Guatemala

Bebé guatemalteco busca un trasplante en Chicago

Luis Eduardo Aquino, un guatemalteco migrante de 18 meses, puede morirse en cualquier momento si no recibe un nuevo hígado.

La trágica historia de un bebé guatemalteco de 18 meses que pasó a integrar la lista creciente de inmigrantes indocumentados que llegan a Chicago, Estados Unidos, en busca de un trasplante gratuito que le salve la vida.

El pequeño, Luis Eduardo Aquino, puede morirse en cualquier momento si no recibe un nuevo hígado, declaró su madre, Cindy Aileen Sandoval.

La atresia biliar que padece impide que el hígado deseche la bilis y le provoca varices en el esófago que pueden estallar y desangrarlo.

Es por eso que Cindy y su esposo, Luis Aquino, salieron de Guatemala hace ocho meses en busca de una cura, alentados por una entrevista que vieron en televisión sobre un caso similar en Chicago y las noticias de que en Illinois se hacen trasplantes gratuitos a los indocumentados.

El caso comenzó tiempo atrás y en 2014, la familia organizó varias actividades benéficas para tratar de conseguir Q1 millón y costear la cirugía en Taiwán, ya que en Guatemala no existe ningún hospital que ofrezca este tratamiento.

Los esfuerzos de los padres y amigos fueron en vano, la enfermedad siguió afectando a Luis Eduardo.

“Es difícil saber que en el país de uno no existen los cuidados médicos necesarios, pero con amor y mucha fe se cruzan fronteras en busca de lo que sea”, expresó Cindy.

Tocando puertas

Antes de llegar a Chicago estuvieron en dos hospitales de Florida por un inconveniente de salud sufrido por el niño, oportunidad que sirvió para que los médicos evaluaran su enfermedad y los pusieran en contacto con el Hospital de Niños de Texas.

Pero en todos los casos el problema fue el estatus migratorio de la familia y la falta de seguro médico para cubrir los costos de un trasplante de hígado y los medicamentos que debería tomar el niño por el resto de su vida.

“Fue muy duro que nos dijeran que solamente lo iban a medicar a la espera de que se muriera”, dijo la madre, quien consiguió la fuerza necesaria para seguir el viaje hasta Chicago, pero esta vez por carretera para evitar los riesgos de estallido de las varices que se correrían en un vuelo.

El caso que los motivó fue el vivido hace dos años y medio por el salvadoreño Alexander Hércules y su esposa, la guatemalteca Mindi.

Su pequeña hija Jade, que había nacido en Guatemala con el mismo problema y fue desahuciada por los médicos en su país, recibió ayuda en el centro médico de la Universidad de Chicago y se le trasplantó un nuevo hígado.

“Tocamos las puertas de la universidad en febrero de 2013; le hicieron el trasplante cinco meses después y ahora, después de otras 29 operaciones, está bien”, recordó Hércules en una entrevista con EFE.

Desprecio

Sin embargo, esta familia también sufrió mucho por su condición de indocumentada y los hospitales a donde fueron antes no les quisieron recibir. “Me sacaron a la calle y me despreciaron”, dijo Hércules.

Es por eso que cuando Cindy y Luis le pidieron ayuda, les alentó a viajar a Chicago y les alojó en su pequeño apartamento de un solo dormitorio.

“Es un caso difícil, no podemos asegurar nada, pero Dios es bueno y es el que abre puertas”, dijo Hércules, que conectó a los recién llegados con el pastor salvadoreño José Landaverde, el abanderado de la lucha para que los indocumentados reciban tratamiento gratuito en los hospitales de Illinois.

Según informó el pastor, la Misión de Fe, Vida y Esperanza que él dirige tiene una lista de 150 personas que llegaron de México y de otros estados del país como Michigan, Nueva York, Oregón, Maine, Texas, Carolina del Norte, Miami y California en busca de un trasplante.

Una ley aprobada por la Asamblea Legislativa de Illinois en octubre del año pasado, la primera de su tipo en Estados Unidos, cubre los gastos de trasplantes de riñón a través del Medicaid de cualquier paciente que viva en el estado, sin importar su estatus migratorio.

Emergencia

En Illinois, la diálisis se considera tratamiento de emergencia en los hospitales con un costo anual de US$60 mil (unos Q462 mil), comparado con los US$100 mil que cuesta un trasplante.

En el caso del pequeño Aquino se necesita un hígado, pero Landaverde está dispuesto a “pelear hasta con los dientes” para lograr que sea atendido.

Junto a otros pastores de la Red de Oración USA, se prepara además un viaje a Washington para demostrar al Gobierno federal que la falta de trasplantes es un problema nacional, y para “globalizar la campaña” y presionar a los otros estados a que hagan lo mismo que Illinois.

“La gente se muere por no tener documentos”, dijo Landaverde, para quien “todas las vidas valen lo mismo”.

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