TIEMPO Y DESTINO

La pastilla que viene de lejos

Luis Morales Chúa

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He tenido en mis manos un blister-pack (empaque al vacío hecho con aluminio) de pastillas medicinales de las que se da a los afiliados al Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS) en sus centros de atención médica.

No hago juicio de valor sobre ese medicamento porque los controles de calidad en esa materia corresponden a especialistas que utilizan modernos equipos para determinar la calidad y pureza de esos productos.

Pero, ahora que la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala y el Ministerio Público han desmantelado una red delictiva que ha sustraído ilegalmente muchos millones de quetzales al Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, al cual estoy afiliado desde su fundación, considero oportuno mencionar un aspecto colateral del problema descubierto por los investigadores oficiales y de otros que, seguramente, descubrirán, que hasta el momento aparentemente no ha sido tomado en cuenta.

El blíster tiene la siguiente leyenda: “Hecho en la India para el laboratorio xx de Guatemala”, transacción que puede ser lícita; pero, económicamente perjudicial para el comprador, porque el precio de la pastilla se encarece anormalmente.

El precio de compra, en el presente caso, se forma por la conjugación de varios elementos básicos a los cuales hago aquí referencia, al margen de teorías económicas acerca del precio de mercado, valor de uso, valor de cambio, valor natural, ni de la ley de la oferta y la demanda. Solo examino un caso práctico: el del IGSS. Aquí intervienen el coste total de la producción en la India; el del transporte desde su origen hasta Guatemala; la ganancia lícita del comerciante, el aumento artificioso e ilícito del precio de compra y, finalmente, el monto de la comisión o mordida de quien propicia la entrega final.

Pues bien, si la pastilla es transportada a una distancia de 5 kilómetros tiene un precio a). Si es transportada a una distancia de 10 kilómetros un precio b), mayor que el primero. Una pastilla proveniente de la India recorre 16,000 (dieciséis mil) kilómetros; pero, si fuese producida y comprada en Miami, el recorrido sería de solo 1,500 (mil quinientos) kilómetros. Suponiendo que el transporte se hiciera en avión —más barato en barco— en el primer caso el transporte de la pastilla duraría unas diecisiete (17:00) horas. En el segundo solo dos horas y media (02:30 horas). Hay pues una diferencia de catorce horas y media (14:30 horas) y por lo tanto, en este supuesto, el valor del transporte, más elevado, encarece innecesariamente la medicina y causa víctimas inocentes entre los enfermos.

La primera inquietud es esta: ¿Por qué el IGSS compra medicinas producidas en la muy lejana India, cuando le sería más económico comprarlas en ciudades de los Estados Unidos, considerablemente más cercanas? Y otra más: el IGSS compra medicinas —con aparente igual garantía de calidad— en tres o más países. Tienen diferentes marcas para un mismo producto. ¿Por qué no comprar de una marca de prestigio en un solo país?

El asunto merece ser investigado porque sabido es que la masiva producción y venta de medicinas falsas o de baja calidad se origina en países asiáticos y son vendidas en países subdesarrollados y pobres, como Guatemala. No digo que las producidas en la India sean falsas o de baja calidad; pero, lo que parece una verdad incontrastable es que los mejores controles de calidad de los medicamentos están en los Estados Unidos, el Reino Unido, Alemania, Suiza y otros países altamente desarrollados; así que ¿por qué no hacer compras directas con los productores, evitando a intermediarios y especuladores?

Vale la pena tomar en cuenta este oscuro aspecto del negocio, ahora que la investigación oficial está calando hondo en instituciones de los tres poderes del Estado —procesados dos presidentes del Congreso, dos del Organismo Ejecutivo y una presidenta del Organismo Judicial, más un centenar de otros funcionarios y empleados públicos.

Bueno es recordar que si se escarba hondo puede ser hallada mucha más carroña.

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