ALEPH

¿Abuelas que fueron víctimas de trata?

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Escuché muchas veces la historia de alguna abuela que fue robada por el abuelo en la feria del pueblo y a partir de allí formaron una familia. Siempre me inquietó saber si alguien se había preocupado en esa familia, a lo largo de los años, por preguntarle a la abuela al respecto y saber si había o no estado de acuerdo sobre lo que pasó o lo que sintió desde entonces. Recientemente, un amigo me comentó que habló con su abuela cuando ella ya tenía 85 años. Removiendo las memorias le contó que a los 14 años era una niña enamorada de otro jovencito de su misma edad, en un departamento del área rural del país. Era una niña feliz que iba a la escuela y soñaba con su futuro. Pero su padre tenía otros planes para ella: darla en matrimonio a un hombre 41 años mayor, quien le pagó por ese “intercambio” que hoy, en la ley contra la trata, está descrito como una modalidad de trata de personas y tiene el nombre de matrimonio servil o forzado. Lo que más me impactó de la anécdota es la parte con que mi amigo concluyó su relato: “Una vez salimos al jardín y había un árbol hermoso en plena floración y crecimiento. La abuela mandó a llamar a la persona de su confianza frente a mí y lo mandó a cortar. Yo le pregunté por qué quería cortarlo, si era bellísimo y estaba en un momento tan importante. Ella solo supo decir ‘porque lo sembró tu abuelo y yo a él lo odié toda mi vida’. Para todos fue un momento de profundo silencio”.

' Toca escuchar a muchas abuelas sin revictimizarlas, juzgarlas o culparlas.

Carolina Escobar Sarti

¿Cuántas familias guatemaltecas se han disfrazado de la romántica imagen del mítico modelo de familia nuclear, pero surgieron del sacrificio de millones de mujeres que son víctimas en esos matrimonios que no desean y luego forman generaciones desde el silencio, el dolor , la violencia y/o la amargura? En una reciente reunión convocada por la Secretaría de la Violencia Sexual, Explotación y Trata de Personas (SVET) sobre atención especializada a víctimas de trata de personas, la respuesta llegó sola. Muchas abuelas en Guatemala comenzaron sus familias siendo víctimas de trata o de intercambios pactados entre dos hombres: en este caso, el padre de la joven que vendió y el futuro marido que la compró.

¿Y por qué ella nunca salió de esa relación que la hizo tan infeliz y comenzó otra vida? Pregunta que siempre hacen con mujeres golpeadas, niños y niñas que quieren volver a sus familias maltratadoras o mujeres recuperadas en lugares de trata de personas. Eso se dice más fácil de lo que puede hacerse. Una víctima que no logra salir del lado de su victimario padece indefensión aprendida y, generalmente, hasta depende económicamente de él. Como dijo la experta puertorriqueña en entrevista forense, Saraí Irizarry, es porque hay un “trauma bonding” o vínculo traumático que psicológicamente hace adictas a las víctimas.

Al hablar de trauma es importante recordar que cuando una persona vive una experiencia traumática puede tener tres reacciones: pelea, huye o se paraliza. En mi experiencia, la mayoría se paraliza porque es mejor estar en un lugar conocido, aunque violento e inseguro, que en un lugar nuevo y desconocido donde las prácticas de relación son distintas a las aprendidas por el cuerpo, que, además, tiene memoria. Cuando pienso en la cantidad de abuelas que fueron víctimas de matrimonios forzados pienso en un trauma histórico y colectivo en Guatemala, que incluso se ha practicado transgeneracionalmente. ¿Ese trauma habrá impactado de manera negativa la realidad guatemalteca de los dos últimos dos siglos?

El poder de las palabras y de la escucha es enorme. Toca escuchar a muchas abuelas sin revictimizarlas, juzgarlas o culparlas. Toca entender que la trata de personas muchas veces comienza en los entornos más cercanos y aparentemente seguros, aunque la asociemos más fácilmente a las redes criminales de trata y tráfico. Toca generar entornos más seguros, dignos y esperanzadores para las niñas y adolescentes de hoy, para que ninguna quiera un día, cuando sea abuela, cortar un árbol que florece.

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Sociología y Ciencias Políticas de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, defensora de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas