SI ME PERMITE

La cautela juvenil asegura una madurez feliz

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“En los campos de la vida no hay más que una primavera”. Lope de Vega.

En el diario vivir, cuando uno está dispuesto a escuchar, recibe todo tipo de advertencias y cada una de ellas tienen fuentes muy diferentes que nacen de vivencias del pasado, pero es valedero ponerle oído y darle el espacio a cada una de ellas para que podamos evitar tropiezos desagradables que una vez que se tienen de nada sirve recordar lo que se nos había dicho y aconsejado.

' Antes de aplaudirles a los jóvenes por sus decisiones tienen que manifestar un equilibrio de cautela.

Samuel Berberián

Nadie en esta vida debiera tener experiencias accidentadas, pero cuando nos detenemos a ver cómo algunos viven, nos damos cuenta de que poco o nada hicieron para evitarlas. Es clásico que, una vez ocurrido el accidente, tenemos todas las alternativas con nosotros del cómo lo habríamos podido evitar, pero ahora para qué. Cuando se viven los años de la juventud, estos están llenos de retos y desafíos, los cuales se tienen que sopesar para saber cuáles de estos son para uno y los que posiblemente pueden ser aprovechados por otros.

Hay una mezcla de admiración en las vivencias que conllevan riesgo, lo cual es natural, pero por eso es preciso saber cómo entretejerlos con la máxima responsabilidad, para que puedan ser simplemente retos y no por ello transformarse en tragedias desagradables.

Es muy importante para los que viven los años formativos de su vida tener personas con la debida madurez para que les puedan inculcar cautela en los procesos que están y no simplemente paralizarlos. Para muchos, la cautela es no hacer nada y no probar nada, cuando en realidad la cautela tiene que ver con cálculo, preparación y visualización de lo que se quiere hacer.

Una vez pensado bien, uno camina con cautela. Es exactamente como cuando uno entra en un cuarto oscuro, por más que anteriormente haya estado allí, cada paso que se da se da con cuidado para no tropezar con un obstáculo.

Hay quienes, para evitar riesgos, lo único que hacen es matar toda iniciativa de los que están intentado cambiar la rutina y escoger nuevos horizontes, y simplemente lo hacen para no tener que vivir riesgos. Eso no es correcto, porque toda la vida está llena de riesgos, pero la cautela y la instrucción nos ayudan a evitar probables daños en los pasos que damos.

Es de sabios, cuando uno tiene que proyectarse previamente, tomar unos minutos, en una sana retrospección, considerando el camino que se ha recorrido y que nos ha enseñado ese trecho que hemos caminado, porque si hemos aprendido algunas cosas eso es un logro para poder aprovecharse; de lo contrario, lo que repetimos en la vida son los errores y los lamentos, que de nada nos ayudan. La frase tan popular que se escucha, “se lo digo por experiencia”, no es más que una vivencia que nos enseñó algo y lo podemos compartir con otros. Eso no siempre significa que han tenido vivencias favorables. Por encima de la calidad de la vivencia siempre nos enseña si debemos repetirla o bien evitarla.

Muchos jóvenes en su madurez han podido aprender de sus mayores, sea en la simple observación o porque se los han compartido, pero ha sido un peldaño a su favor para poder ellos alcanzar metas mayores que aquellos que los han antecedido en la vida.

La verdadera madurez para la generación de jóvenes es caminar con pie de plomo a sus metas trazadas y evitar tener que correr a ciegas y al final estar lamentándose por no haber llegado a nada.

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.