Revista D

Parcheros: artesanos y vendedores de aventura

Comercian con bisutería para conocer y aprender sobre la cultura de los países que visitan.

Este estilo de vida es practicado por quienes no aceptan los convencionalismos laborales.

Este estilo de vida es practicado por quienes no aceptan los convencionalismos laborales.

Los parcheros o artesanos aventureros han formado parte silenciosa del paisaje urbano. Ellos son el maniquí de su propio negocio ambulante. Con el cabello largo casi siempre sujetado por una cola, lucen sus productos: aretes, colmillos en collares y pulseras de cordel con piedras semipreciosas.

Estos microempresarios suelen llevar a todos lados su fortuna, que atesoran dentro de una mochila de alpinista o tipo escolar, dependiendo de qué tan lejos hayan llegado.

En La Plaza Mayor de la capital pueden encontrarse unos cuantos de ellos. El transeúnte que se acerque lo suficiente puede notar que no todos son guatemaltecos. Y es que esta forma de vida se ha vuelto común entre los jóvenes que desean conocer otros países y sociedades con un mínimo de gastos y con trabajo garantizado.

“He viajado por toda Centroamérica desde los 16 años. -hoy tiene 26- llevo mi música y mis productos, pero mi objetivo es aprender la cultura de otros países. Vine para presenciar las actividades del 13 Baktún, estudié espiritualidad maya en Panajachel y veo que esta cosmovisión es muy parecida a la egipcia e hindú, por su relación con los astros y la naturaleza”, cuenta Sanatan Dharma, hondureño.
Pero no solo los catrachos tienen esta forma de vida, también los guatemaltecos aprovechan para viajar. “Mi actividad favorita es escalar los volcanes. Lo que más me enorgullece es que he visitado los 22 departamentos de la República, aunque también he ido a El Salvador y Honduras”, afirma Juan Manuel Hernández, parchero que se puede encontrar en la Universidad de San Carlos.

Los inicios
La Sexta Avenida de la zona 1 era uno de los lugares más comunes donde se les podía encontrar; sin embargo, debido a la revitalización del Paseo de la Sexta, se les dio la opción de ser trasladados a la plaza El Amate.
Gerardo López tiene casi 27 años de dedicarse a este tipo de negocio, ahora con una visión distinta, pues los años le hicieron enfocarse más en el trabajo que en la “onda loca”.
López inició como parchero —se les llama así porque al colocar en el suelo el paño donde colocan la mercadería simulan parches— en lugares turísticos de México vendiendo artesanías guatemaltecas. Al tener contacto con otras personas con el mismo gusto por la música rock, aprendió a poner pearcings y hacer tatuajes.
“Estuve 24 años en la Sexta Avenida, pero al ofrecerse la oportunidad de establecer un local me pareció muy buena idea. Aquí hay vigilancia, no hay contaminación por humo negro y tenemos los servicios básicos. Lo único es que no podemos seguir con los mismos precios que teníamos en la calle”, asegura López.

Servicios
En la oferta de la mayoría de estos comerciantes está la bisutería hecha a la medida y gusto del cliente, las perforaciones en el cuerpo y la elaboración de tatuajes, temporales y permanentes.
Cuentan que la moda de hacerse perforaciones tiene unos 10 años, pero que cambia según la boga que viene del norte.
“Lo primero fueron las perforaciones en la lengua, porque eran más fáciles de esconder, pero ahora lo más común es el arete en el labio”, afirma Hernández.
Hasta ahora no hay una institución que supervise los procedimientos para colocar ese tipo de aretes, pero muchos garantizan que el cliente puede llevarse su aguja para asegurarse de que nadie más la utilizará.
“Un pinchazo puede cambiar la vida a cualquiera, a mí o mi cliente; por ello la recomendación es que no busquen lo más barato porque podría salirles muy caro”, aconseja López.

Concentración
Otra de las localidades donde se ubican estos comerciantes es en Panajachel, pues sus productos atraen al turista. Ahí no solo hay guatemaltecos, sino argentinos, españoles y de otras nacionalidades. Algunos trabajan la bisutería y otros la plata.
“Muchos compañeros decidieron no permanecer en un local, porque no se acostumbraban o porque no les gustó el lugar que les otorgaron, pero todos tuvieron la oportunidad de quedarse”, recuerda López.

Riesgos
“Hay quienes no se portan a la altura y consumen marihuana y hacen escándalos, por eso la gente nos rechaza”, afirma Dharma.
Aunque parezca un oficio desenfadado, el peligro más común que encuentran los parcheros en cualquier ciudad son los ladrones.
Cuando uno de nosotros sufre un robo, todos colaboramos con material para que pueda continuar su negocio, relata Álvaro Orellana, quien asegura no haber viajado y que prefiere el ambiente universitario porque, según él, los estudiantes llegan a buscarse un mejor futuro y esas energías positivas son valiosas.

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