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Invasiones en Petén, un problema histórico

La tensión vivida en el Parque Nacional Laguna del Tigre, San Andrés, Petén, revive episodios de invasiones, deforestación y abusos en años pasados.

Titular de Prensa Libre del 3 de julio de 1989. (Foto: Hemeroteca PL)

Titular de Prensa Libre del 3 de julio de 1989. (Foto: Hemeroteca PL)

En julio de 1989, cooperativistas de los márgenes de los ríos la Pasión y Usumacinta manifestaban su preocupación por zafarranchos que podrián provocar las invasiones de tierras en dicha región.

La Asociación de Cooperativas Peteneras hicieron un llamado al Goierno central para que interviniera de inmediato y pusiera fin a la invasión de parcelas que pertenecen a varias cooperativas asentadas en las cuencas de los ríos mencionados. La entidad denunció además de que muchas de las familias propietarias de las parcelas, tuvieron que salir a México a causa de la violencia política de años pasados, sin embargo al retornar se llevaron la sorpresa de que sus tierras estaban ocupadas.

“Queremos evitar hechos violentos, pero si no se llega a un acuerdo, podrían ocurrir zafarranchos”, advirtió un dirigente en esa ocasión. 

La denuncia expresaba también de que la deforestación descontrolada y despiadada continuaba en dicha región, localizada al sur del área central petenera. No se sabía la identidad de los responsables pero se hizo el llamado al Gobierno para que interviniera. 

Invasión mexicana

En octubre de 1995 se denunciaba que mexicanos destruían la biósfera Maya en la zona fronteriza de El Naranjo, Sierra del Lacandón, Petén. En la acción habían construido casas del lado de Guatemala y explotaban recursos naturales del país, sin ningún obstáculo. La invasión llegaba hasta el poblado de Guayacán, laguna de El Repasto. 

Un grupo de vecinos de Guayacán había dado la voz de alarma al alcalde de La Libertad, Manuel Barquín y el gobernador petenero, Manuel Antonio Góngora Zetina, realizaran una visita y comprobaran la invasión aunque preliminarmente se habían observado aserraderos clandestinos en plena biósfera y extracción ilegal de xate, una planta de follaje que tenía gran demanda en el exterior. 

“Estos mexicanos tuvieron la desfachatez de llegar a pedir permiso a los aldeanos para continuar la brecha y sacar el shate”, expresó el alcalde Barquín, luego de hablar con vecinos de Guayacán afectados. “Ellos venían armados de escopetas y uno de nombre Miguel habló con el representante auxiliar de la comunidad, Anastasio Pérez, para pedirle permiso de continuar la brecha”, afirmó un campesino del lugar.

La frontera estaba bien delimitada ya que del lado mexicano sólo existían potreros y del lado guatemalteco estaba la selva casi intacta. Sin embargo, la falta de cuidado para mantener la brecha limítrofe en buen estado, permitió que los mexicanos se internaran y asentaran sus casas en territorio guatemalteco.

Destrucción de laguna

Años después en 2004 salía a la luz la destrucción provocada en el Parque Nacional Laguna del Tigre, Petén, una de las reservas naturales más grandes de Centroamérica.

El sitio ocupa 335 mil 80 hectáreas (casi dos veces el departamento de Guatemala), 3 mil 355 kilómetros de fauna, flora y ecosistemas únicos en el planeta. El daño fue descubierto tras la toma de fotografías aéreas y acciones terrestres de la Policía y el Ejército.

En el lugar se observaron inmensas áreas donde fueron talados los árboles, pero no habían casas ni presencia humana, sino largas pistas de aterrizaje utilizadas por narcotraficantes. En las improvisadas pistas se encontraron avionetas destruidas, utilizadas para traer estupefacientes al país.

En diferentes lugares del Parque se localizaron al menos 15 aeronaves, dando la impresión de un cementerio de esos aparatos. La presencia de los narcos era un secreto a voces pero nunca se habían obtenido evidencias como las que se encontraron en ese momento. 

Para construir las pistas los narcos talaban grandes extensiones cubiertas por árboles o en algunos casos ocasionaban incendios. Esto perjudicaba la fauna como dantas, guacamayas, monos, tortugas, serpientes y hasta cocodrilos. 

Secuestro

El 15 de junio de 2006 se conocía que siete guardarrecursos del Conap y un inspector de la Dirección de Protección a la Naturaleza (Diprona) se encontraban como rehenes de un grupo de depredadores del Parque Nacional Sierra del Lacandón, en Petén.

Los secuestradores exigían la legalización de terrenos ocupados por ellos, sin embaro el panorama era complicado ya que se encontraban dentro del área protegida. 

Los rehenes se dirigían hacia Arroyo Macabilero cuando fueron emboscados por cercad de 40 personas armadas que ocupaban terrenos ilegalmente. En el incidente resultaron heridos un militar y un agente de la Diprona, quienes fueron liberados para ser atendidos, quedando retenidos ocho personas. 

El modus operandi tenía la intervención de narcotraficantes ya que ellos utilizaban a personas para invadir los terrenos y comenzar a talar árboles para construir caminos y pistas clandestinas. Luego exigían al Gobierno la legalización de los terrenos y de esta forma los narcos obtenían la propiedad de las tierras.

Los rehenes afortunadamente fueron liberados tres días depués sin novedad, tras negociarse la formación de una mesa de diálogo para atender sus demandas.

Robo de áreas

El calvario de la depredación continuaba y en noviembre de 2006 se denunciaba que en la Ruta a Carmelita, área en donde se esperaba que las concesiones forestales permitieran la conservación de los bosques de la Biósfera Maya, se convirtió en tierra de nadie, donde se realizaban ventas ilegales de terrenos, expansión de la ganadería, deforestación, tráfico de madera y ausencia de autoridades para imponer el orden.

En la ruta, ubicada en San Andrés Petén, se habían otorgado seis concesiones forestales, y se pudo constatar que en cuatro de ellas había un número no determinado de usurpaciones de zona forestal.

Grandes extensiones de tierra estaban cercadas con alambre de púas, y se observaba que habían perdido bosque y convertido en pastizales. En la Pasadita, San Miguel, La Colorada y Cruce a La Colorada se confirmaban problemas de gobernabilidad. Sólo en el Cruce a La Colorada habían cinco fincas que abarcaban más de 3 mil hectáreas y sus supuestos propietarios intentaron inscribirlas en el Registro General de la Propiedad.

Reporteros de este diario observaron en esa oportunidad que en la zona de amortiguamiento de la Reserva de la Biósfera Maya solo encontraron a dos guardarrecursos del Consejo Nacional de Áreas Protegidas, Conap, sin armas, prácticamente se dedicaban a levantar una talanquera. Otros guardarrecursos manifestaron que la ruta se volvió muy peligrosa, porque habían recibido constantes amenazas. 

El problema de base es el mismo en todos los casos, la escasa presencia del Estado en una zona tan grande como Petén y el avance del narcotráfico que utiliza a personas de escasos recursos. 

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