Revista D

“Hay mucha exclusión, pobreza y explotación”

La politóloga Ligia Ixmucané Blanco analiza las barreras que impiden a las mujeres una mayor participación en los puestos de poder.  

La niñez y la adolescencia de Ligia Ixmucané Blanco coincidieron con los años de mayor violencia del conflicto armado (década de 1980), lo que le permitió estar en contacto con la realidad del país e interesarse, tiempo después, por el tema de la pobreza y la desigualdad social. Fue entonces cuando se propuso estudiar una carrera universitaria que le permitiera generar cambios y se decantó por las Ciencias Políticas.
“Me llamaba y me sigue llamando la atención cómo está estructurado el país en términos de desigualdad. Hay mucha  exclusión, pobreza y  explotación”, explica la politóloga cuando se le pregunta qué incidió para que  estudiara esta carrera en la Universidad Rafael Landívar.
Desde hace tres años es la directora y coordinadora regional del Instituto Holandés para la Democracia Multipartidaria (NIMD), el cual asesora para su fortalecimiento a los partidos políticos, a las bancadas y comisiones del Congreso de la República, así como a grupos de la sociedad civil, entre otros. “Somos un puente entre la sociedad política y la  civil”, explica.
Uno de los pilares de esta institución es el tema de equidad de género, con el cual se pretende “alcanzar una  mayor participación política de las mujeres en altos niveles de empoderamiento”, afirma.
 A continuación, un resumen de lo conversado.

¿Cuál es su visión sobre la equidad de género en el país?

Guatemala, a nivel de América Latina, está a la cola de las naciones donde se han aprobado reformas legales para promover la participación de la mujer, por ejemplo,   las cuotas de poder. Por eso tenemos poca  participación en los organismos del Estado, como el Congreso de la República o las municipalidades. 

¿A qué se debe esto?

A que  somos una sociedad  machista, muy centrada en la participación y el poder de los hombres,   tenemos un rezago en términos de participación democrática, porque   vivimos en un pueblo   muy cerrado   a la apertura de espacios, lo cual se refleja en la poca implicación   de ellas en    los partidos políticos, que son los que deberían    generar esas oportunidades, pero  no lo han hecho.  Se privilegia a  los hombres  blancos, citadinos y  mestizos.

Aparte del machismo, ¿qué más ha descubierto?

La principal barrera para la participación, además  de esa lógica que está en el imaginario colectivo pues se cree que  las féminas  no  están  aptas para  ejercer el poder político,   es el tema económico,  sobre todo en un sistema político que  funciona a través del financiamiento privado, lo cual  provoca  que las mujeres tengan menos capacidad para invertir en la política, porque    tienen menos recursos,  trabajo y propiedades, entre otros temas. Si alguien pretende  una candidatura y ocupar uno de los primeros lugares del listado  tiene que aportar  fuertes cantidades de dinero  para la compaña y                las mujeres no las tienen, y si tienen recursos,   muchas veces lo  comparten   con el hombre.
También está  la violencia política.  Se menciona de manera frecuente     el  maltrato y acoso  contra las  mujeres, pero  la   política  es muy fuerte, incluso, en algunos países han matado  a algunas  candidatas. Durante la campaña electoral de EE. UU, por ejemplo,    pudimos observar  muchos  prejuicios, ataques  a la    autoestima y la degradación de  Hillary Clinton.
Otro tema clave son los horarios de  cómo funciona la política, no son aptos para ellas, ya que   tienen que cuidar  a los  hijos y  encargarse de  muchas cosas del hogar, lo que   hace que la  política sea muy difícil de compatibilizar.  En cambio, los  hombres pueden viajar  los fines de semana a  mítines,   pero las mujeres si tienen hijos les es más difícil hacerlo. Se pueden poner  cuotas,  pero ¿cómo hacemos para que haya mejores condiciones para las mujeres?

¿Ellas son  víctimas  de la manera  como  está estructurada la política partidista?

Tal como está, definitivamente, porque  fue    hecha  por los hombres.  Me refiero a  las reglas de juego, a  los horarios en los que  se llevan a cabo las actividades, todo eso al final ha  quedado  como  costumbre  y  tienen una lógica machista y   un actuar discriminativo,  porque se las  ve  de menos, no se les da importancia como ciudadanas  para participar al mismo nivel que a    los hombres.

¿Cuál es su evaluación del trabajo desarrollado por las mujeres que  han llegado a puestos claves?

 Lastimosamente hay varias mujeres que  han llegado a  puestos importantes  pero  su desempeño ha sido negativo…  Lo que sucedió con la ex vicepresidenta Roxana Baldetti, por ejemplo, fue un revés para la participación política de la  mujer porque  se piensa:  “Llegan mujeres e igual son de corruptas,   hacen lo mismo que los hombres”, y definitivamente no podemos negarlo, ni tapar el sol con un dedo.
Creo que el tema, finalmente, es la cultura política, y esta se maneja bajo las mismas reglas y  normas sea hombre o  mujer.
La equidad de  género nunca fue una de las prioridades de Baldetti, de hecho estuvo  en contra de  las cuotas de elección en los partidos.

Pero  implementó las Unidades de  Género en los ministerios y secretarías del Ejecutivo —Acuerdo Gubernativo 260-2013—.

Sí, pero su lógica no fue  generar los avances que requiere Guatemala en este tema.  Cuando hablamos de que las cosas deben  cambiar  tenemos que pensar en que hayan más mujeres  en   puestos de toma de decisiones y eso se logra  a través de una mayor participación,  porque tenemos algunas  que han llegado a puestos claves, pero siguen siendo más de lo mismo,  pero si llevamos  más, en la actualidad son 20,   puede ser que una o dos dentro del Parlamento  tengan otra lógica y busquen el cambio.

Durante los últimos años   más del 50 por ciento de la  matrícula de las universidades corresponde  a mujeres,   ¿qué opina?

Esas cifras son correctas, la tendencias es que cada vez hay más mujeres universitarias, por márgenes de 3 o 4 puntos.
Obviamente es muy positivo porque  dice que  se están profesionalizando y que cada vez hay más preparadas, pero  el tema es que cuando hablamos de la población universitaria estamos analizando  solo el siete  por ciento de la población,   que estaría en época de estudiar,  mientras que  casi un noventa por ciento  no llega a este nivel académico, entonces la gran mayoría  continúa en condiciones muy precarias  reproduciendo el sistema que hemos tenido hasta la fecha. 
Se embarazan a  los 20 o 25 años  y ya  tienen uno o dos hijos. Además,  están ocupadas en  trabajos poco remunerados, sin posibilidades reales de sobresalir, con lo cual se continúa reproduciendo  el círculo de la pobreza.

Dado el trabajo que llevan a cabo, ¿cuál es su   opinión  del  Congreso de la República?

El Instituto trabaja desde hace ocho años  con  algunas bancadas y  comisiones del Legislativo, siempre a petición de los partidos políticos, en el fortalecimiento y  asesoramiento político y técnico. En los últimos años nos hemos propuesto abrir el Parlamento  a la población a través de las  organizaciones sociales que quieren incidir en proyectos que     van desde la Ley de Aguas hasta  la Ley Electoral y de Partidos Políticos con el tema de la paridad. 
Creo que el trabajo con el Congreso depende mucho de las personas y no de la institución.  Debe ser más abierto y  participativo.

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