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1945: horror nuclear sacude a Japón

El 6 de agosto de 1945, el fuego nuclear de Estados Unidos redujo a cenizas la ciudad japonesa de Hiroshima, carbonizando instantáneamente a más de 25 mil personas. Sesenta y cinco horas después, el 9 de agosto, le tocó el turno a Nagasaki, con un saldo de más de 13 mil muertos.

La explosión de Hiroshima el 6 de agosto de 1945.(Foto: AFP)

La explosión de Hiroshima el 6 de agosto de 1945.(Foto: AFP)

Esas dos bombas atómicas matarían en total, año tras año y tras una lenta agonía, a unas 330 mil personas, entre ellas a unos 10 mil trabajadores forzados coreanos. Marcarían además, el fin de la Segunda Guerra Mundial, con la capitulación de Japón, seis días más tarde, y el comienzo de la Guerra Fría.


La II Guerra Mundial vivía sus últimos días, pero se temía que el Ejército Imperial de Japón prolongara los combates por varios meses más. El físico Henry de Woolf Smyth refiere que el 4 de agosto estuvo presente en una reunión en la que el presidente de Estados Unidos, Harry S. Truman preguntó a sus asesores cuántos habitantes tenía Hiroshima. Le dijeron que alrededor de 60 mil.

Truman dijo: “Es mejor que mueran 60 mil japoneses a dejar que maten a un millón de americanos” (diario contenido en la Biblioteca Harry Truman). Sin embargo la decisión estaba tomada desde días antes. Un borrador con el comunicado oficial estaba listo ya el 31 de julio.

El 6 de agosto, el Departamento de Guerra transmitió un mensaje en el que exponía el “hercúleo” trabajo que había representado la fabricación de la bomba, fruto de la “colaboración” entre industria, ciencia y ejército. Sobre su potencial destructivo se limitaba a decir que “rebasaba” la imaginación. Y que nadie podía imaginar tanto dolor y sufrimiento civil.

Sonriente, el coronel Paul Tibbets saludaba desde la ventanilla de la cabina del Enola Gay, el avión que horas más tarde soltaría la primera bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima aquel 6 de agosto. Un reloj, que milagrosamente sobrevivió intacto entre los escombros, se detuvo a las 8.15, la hora en que la mortífera explosión tuvo lugar.

Según los cálculos, la bomba explotó a 500 metros del suelo. El hongo atómico se elevó a más de 10 kilómetros de altura. El copiloto del Enola Gay, Robert Lewis, refiere el panorama tras la explosión: “Donde habíamos visto una radiante ciudad dos minutos antes, ahora no podíamos ver nada. Podíamos ver humo y fuegos trepando las montañas”.

El presidente Truman estaba a bordo del buque crucero Augusta cuando recibió la notificación del ataque con la bomba, que había sido bautizada “Little Boy” por su tamaño menor a “Fat Man”, la otra bomba disponible, que caería el 9 de agosto a las 11 de la mañana sobre la otra víctima estratégica: la ciudad de Nagasaki. A las 11.02 fue lanzada la segunda bomba, Fat Man. El cielo, nuboso, no permitió visualizar el objetivo prioritario: la ciudad de Kokura. Un barrio popular resultó totalmente arrasado.
 

Efectos terribles

En los primeros segundos de la explosión de una bomba nuclear se propaga una onda térmica que incendia cualquier material inflamable en un radio de varios kilómetros. Después viene una onda de presión (llamada onda de choque) desplazándose rápidamente desde el centro de la explosión hacia afuera, que supera los efectos de un huracán en un radio aproximado de 1 km.

Le sigue una onda de succión que acaba de destrozar lo que aún quedaba en pie. A todo esto hay que añadir los efectos de la radiactividad que contamina la zona de la explosión y que puede producir la llamada lluvia radiactiva (caída de material radiactivo que se había elevado en la explosión) en puntos más alejados.

Lo que Lewis, Truman y muchos más otros no vieron fue que Hiroshima tenía entonces unos 250 mil habitantes, de los cuales murieron entre 70 mil y 80 mil solo por la onda expansiva, pero dado que la bomba atómica no solo mata por la detonación sino por la radioactividad, para el final de 1945 habían muerto otras 50 mil personas.

Hasta 1952, la censura estadounidense prohibió a Tokio publicar cualquier información sobre los dos bombardeos, justificados por la necesidad de asestar el golpe de gracia al imperialismo japonés. El 14 de agosto de 1945, el imperio Nipón pidió la paz, y capituló sin condiciones el 2 de septiembre. Pero los documentos diplomáticos de la época revelan que Japón decidió rendirse a causa de la declaración de guerra soviética, el 8 de agosto.

Quemaduras, úlceras, pérdida de cabello, alteraciones genéticas y cáncer fueron algunas de las afecciones que sufrieron los sobrevivientes, algunos de los cuales todavía son testimonio vivo, tal es el caso de Eiji Nakanishi, que tenía 3 años de edad. Sobrevivió gracias a una gran cantidad de ceniza que le cayó encima y a que los pilares de su casa quedaron en pie. Sin embargo, en lugar de tratar de olvidar la tragedia, Nakanishi se ha dedicado a promover el desarme nuclear. “Ese fue un infierno creado por el hombre. Fue la acción terrorista más importante del siglo XX, a pesar de la obstinación de algunos políticos, aún es posible evitar la proliferación atómica”, indicó en una entrevista.

Cada 6 de agosto, Hiroshima recuerda con un minuto de silencio a sus muertos. Ceremonias, oraciones y llamados al desarme nuclear son constantes en el fatídico día. Hoy Hiroshima, es una urbe de más de un millón de habitantes, hay aproximadamente 68 mil supervivientes de la bomba atómica con una edad media de 77 años, cuyos relatos adquieren cada vez más valor para proteger sus experiencias del olvido.

Nueva era bélica

El 16 de julio de 1945, a las 5.30 (hora local), comenzó la era de las armas nucleares. En el desierto de Alamogordo, Nuevo México, en un recinto acotado y estrictamente vigilado, los estadounidenses hicieron explotar la primera bomba nuclear. Hasta el último segundo nadie sabía con certeza si los cálculos efectuados habían sido los correctos, si todo iba a quedar en una fallida y ridícula explosión, o si ésta podía ocasionar una catástrofe gigantesca, a nivel mundial.

La primera bomba nuclear fue el producto de la colaboración internacional, ya que tuvo como padres a científicos ingleses y estadounidenses como J. Robert Oppenheimer; italianos, Enrico Fermi; daneses, Niels bohr, y otros destacados hombres de ciencia de varias nacionalidades, entre ellos emigrantes europeos, como el doctor Klaus Fuchs, el comunista alemán que comunicó a los soviets importantes datos sobre la bomba.

Las bases teóricas las estableció, decenios antes, Albert Einstein, quien recomendó, en 1941, la fabricación de la bomba, pero que, posteriormente, no tomó parte en los trabajos y acabó señalando que la recomendación había sido uno de los grandes errores de su vida. El físico alemán Otto Hahn pertenece también, como mínimo, a la generación de los padrastros de la bomba nuclear, ya que consiguió en Berlín, en 1938, la fisión de uranio con ayuda de neutrones.

Pocos sabían la verdad

Solo pocas docenas, o como mucho 100, de los científicos, técnicos y militares sabían exactamente en qué y para qué estaban trabajando. Ninguno de los casi 300 mil estadounidenses que construyeron las gigantescas instalaciones para la fabricación de las sustancias explosivas nucleares: Uranio 235 y Plutonio, tenía la menor idea de su finalidad última.

Sí que pudieron contemplar como montañas de materias primas, sobre todo mineral de uranio, desaparecían en las misteriosas instalaciones y que se utlizaban cantidades ingentes de energía, pero sin ver lo que al final se producía. Un producto que se podía llevar en una cartera de mano. Nunca hasta entonces había confiado la jefatura política de un país tan ciegamente en un puñado de científicos y había puesto tanto en juego como lo hicieron los estadounidenses en la fabricación de la bomba atómica. Solo una guerra a vida y muerte posibilitó esta apuesta hasta el final y la disposición de todos los medios necesarios para el fin.  La bola de fuego de Alamogordo pudo ser avistada a 700 kilómetros de distancia, en Amarillo.

Documental sobre el ataque nuclear sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. (Video: tomado de Youtube)

Visita histórica

El 27 de mayo de 2016 será recordado como un hito en la historia mundial ya que por primera vez un Presidente de los Estados Unidos visitó el epicentro de la tragedia de Hiroshima. 

En el marco de la cumbre mundial del G7 que se realizó en Japón, el presidente Barack Obama visitó la ciudad de Hiroshima y rindió un emotivo homenaje a las víctimas, acompañado del primer ministro de Japón, Shinzo Abe. Aunque Obama no se disculpó por el ataque de su nación, en su discurso abogó por un mundo sin armas nucleares, además convivió con tres sobrevivientes de aquel fatídico 6 de agosto de 1945. 

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