Revista D

Industria colorida: diseñadores y empresarios del tejido nacional

Los textiles artesanales han sido uno de los principales atractivos de la cultura del país. Existe gran variedad de estudios sobre los trajes y varios museos exhiben su belleza, pero para las tejedoras se trata de un arte ancestral que refleja la esencia de la mujer, que se transmite de generación en generación en un acto familiar e íntimo.

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Los zapatos Wanderlust pueden fabricarse en cualquier talla y color, con piel o tejidos. (Foto Prensa Libre: Érick Ávila)

CIUDAD DE GUATEMALA – Desde hace pocos años este colorido arte es exportado a países como Australia, Alemania, Noruega, Belice, Estados Unidos e, incluso, a países árabes. También se puede observar en distintas páginas de internet.

Este fenómeno se debe a que algunos diseñadores tomaron estos tejidos para crear prendas como zapatos, corbatas, bolsos y vestidos. La belleza de los materiales ha sido tan bien valorada que también la emplean para decoración de interiores.

Público joven

En el país se exhiben en varias tiendas de productos modernos y de uso cotidiano. Es el caso de Renate Krings, una estudiante de Diseño Industrial, que comenzó un negocio de zapatos fabricados con telas artesanales.

“Yo deseaba un par de zapatos, y los fabriqué. Alguien los vio y me pidió un par, hasta que de boca en boca se convirtió en una microempresa”, dice Krings, quien ofrece 30 estilos entre tenis y botas, y sus precios van de Q200 a Q500.

Los productos Wanderlust, propiedad de Krings, se exportan a Australia, Alemania, Noruega, Belice y Estados Unidos. Y se distribuyen por medio de un perfil en Facebook.

“Aunque han surgido muchas imitaciones, nos distingue la atención personalizada y al gusto del cliente”, afirma.

Jennifer Menegazzo también dirige sus productos a un comprador joven, aunque afirma que cada vez más hombres de mediana edad lo buscan.

Este proceso se inició cuando su novio le pidió una corbata con textiles típicos, ella fabricó la primera y luego empezaron a popularizarse. Actualmente produce cuatro colecciones al año y tiene ocho puntos de venta en el país y algunos en el exterior. Las corbatas cuestan en promedio US$20.

Alta costura

En opinión del diseñador Juan Carlos Gordillo, estas telas pueden integrarse sin dificultad a los diseños de alta costura, sin que se vuelvan folclóricos, es decir, que la meta es fusionar los elementos de manera que la prenda tenga un toque artesanal y chic.

Además, opina que esos textiles no deben ser tratados como un suvenir que representa al país, sino que tienen un verdadero potencial para desarrollar líneas de alta moda que contribuyan al impulso de esta industria.

Gordillo también asegura que el guatemalteco debe estar consciente de que con la compra de un tejido se contribuye a mejorar el mercado local y a asegurar el éxito de la producción de los tejedores.

El estándar más alto

Un caso particular es el de El Palomar, una empresa que sale de lo tradicional para ingresar en el campo de la alta decoración. Además de tener 30 años de experiencia, su propietaria ha logrado un estándar alto en la producción, al aprovechar las bondades de los textiles artesanales. Sus diseños contemporáneos, afirma, son una interpretación artística inspirada en los huipiles y tejidos de las distintas regiones del país.

Esa tienda ha decorado varios hoteles en Antigua Guatemala, Sacatepéquez. Sus tintes son amigables con el medioambiente y garantizados para soportar el uso comercial. A partir de la elección de la tela, la fabricación puede tardar dos semanas y los artículos podrían durar unos 20 años.

“Lo distintivo de esta tienda es que la gente no se lleva lo que hay, sino viene a crear; cada quien elige sus colores y estilos según el gusto”, afirma Claudia Meneses, encargada.

Además, ofrecen a sus clientes artículos suficientes para decorar una casa completa, todos hechos a mano por artesanos, tales como objetos de cerámica, hierro y madera.

En ese caso, los tejedores dejan de ser proveedores de materia prima y se convierten en parte de la industria, ya que están integrados a una planilla y reciben los beneficios de ley.

Contra la corriente

Estos negocios están en franco auge, pero las empresarias coinciden en que el extranjero es el mayor comprador, pues aprecia mucho más la belleza de los textiles y la utilidad de los productos.

“En un mundo globalizado, la población manifiesta apatía y desinterés por su pasado, debido a la construcción histórica de su identidad como guatemalteco, y todos los rasgos que la conforman”, indica el psicólogo social Carlos Rolando Ortiz.

También afirma que el consumidor nacional no ve la importancia al tiempo de elaboración o el valor cultural, sino más bien estima lo que el artículo agrega a su imagen y proceso de aceptación social. Asimismo, es verdad que los productos artesanales están desprovistos de los medios de promoción y no logran influenciar al consumidor.

