Escenario

Vida Breve: Somos el tiempo que nos queda 

La gente se imagina a una periodista o escritora con papeles en la mano tomando notas. Sin embargo, soy una mujer que cuenta las cosas tal como las veo o tal como me lo dicta mi memoria sin tomar una sola nota. Antes escribía mucho en el asiento de un avión o en los lugares de los hechos, ahora escribo sin viajar a ninguna parte y comento los eventos, las tertulias o las fiestas cuando llego a casa. Necesito tranquilidad, y solo yo y mi máquina de escribir eléctrica, recordamos en silencio el mundanal ruido.

En este coloquio con mi anticuada maquinita anoto lo que he memorizado: las cosas y las conversaciones, las impresiones o anécdotas. Generalmente lo que cuento a mi máquina no son ficciones de mi imaginación, aunque alguien puede encontrarlo inverosímil. Se trata casi siempre de la realidad de alguna experiencia insólita o hechos arrastrados con suavidad y un poco de dulce melancolía, lo que es mi actitud ante la vida o mi propia manera de ser.

Con este estado de ánimo escribo lo que estoy pensando mientras el fatídico tren de la vida me está llevando a algunas viejas épocas de mi existencia o vuelvo a la actualidad con mis maletas llenas de observaciones y reconocimientos.

Para pensar no se necesita ser filósofo, los filósofos tienen sus teorías y los escritores tenemos nuestras impresiones. Sacamos conclusiones que pueden ser verdad o mentira. Todo depende de las circunstancias que nos rodean. A veces estamos eufóricos y nos reímos de todo, y otras veces intranquilos o meditabundos, pero en todas las edades se descubre algo bueno o malo y se entiende algo y por lo tanto se aprende a perdonar cuando surge el delirio de contarlo a los lectores, que también pueden revivirlo y contarlo a otras gentes si es que les place hacerlo.

Hoy parece que estoy divagando, ya que no he dicho nada concreto hablando de mi forma de escribir en lugar de encaminarme a decir algo general sobre la literatura de otros escritores con cuyas obras fui a dar en esta semana. Lo haré próximamente, puesto que ya no caben en el estrecho espacio de esta croniquita obras que han dejado profundas huellas en mi interior, dado que en el “interior” no llevamos solo el estómago sino unos órganos pensantes con posibilidades de aprendizaje, y puesto que no solo de las reuniones familiares vive el hombre y de conversaciones sobre los electrodomésticos la mujer, y de otros temas “desechables”, como los pañales del niño. Una misma historia se puede contar de diferentes maneras y también a la misma Historia, la que con el correr de los años se convierte en leyenda. Eso, lo que llamamos Verdad salta por los aires, hecha pedazos. Nada es igual cuando presentan los mismos hechos diferentes autores. Todo depende del enfoque, de la mirada del escritor y nadie es propietario de la Verdad, la que no existe o existe solo a medias y el resto es mentira. Lejos de decir una mentira Goethe, el gran poeta alemán, opinaba que la Verdad absoluta no existe y que todos tenemos nuestra propia verdad que suele estar lejos de la verdadera, ya que forma parte del rompecabezas de nuestras dudas. En definitiva, “las afinidades electivas” solo existen ahí donde reina el amor, la capacidad de soñar lo mismo, pero el tiempo que dura este sueño es indeterminable. Solo somos el tiempo que nos queda.

En ese maremagno que suele llamarse realidad, la conciencia personal del escritor se transforma en conciencia de los lectores a través de las palabras y de este modo los lectores habitan un tiempo que ya no les es propio en su lectura, lo que se rememora en su multiplicidad reflexiva. A veces me preguntan para qué sirve la literatura, y digo, que sí sirve, puesto que es la ciencia de la vida. Somos el tiempo que nos queda y que nos hace lo que somos. La memoria personal o individual del escritor adquiere un sentido social a través de su lenguaje y así su experiencia personal se convierte en colectiva, en una conciencia o experiencia de muchos.

nota de la editora:

El mundo de las letras y la cultura está de luto, y esta sección en particular debido al sentido fallecimiento de Irina Darlée, columnista de este rotativo y de esta sección. Compartimos con sus lectores esta última columna que habla del amor que sentía por la vida esta gran mujer.