Pluma invitada
Gobiernos que fallan: reestructuración y revitalización del Estado sin improvisación
Repetir planes sin transformar el Estado solo prolonga el fracaso institucional del país.
Guatemala necesita mucho más que reformas aisladas o cambio de partidos y funcionarios para salir del estancamiento estructural y mejorar la salud, bienestar y desarrollo de su población. Los gobiernos que fallan, una y otra vez, lo hacen por su incapacidad de transformar el aparato estatal: un sistema marcado por ineficiencias, abuso, fraude y corrupción. Aunque los planes de gobierno abundan —nacionales, sectoriales, incluso presentados como innovadores—, la mayoría termina archivada, reciclada o abandonada por falta de liderazgo, coherencia y capacidad de ejecución. Mientras no se modernicen las bases del Estado, toda promesa de reforma seguirá frustrándose, y el deterioro institucional se perpetuará.
Repetir planes sin transformar el Estado solo prolonga el fracaso institucional del país.
Esta es la segunda de tres columnas que desarrollan la estrategia tripartita planteada en “Gobiernos que fallan: sin visión de nación no hay transformación” (14/06/25), donde se propuso una hoja de ruta integral para construir un proyecto de nación a largo plazo. En la primera entrega —“Gobiernos que fallan: el liderazgo transformacional que hace falta” (19/07/25)— se abordó el liderazgo transformacional como punto de partida de una renovación gubernamental real. Hoy, el foco es la reestructuración y revitalización (R&R), entendidas como condiciones habilitantes para toda política pública. Reestructurar implica rediseñar funciones, estructuras y procesos para eliminar duplicidades, cerrar vacíos de gobernanza y mejorar la eficiencia institucional. Revitalizar significa recuperar el propósito, la ética y el desempeño del servicio público, fomentando una cultura de excelencia y rendición de cuentas.
¿Qué significa, entonces, reestructurar y revitalizar el Estado en la práctica? Significa desmontar todo un entramado de mandatos superpuestos, funciones duplicadas, procesos fragmentados, estructuras obsoletas y costos administrativos excesivos que bloquean cualquier intento serio de reforma. También significa erradicar las raíces de la corrupción, el clientelismo, el abuso y la ineficiencia. Pero, sobre todo, significa construir algo nuevo: un gobierno funcional y moderno, con servicios públicos de calidad, infraestructura operativa, hospitales especializados accesibles, educación de excelencia, innovación tecnológica, sostenibilidad ambiental, seguridad integral y justicia social. Un Estado que sirva, responda y genere confianza.
Propongo una hoja de ruta estratégica R&R basada en tres metas interdependientes: modernizar las capacidades gubernamentales técnicas, programáticas, gerenciales y financieras, fortalecer e innovar programas y servicios, y generar impacto nacional tangible, equitativo y sostenible. Estas metas se traducen en nueve objetivos clave y 27 estrategias prioritarias: una matriz 3 x 3 x 3 que organiza el cambio con lógica, evidencia y visión.
La propuesta nace de experiencias reales, no de teorías. Ha sido implementada en salud pública en EE. UU., desarrollo internacional en El Salvador y programas de asistencia técnica en en VIH/sida en Centroamérica. En todos los casos se lograron resultados concretos: eficiencia operativa, impacto medible y confianza institucional.
Guatemala puede y debe hacer lo mismo. Para lograrlo necesita abandonar la improvisación, el reparto de cuotas de poder y la captura del Estado. Debe prepararse para gobernar con planes, equipos y estructuras R&R listos para servir, no para servirse. Solo así se romperá el ciclo de inercia y fracaso que ha caracterizado a sucesivos gobiernos. Para más información, visitar: https://drive.google.com/file/d/1KyLVpkzmzXNq8QzTkzjDvZc6gVM4Axqv/view?usp=share_link.