llega actualmente a los 25 años.

A mediados de julio se presentó en el Congreso guatemalteco una iniciativa de ley que permitía aumentar las sanciones para los menores de edad de hasta 15 años.

Hay quienes, sin embargo, creen que el problema de fondo es el que se debe resolver.

“El gasto público destinado a la niñez y adolescencia en Guatemala es de 70 centavos de dólar diario por cada menor”, explicó Alejandra Contreras, investigadora del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi).

La inversión, que incluye educación, salud y protección social, es un monto “a todas luces insuficiente”, en opinión de Contreras, experta en temas de infancia, derechos humanos y economía.

“La sociedad debe comprender que es erróneo criminalizar a los niños”, agrega la investigadora, quien recuerda un contexto en el que casi ocho de cada diez menores viven en condiciones de pobreza.

Guatemala registró en el primer trimestre de 2014 un total de 588 casos de menores juzgados por diversos delitos, un 26 por ciento más que los 465 admitidos en el mismo período de 2013.

Los cuatro centros correccionales juveniles  (tres para hombres y otro para mujeres) recluyen actualmente a alrededor de mil menores. En 2012 eran aproximadamente 500, según datos de la Secretaría de Bienestar Social  (SBC) de Guatemala.

La mayoría de los menores están detenidos por el delito de extorsión  (18,3 por ciento), seguidos por asesinato (15 %), violación  (14 %) y robo  (13,2 %) .

Guatemala, con una población de casi 15 millones de personas y un índice de pobreza que afecta a la mitad de sus habitantes, es una de las cinco naciones más violentas del mundo, según un informe de 2014 de la Organización de Naciones Unidas  (ONU) .

La tasa de homicidios en 2012 para la población entre 18 y 21 años fue de 55 muertes por cada 100 mil habitantes. La tasa general fue de 34.

“Esto hace pensar que nuestros adolescentes viven en un ambiente de conflicto bélico, sin estarlo en apariencia”, advierte Contreras.