Con otra mirada
El encomiable servicio del IGSS
De exquisita y delicada atención personalizada, por demás encomiable y que agradezco
En el corto lapso de un año debí internarme en una sala de operaciones para tratar dos hernias, umbilical la primera, en noviembre 2024, inguinal, ahora en diciembre 2025. En ambos casos, el servicio de consulta, programación y cirugía las tuve en el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS). Una en el hospital general Juan José Arévalo Bermejo, zona 6 de la Ciudad de Guatemala, la otra en el hospital de La Antigua Guatemala.
En ambos casos, la atención fue insuperable. Desde la primera consulta, exámenes de laboratorio y análisis externos; no digamos la hospitalización propiamente dicha, que incluye toda la gama y escala laboral: personal de seguridad y limpieza, administración; asistentes, técnicos, enfermería, médicos y especialistas. En todos sobresale la calidad humana propia de los guatemaltecos, sumada a su innata gentileza y disposición por atender hasta los mínimos detalles y necesidades que en calidad de paciente se puedan presentar.
La experiencia en el hospital general fue impresionante, pues el volumen de pacientes que atiende cada día es enorme, al punto de que pareciera imposible que en aquel maremágnum haya algún orden; sin embargo, lo hay y todo parece funcionar. De nuevo, destaca la capacitación técnica, social, sicológica y humana del personal. En aquella oportunidad, fuimos unos dieciséis pacientes internados para cirugía menor, otros tantos para otras intervenciones, además de quienes ya estaban instalados o en proceso de observación, recibiendo por igual, óptima atención. El edificio, las instalaciones, mobiliario y menaje denotan la intensidad del uso, en tanto que el equipamiento médico denota su constante actualización.
Dirigió Guatemala del 10 de diciembre de 1921 hasta su muerte, el 26 de septiembre de 1926, hecho inesperado ocurrido en ese hotel.
Las clínicas Panchoy y el Hospital de Antigua Guatemala La Capitanía son relativamente nuevas. Se asentaron en parte de la finca que perteneció a Otto Augener, de unas veinte manzanas, que el dictador Jorge Ubico le expropió por ser alemán, luego de declarar la guerra a Adolfo Hitler, en plena II Guerra Mundial. La finca estuvo dedicada al café y albergó el Hotel Manchén, que ofrecía tranquilidad, confort y esmerado servicio, y es “El único hotel en la ciudad que tiene una sección con baño privado en cada cuarto” y un menú en inglés, francés, alemán y quiché. Como dato histórico, durante la presidencia de José María Orellana fue creada la moneda quetzal. Dirigió Guatemala del 10 de diciembre de 1921 hasta su muerte, el 26 de septiembre de 1926, hecho inesperado ocurrido en ese hotel.
Como propiedad del Estado, el presidente Ubico lo remodeló, dándole la apariencia que hoy mantiene su fachada hacia la calle El Manchén. Para eso incorporó elementos arquitectónicos como el zócalo, sillares de las ventanas y rejas de bolillos de madera de la casa Popenoe (sin duda una de las mejores de la ciudad, que fue y sigue siendo ejemplo de conservación). En 1951, la revolución de octubre de 1944 dedicó el viejo hotel al Hospital Nacional Infantil Elisa Molina Antigua Guatemala, a cargo de la Secretaría de Bienestar Social.
En la década de 1970, el Banco Nacional de la Vivienda usó parte de la propiedad para desarrollar un conjunto habitacional: colonia El Manchén, de interés social, apegado a las exigencias del Consejo Nacional para la Protección de La Antigua Guatemala, y más recientemente, en la década de 1990, el IGSS instaló las clínicas Panchoy. Este año entró a funcionar el Hospital La Capitanía, en lo que fue el viejo hotel, que es un lujo de instalaciones, equipamiento y, como anoté al inicio, de exquisita y delicada atención personalizada, por demás encomiable y que agradezco.