Vida

Huidobro, el poeta y su canario desafinado

Ni Apollinaire, Breton, Eluard o Alexandre han llegado en libertad creadora y fertilidad de imágenes a la altura de Vicente Huidobro.

El gran poeta chileno es el poeta que aplica la llave del infinito para abrir las puertas de la imaginación creadora a las imágenes poéticas. Pasan muchas cosas en su mundo. ?Los días son los azadones del tiempo?, que cavan sin reposo en nuestras vidas. Parece que como en un caleidoscopio van variando al azar las imágenes. Dice, ?hay que partir desde allá lejos, y el mundo será como ventanas encendidas, desde las cuales veremos cruzar las sombras en los espejos?.

Sombras reflejadas de la realidad. Porque así es el ?ver? del que parte Vicente Huidobro, este enorme poetas metafísico en su poema ?Ecuatorial?, que es un poema que se refiere a muy insólitas conquistas. El poeta se las ingenia para inventarse unos personajes y unos animales, pero no copia a la naturaleza: ?un pájaro se entibia al sol, y estando en este amanecer, el sol pierde un ala?. Con imaginación poética escribe: ?Sentados sobre el paralelo/ miramos nuestro tiempo?. Allá, fijo e inalcanzable ?el viento mece los horizontes/ colgados de las jarcias y las ventanas?. Huidobro no oye cantar un pájaro sobre un árbol, ya que escucha hacerlo sobre el arco iris. Al viajar con su fantasía ?la nave mueve también los horizontes?, y nos dota de un mundo que depende de sus emociones.

No hemos visto algo parecido en la realidad del mundo en que vivimos, pero nos complace contemplarlo en el poema de Huidobro, que crea un árbol, una estrella o un arco iris con funciones diferentes a las que poseen en la naturaleza. Todo es como esas bandadas de golondrinas jóvenes que cantan sobre las olas invertidas. ¿Qué verá Huidobro después de las olas invertidas en su poema ?Ecuatorial?? El ver del poeta es un ver de continua inventiva. Aparece un mar de humaredas verdes, un mar deshaciéndose en la verdura de sus humos. Un mar para calmar su sed de antaño, lleno de ?flotantes caballeras? Hay en este mar un serafín náufrago que teje coronas de algas.

La vida no se detiene nunca, no termina ni con el naufragio de las ansias más verdaderas de un hombre, aunque sea poeta, así los viejos marinos de Marsella continúan activos, ?los que viven en el fondo de sus pipas?.

Todo poeta desde temprana edad goza de una experiencia que lo hace ver el mundo con ojos de hombre antiquísimos. El poeta no debe olvidar su destino, si no desea ver a otro escribiendo los poemas que debieron salir de su pluma. Por eso un emigrante -según Huidobro- a pesar de ser ciego, trajo cuatro leones amaestrados. Otro, lleno de exquisitez, llevó al hospital del puerto, nada menos que a un ruiseñor desafinado, para su cura.

ESCRITO POR: