Escenario

García Márquez: pistas y recuerdos

El deceso de Gabriel García Márquez, el pasado 17 de abril, ha removido una serie de inquietudes y memorias en quienes nos dedicamos al estudio de las letras. Sin duda, este fenómeno proviene del impacto vigoroso, trascendente, que las obras de Gabo generaron en la cultura hispanoamericana.

Ahora, pretendo apuntar y comentar brevemente algunas líneas de reflexión que pueden ser útiles para quienes deseen acercarse a las obras del célebre autor.

En primer lugar, resulta esencial en las narraciones de García Márquez la síntesis afortunada entre una serie de obras narrativas estadounidenses, en particular de autores como John Dos Pasos y William Faulkner. Esta cuestión ha sido tratada ya por varios críticos literarios, pero estoy seguro de que, por su importancia, puede todavía servirnos como pista para el análisis y la reflexión. En verdad, esta lectura creativa de la narrativa estadounidense de la década de 1930 aparece también de manera sobresaliente en varios escritores hispanoamericanos, por ejemplo Juan Carlos Onetti, Mario Vargas Llosa o Juan Rulfo.

Otra característica que deseo subrayar consiste en la magistral capacidad lingüística de García Márquez. No se trata solamente de un sello de su personalidad, sino también de la evolución de su prosa, particularmente durante los años en que se dedicó al periodismo. El estilo de García Márquez se inscribe en la nómina de literatos españoles e hispanoamericanos en cuyo estilo es fácil reconocer la constante barroca que marca a la literatura en español, particularmente desde el siglo XVII.

Conviene subrayar este último dato, ya que aparece en la mayoría de los autores que se inscriben en el llamado boom. En algunos de ellos, el ejercicio periodístico fue marginal, mientras que en Gabo fue una actividad prioritaria que ejercitó desde siempre.

Desde luego, otra constante fundamental en los textos de García Márquez es la genial imaginación que le llevó a edificar universos literarios inolvidables. Por supuesto, lugar cimero ocupa la familia Buendía, en cuya caracterización y acción creo apreciar el influjo de Rabelais. Por lo tanto, hay razón en afirmar que los intentos posteriores en emular la narrativa de Gabriel García Márquez, desde su estilo y actos imaginativos, resultan estériles. El llamado realismo mágico no resulta exitoso como una escuela o influencia, sino más bien como un momento interpretativo singular en la historia literaria latinoamericana.

No quiero alargarme dada la índole de este artículo. Sin embargo, tampoco quiero omitir otra pista de investigación que juzgo fundamental. Me refiero a la destreza y honestidad con que García Márquez evitó que sus textos narrativos fueran desbordados por su ideología. En este sentido, Gabo mantuvo desde muy joven una simpatía clara por las opciones del socialismo, sabiendo, sin embargo, sofrenar la tentación panfletaria en que han caído diversos autores contemporáneos.

Si se me permite una nota personal, debo afirmar que la lectura y comentario de las obras de Gabo constituyeron un componente de primer orden en los cursos que serví en diversas universidades. Pero ese mismo hecho me lleva a recordar la fecundidad que las obras de García Márquez tuvieron en mis colegas y en mis alumnos. No es este el momento para formular un recuento de esas experiencias; pero sería injusto olvidar las tesis y monografías que sobre aspectos de la narrativa de Gabo produjeron discípulos y colegas míos como Dante Liano, Lucrecia Méndez de Penedo, Gustavo Wyld, Roberto Peña y María del Carmen Meléndez de Alonzo. También tengo presente el curso que vino a dictarnos en 1978 el querido colega Roberto Paoli. Las sesiones docentes generadas por Paoli fomentaron en aquel momento un diálogo enriquecedor sobre las obras de García Márquez en el seno del Departamento de Letras de la Universidad de San Carlos de aquellos años, cuya vitalidad académica ha sido irrepetible.

La muerte trae memorias y descubrimientos. Leer las obras de García Márquez es el menor homenaje a su muerte.

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