Ética, verdad y ley

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 Moraleja: lo que parece un límite a la “libertad” y a una “felicidad sin restricciones” bien puede ser el andamiaje que preserva y ayuda a ser lo que se debe ser. En la Buena Noticia de hoy, Jesús de Nazareth, el autor de las consoladoras “bienaventuranzas”, da un giro “demasiado exigente” (más “Moisés que Moisés”, según Lutero) al reproponer, con otras características, claro, la Ley y los profetas. El Maestro sabe que la relación entre lo que se es (=la verdad propia) y la ley (=dada para ayudar a vivir la propia identidad) sufren la tensión causada por la falsa idea de que libertad es el “todo se puede” y la única norma es “que no haya normas”, incluso entre los cristianos.

A un año y días de la renuncia del papa emérito Benedicto XVI, conviene recordar su altísima enseñanza sobre la relación entre ética, verdad y libertad, ayudada esta última por la ley: 1) Ética: para cristiano auténtico y no “de piratería”, se ha de vivir “radicalmente” tal como Jesús dice: “Han oído que se dijo, pero yo les digo… les señalo un camino más alto”: es una “alianza nueva”, según el Santo Padre Francisco (Homilía en Santa Marta, 13.06.2103) donde el bien no es para “saberse”, sino para “vivirse”: la ética cristiana supera la emoción momentánea, el prurito taumatúrgico, y se vive en los buenos tiempos, en los malos tiempos, en la salud y en la enfermedad (como se dice en “los casamientos”), en la vida personal, familiar, social; ella, en fin, se formula con una curiosa frase de Agustín de Hipona: “Ama y haz lo que quieras” (Sobre el libre albedrío¸1,4ss); 2) Verdad: solo la vida ética o moral refleja la verdad de lo que se es: Jesús termina su sermón de la montaña diciendo: “No todo el que me dice entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre…” (Mt 7, 21).

La verdad del ser cristiano cumple el principio medioeval (¡tan incomprendido!) agitur sequitur esse (el actuar sigue, está en correspondencia con el ser)…no dice: con “alabar, sermonear, o emocionarse”; 3) Libertad y Ley: la parte “pesada” que anhelaría nuestro molusco ya en el vientre de la gaviota: la “ley” tan menospreciada hoy por el error de que hay un cielo mero producto de la “emoción de entrega” (M. Lutero en su Libre albedrío de 1525). Sin negar la primacía de la Gracia, ella lleva a obedecer la “ley del Espíritu” (Papa Francisco) donde no es lícito “jugar a salirse o hacer el berrinche de “aquí me quedo” sino madurar en la única “ley” que Cristo dejó, el amor (cfr. Jn 13, 34s). Que la “severa” indicación del Maestro sobre la depreciada “legalidad” en nuestro ambiente, invite a su mejor vivencia, aún en medio de la desilusión por la actual alteración, abuso e inoperatividad de las leyes, pues en el fondo ya decía San Agustín: “La ley ha sido dada para que se implore la Gracia; la Gracia se da para que se cumpla la Ley”. (Sobre el libre albedrío, I,2ss).

ESCRITO POR:

Víctor Hugo Palma Paul

Doctor en Teología, en Roma. Obispo de Escuintla. Responsable de Comunicaciones de la CEG.