Revista D

La pintora solitaria

La primera artista nacional de desnudos murió  olvidada

Sus padres la bautizaron con el nombre de Antonia Clementina. Antonia, como su madre y Clementina como su abuela paterna y su tía. Se dedicó a la pintura, pero su obra solamente empezó a ser comprendida en Guatemala una década antes de que falleciera (1994).

Casi 70 años después de su única exposición en el país, en junio de 1934, las anécdotas de esta pintora que fue censurada por décadas, son muchas. Por ejemplo, el correo se negaría a enviar las invitaciones a la exposición en las que mostraba dos de sus desnudos, si no eran colocadas dentro de sobres manila.

Nació el 21 de noviembre de 1904, o 1909. La fecha no está muy clara, pues ella siempre ocultó su verdadera edad. Vivió en la 5a. avenida 5-44 de la zona 1. De su niñez hay recuerdos incompletos. Era la hija menor del matrimonio Matos-Aycinena.

El libro La obra de Antonia Matos de Desirée de Aguirre y Francisco Aguirre Matos, no especifica si asistió a un centro de educación, pero sí que recibió mucha de su instrucción en casa.

“Las familias importantes de aquella época devenían sus ingresos, entre otras fuentes, de la explotación de fincas dedicadas al cultivo de café y azúcar, así como por los hatos ganaderos. En esos años las mujeres estaban confinadas a las cuatro paredes de la casa; era muy importante cocinar, coser, pintar, tocar el piano y atender las labores domésticas”, se cita en el libro La obra de

Sus biógrafos dan cuenta de que ella y su hermana mayor, María Antonia, se graduaron de la escuela de cocina Le Cordon Bleu de París.

Mientras su hermana se inclinó por el piano, Antonia Clementina lo hizo por la pintura.

Su vida familiar de alguna forma estuvo siempre ligada a la política. Su bisabuelo materno, Pedro de Aycinena, fue un hombre prominente en las filas del partido Conservador. Compartió con Rafael Carrera el haber suscrito la convención de límites de Belice, en 1859, cuando fungió como ministro de Relaciones Exteriores.

José Matos Pacheco, su padre, fue diplomático de carrera. Antonia vivió su niñez y adolescencia en una ciudad gobernada por el dictador Manuel Estrada Cabrera.

El escándalo

Un año antes del terremoto de 1917-18, Antonia se inscribió en la academia particular de Justo de Gandarias, célebre por ser el pintor protegido del rey Alfonso XII.

En 1920, cuando se reorganizó la Academia Nacional de Pintura, inaugurada por el presidente José María Reyna Barrios, Antonia se matriculó en ella.

Fue por esa misma época que a Rafael Rodríguez Padilla, uno de los fundadores de la academia, le fue encargado esculpir una de las cariátides —escultura femenina con función de columna— para el mausoleo de la familia Castillo. Los rumores de que Antonia había sido su musa para tal fin corrieron como pólvora.

Aunque la figura alta y sumamente delgada de Antonia no correspondían a la de la voluptuosa cariátide, otros opinaron que su rostro sí.

LA VIE EN ROSE

Algunos años después, su padre fue nombrado embajador ante la recién fundada Sociedad de las Naciones con sede en Ginebra. La familia se trasladó a Europa.

“Es incuestionable que cuando Antonia Matos llegó a París, a finales de la década de 1920 o principios de la siguiente, era una artista consumada. Esto se puede afirmar porque, además de los antecedentes en su formación, consiguió matricularse por oposición en la Escuela de Bellas Artes de París”, apunta el pintor Guillermo Monsanto.

“Aunque no hay mucha documentación de esa época, en 1928 Raymond Cogniat en su documento La vie en Amérique Latine, hizo referencia de la participación de Antonia en el salón Las Tuileries, con cuadros de escenas indígenas”, apuntan Aguirre y Matos en su libro.

Dos años más tarde, en Guatemala se instauraba el régimen ubiquista. “A la tónica ultra-conservadora de la época se le añadía el ejercicio de un control virtual de todas las actividades de los ciudadanos de Guatemala por parte de la Presidencia”, señalan Aguirre y Matos.

En junio de 1934, Antonia expuso durante tres días, por primera y única vez en Guatemala. Pero el director de Bellas Artes ordenó el cierre de la exposición porque incluía tres cuadros de desnudos. Unos meses atrás, con esta misma obra, había expuesto en galería Zak de París donde tuvo éxito.

La ganadora del tercer lugar en óleo en la Escuela de Bellas Artes de París, del primer lugar en óleo en las X olimpiadas deportivas y culturales de 1932, y la dueña del galardón de la mejor dibujante y ganadora del premio Roma, nunca más volvió a exponer. Sin embargo, no dejó de pintar, los cuadros, muchos ni siquiera colgados, fueron apilados uno al lado del otro en su casa.

Durante muchos años en su obra predominaron los colores “tristes” y la poca luz “comparados con la luminosidad que le imponía a sus desnudos”, citan sus biógrafos.

Restaurar el pasado

Casi seis décadas después, uno de estos óleos inéditos fue llevado a la galería El Ático de manos de Humberto Velásquez, un salvadoreño quien trabajó durante algún tiempo como administrador de las ya ancianas Antonia y su hermana, recuerda Luis Escobar uno de los socios del Ático.

Otros lienzos fueron rescatados de la casa de las hermanas Matos, quienes ya viudas, decidieron vivir juntas. Antonia se había casado con Henry Massot, un aviador de la Fuerza Aérea Francesa, quien fue invitado por Jorge Ubico para entrenar pilotos. Él falleció en 1956. Ella le sobrevivió 38 años.

Con el fin del gobierno de Ubico, del cual eran allegadas, su hermana y su cuñado, se exiliaron en México y sus propiedades, entre estas Aviateca, fueron confiscadas. Durante ese tiempo Antonia, quien nunca tuvo hijos, se hizo cargo de su único sobrino Francis, pero este murió muy joven enfrentándola a una nueva soledad.

Íngrid Klussmann, directora de la galería El Túnel, recuerda que Antonia se instaló en el altillo, al fondo del corredor de su casa. Años después en 1992, Antonia sufrió una neumonía de la que nunca se recuperó. Murió en 1994 en una habitación de la que era su casa y en la que únicamente había dos camas. Murió antes de que el proceso judicial para declararla interdicta —incapaz de manejar sus bienes por sí misma—, iniciado por su familia, concluyera.

Unos años antes de su fallecimiento, Klusmann y la pintora Isabel Timeus rescataron otros lienzos.

En el taller de Klusmann extendieron los óleos y colocaron otra tela debajo. Luego rellenaron las partes más dañadas con pastas especiales, los plancharon y comenzaron el trabajo de restaurar la pintura que se había desprendido.

En sus últimos años siempre vestía de negro, era aún más introvertida y callada, recuerda Klussman, quien solía visitarla. Una de sus escasas apariciones en público fue en 1982, cuando Bellas Artes celebró un “desagravio” a su obra expuesta casi medio siglo antes.

En el 2002, la Fundación Paiz organizó una muestra retrospectiva que fue un éxito. Pero hoy en día en ningún museo nacional hay una sola obra original de Matos.

En el 2011, seis de los cuadros fueron vendidos en una subasta privada con fines benéficos.  Uno de éstos se vendió en US$22,500.La mayoría de los cuadros de desnudos no están firmados sostiene Francisco Aguirre Matos.

 

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