DE MIS NOTAS

Todos somos Jimmy

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Aún se evocan aquellas pequeñas, pero comunicacionalmente eficaces vallas, colocadas en cruces estratégicos con el rostro de un joven de pelo negro y mirada ingenua y un eslogan que decía “la fe mueve montañas”. Le siguió otra con un mensaje concebido con un olfato acertado justo en medio del descalabro Baldetti/PP/Pérez Molina y las manifestaciones de mayo protestando el cansancio chapín contra la clase politiquera. Y con el eslogan: “Ni corrupto, ni ladrón”, calando hondo, se monta encima de la ola antipolítica, la ola del hartazgo ciudadano, la ola de la cruz estampada sobre la mayoría de papeletas electorales señalando el rechazo a un sistema politiquero decadente y turbio. Y gana.

Y el inexperto comediante se convierte en presidente sin tener la menor idea de lo que es trabajar en las profundidades de las minas de carbón de la administración pública luciendo vestimentas blancas. Nadie le dijo que este es un sistema político lleno de vericuetos y venenillos atávicos y recurrentes de larga data cultural al que le han tratado de hacer algunos chapuces constitucionales, algunas reformas dispersas e incompletas y últimamente montándole una cabeza de playa internacional diz que mata vampiros selectivos, pretendiendo que el sistema hace al ciudadano y no el ciudadano al sistema.

Los dados están cargados… Es la cultura la que cuenta. Ya lo señalaron Harrison y Huntington en aquella influyente obra: Culture Matters, La cultura importa, que enfatiza los valores culturales y actitudes como determinantes para el desarrollo de un sistema político sano y funcional que permite generar riqueza.

Y lo reitera Vargas Llosa recientemente: “que las reformas económicas, educativas y judiciales necesarias para la modernización de América Latina no pueden llevarse a cabo a menos que sean precedidas o acompañadas por una reforma de nuestras costumbres e ideas, del conjunto complejo sistema de hábitos, conocimientos, imágenes y formas que se entienden por «cultura». La cultura en la que vivimos y actuamos hoy en América Latina no es ni liberal ni es totalmente democrática. Tenemos gobiernos democráticos, pero nuestras instituciones, nuestros reflejos y nuestra mentalidad están muy lejos de ser democráticos. Siguen siendo populistas y oligárquicos, o absolutistas, colectivistas o dogmáticos, viciados por prejuicios raciales y sociales.

Reducido a una expresión simple, en Guatemala “estamos como estamos porque somos como somos”. Ignorancia, pobreza, analfabetismo, subdesarrollo, son la herencia de nuestros caudillos, nuestros intelectuales dogmáticos y sus gobiernos politiqueros construidos sobre los incentivos perversos ancestrales heredados desde la Colonia, con esa inclinación insana de centralizarlo todo asignándole al gobierno, a su autoridad y a los favorecidos de turno, más importancia que a la libertad y las responsabilidades individuales. Por eso somos tan burócratas y llenos de sellos, tramitologías y “burrócratas” con poder discrecional para no servir, sino servirse de la cosa pública. Un sistema político de escasa representación, creado para explotarlo como inversión por mercenarios politiqueros y empresarios mercantilistas.

Por eso celebro la propuesta de Acisclo Valladares para reformar el artículo 157 mediante el sistema de distritos pequeños, que acaba con el monopolio de partidos políticos al permitirle a cualquier ciudadano participar “representando” a “su” distrito, por un periodo de dos años. La última esperanza de devolverle a la ciudadanía el poder de su legitima representación legislativa.

Y en ese desafío de “cambiar el sistema” pretendemos creer que un inexperto excomediante sin ninguna experiencia política, sin estructura partidaria de soporte, ni operadores políticos, no está exento de meter la pata, acosado encima por la escudería internacionalista, sus operadores locales, un MP abusivo, irrespetuoso y hostil, y ese engranaje de la línea que sigue tan vivo, operativo y resurrecto como Lázaro.

alfredkalt@gmail.com

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.