Primeros pasos

No todos los casos son de éxito, muchos aún están en la primera etapa del proceso y buscan una forma de avanzar.

En una empinada calle de San Juan La Laguna residen las integrantes de la asociación Bellas Cristalinas, unas 15 mujeres que dedican su esfuerzo a producir lienzos para compradores de la capital, algunos fieles, otros ocasionales. Su precio es de Q165 por los más grandes. Ellas ofrecen sus productos en su casa, y algunos días a la orilla del Lago de Atitlán, pero no es un trabajo exclusivo.

“Al igual que muchos microempresarios, los artesanos calculan el precio de su mercancía según los costos de la materia prima, pero difícilmente incluyen las horas invertidas en la labor, mientras que una empresa suma todos los gastos”, indica Rosario Miralbés de Polanco, curadora emérita del museo Ixchel.

Las bellas cristalinas utilizan tintes orgánicos en sus tejidos. (Foto Prensa Libre: Ángel Julajuj)

Una de las limitaciones de estas microempresarias es que no conocen las técnicas de “costuración”, es decir, que carecen de conocimientos de corte y confección. Por ello, los modelos que tienen a la venta pueden ser encontrados en cualquier otra tienda, aunque con características distintas, pues la marca del tejedor siempre se puede notar en la calidad del tejido.

Un paso adelante

Aunque hay cooperativas bien constituidas que brindan capacitación técnica, fiscal y de estándares de calidad a sus afiliados, además de buscar contactos comerciales en el extranjero, estas aglutinan a poco más de cien tejedores y son miles quienes intentan por su cuenta entrar a la dinámica de comercio.

En Santiago Atitlán funciona la asociación Cojolya, fundada en 1983 e integrada actualmente por 26 tejedores. Esta fue organizada por Candis Krummel, una diseñadora estadounidense que se encarga de preparar las colecciones elaboradas en telar de cintura que se venden en su país, donde tienen la bodega, además de ser exportados a Canadá y Australia.

Lo distintivo es que integran la World Fair Trade Organization (WFTO, en inglés), que es una organización que se ocupa del comercio justo desde los primeros pasos de la producción hasta la venta de los artículos, procurando en el proceso la mejora de las condiciones de vida de sus asociados.

Cojolya enfrenta el reto de pagar el salario mínimo a sus asociados y aumentar el monto cada cierto tiempo, según las ventas.

“La diseñadora trabaja los prototipos con una maestra tejedora, y antes de pasar al grupo, se establecen modelos y técnicas, además de los estándares de calidad”, afirma Carina Vásquez, quien se desempeña como CFO o directora financiera.

Estándares de calidad

Aunque hay historias de éxito como la de Laura y otras asociaciones que aglutinan a tejedores dispuestos al cambio y al trabajo de calidad, hay otras carencias por suplir.

“Es necesario desarrollar y planificar colecciones que van desde la idea conceptual hasta el proceso final de manufactura, incluidos la logística de comercialización, diseño de empaque y nichos de mercado para comercializar los productos, y esto lo logra un profesional del diseño y el mercadeo”, indica Debbie Faggiani, diseñadora industrial de vestuario y comunicadora para la industria de la moda.

La integración de estos profesionales, según la diseñadora, potencia la capacidad de trasladar las ventajas, características, valores artesanales y de simbología maya a imágenes creíbles y vendibles, respaldadas por un buen mensaje tipográfico que permita culturizar al futuro cliente.

Es claro que hasta hoy esta empresa no puede sobrevivir sin intermediarios que brinden ideas o tengan contactos en las grandes industrias extranjeras.

Pero tanto los grandes como los pequeños productores afirman que no reciben ayuda gubernamental que les permita mejorar su producción o entrar directo en el mercado.

Como todo comerciante, desean librarse en algún momento de los intermediarios, pues a la larga terminan quedándose con la mejor parte de las ganancias y constituyen una cortina que impide mejores condiciones para el comercio.

Aunque aún no cuentan con todos los elementos necesarios para convertirla en un proceso que beneficie a los involucrados, puede decirse que esa actividad doméstica ha comenzado un proceso de evolución lento.

“Por ser una actividad personal, la calidad de los tejidos siempre está en relación con los estándares autoimpuestos, lo que hace que solo algunos artesanos se distingan entre la mayoría”, opina Miralbés de Polanco.

Pero el problema no radica solo en la calidad, es decir, que muchos de los textiles no son sanforizados ni mercerizados, eso significa que encogen y decoloran, sino en aspectos más específicos, como encontrar soluciones a sus necesidades de mercado, opina Faggiani.

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