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Las madres del siglo XXI

La responsabilidad del hogar y de la crianza de los niños debe ser una tarea en pareja. Recordamos este reportaje publicado en Revista D el 5 de mayo de 2013 en el inicio del mes dedicado a las madres. 

El 27 de agosto del 2008, la vida de la familia Toc Castillo sufrió un duro revés. Doña Delmy, como de costumbre, fue a recoger a sus hijos, Andrea, de 11 años, y Axel, de 8, al colegio, al mediodía.

Cruzaron la calle, pero una bala alcanzó a Andrea en espalda y la dejó cuadripléjica. Desde entonces la vida de Delmy y su familia dio un giro. Hoy, cinco años más tarde, Andrea se moviliza en silla de ruedas y su madre dedica la mayor parte de su tiempo a cuidarla. “Después de ser una niña normal, ahora depende totalmente de nosotros”, cuenta Delmy.

Este golpe hizo que Delmy, de 39 años, pensara en el suicidio. Sin embargo, ha aprendido a luchar para sacar adelante la faena.

La unión que hoy tiene con su hija es uno de los valores que más aprecia, aunque su cuidado sea demandante.
“Me toca hacer de enfermera, mamá, amiga, maestra… hasta de payaso”, afirma Delmy.

Aquí y en todas partes del mundo, las madres desempeñan múltiples papeles —esposa, ama de casa, hija, trabajadora y un largo etcétera—, lo que a menudo puede llevarlas a situaciones complicadas y por lo general muy frustrantes.

Los psicólogos, consejeros matrimoniales y motivadores coinciden en que las mujeres deben comprender que son seres comunes y corrientes, con cualidades y defectos, y al convertirse en madres seguirán cometiendo errores. Es normal.

No morir en el intento

Ser madre y trabajadora implica mucho esfuerzo. Es una realidad ineludible de la que los expertos no encuentran más solución que “aprender a organizarse, establecer prioridades y, sobre todo, formar e inculcar valores a los hijos”, comenta la psicoterapeuta Scarletthe Caceros de Dávila, directora y fundadora de Enfoque Familiar.

Un fuerte reto es cuando, según encuestas propias de esta institución, el 75 por ciento de las madres guatemaltecas trabajan. “En ese tiempo los hijos se ven expuestos al uso inadecuado de la tecnología o a imitar las conductas de compañeros o amigos, muchas veces desafiantes para la sociedad”, afirma Caceros.

En el país la población económicamente activa femenina representa el 33.81 por ciento, según datos de la Encuesta Nacional de Empleo e ingresos 2011 del Instituto Nacional de Estadística (INE). Esa cifra probablemente no refleja la realidad, puesto que el trabajo informal femenino se calcula en 76 por ciento, según datos de la oficina de Mujeres de la Organización de Naciones Unidas, basados en la Encovi.

A esto se suma el trabajo que no se ve, el de la casa. Un estudio de ONU Mujeres efectuado en el país, sobre el uso del tiempo dedicado a los quehaceres domésticos, revela que los hombres destinan 1.45 horas promedio a estas tareas, mientras que las mujeres, 6.8 horas al día. Este tiempo lo dividen entre atender niños, estudio, esparcimiento y arreglo personal.
“La distribución de las tareas es inequitativa.

Mientras que los hombres se enfocan en sus responsabilidades laborales y profesionales, las mujeres asumen la obligación de la mayoría de tareas al cuidado de los hijos y el hogar, invisibilizando muchas veces conocimiento al trabajo doméstico. Por lo general, esta faena ni siquiera es remunerada”, opina María Machicado Terán, representante de ONU Mujeres en Guatemala.

La situación cambia y se complica cuando las mujeres son jefas de hogar. Según la Encovi 2006, este grupo representa el 22.6 por ciento. En ese entonces, identificados en más de 600 mil hogares.

“Aun siendo las mujeres madres solteras, los patrones culturales hacen que la sociedad ejerza más presión para que respondan y se les exige más ante el cuidado de los hijos, situación contraria a la que ocurre con los hombres, a quienes se les exime muchas veces de esas responsabilidades”, dice Machicado Terán.

Pobres pero emprendedoras

Los indicadores de pobreza dan cuenta una vez más de la exclusión femenina. Según datos de Encovi 2006, el 50.4 por ciento de las mujeres en Guatemala son pobres, y el 14.8 por ciento se encuentran en pobreza extrema.

Los niveles educativos van de la mano con esta situación. Estas circunstancias no impiden que la guatemalteca sea altamente emprendedora, como lo demostró una encuesta del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (Cien) y ONU Mujeres presentada este año.

El estudio determinó que el emprendedurismo en el país lo desarrollan las mujeres en 52.7 por ciento, y un 47.3 por ciento, los hombres. “Esto se asocia a la falta de oportunidades en el mercado laboral formal y los altos niveles de pobreza”, indica el economista Hugo Maúl, en un artículo publicado en el suplemento Efectivo, de Prensa Libre.

El estudio amplía detalles sobre las capacidades de mujeres en el área rural, muchas de ellas carentes de educación formal, pero con gran sentido para hacer negocios.

“Las mujeres, sean madres o no, brindan un aporte económico familiar fundamental y son mejores administradoras, ya que destinan y priorizan sus ingresos hacia las necesidades básicas del hogar, dejando muchas veces de lado su cuidado personal, salud o bien su derecho a la recreación”, afirma Machicado Terán.

Frente a la adversidad

Colomba Morales es una empresaria de 36 años, madre de tres hijos y un ejemplo de cómo superar la adversidad con la frente en alto.

En su primer embarazo se le desarrolló una artritis reumatoidea que complicó tanto su salud como su matrimonio.
Con los años, la violencia en su hogar se incrementó hasta que decidió separarse de su esposo. “Lejos de apoyarme, me hizo sentir como que era una carga para él”, recuerda.

Gracias a la medicina y el apoyo familiar logró recuperarse y fue ascendiendo poco a poco en distintos puestos. Pero sus proyectos se truncaron cuando su padre murió de manera trágica. “Pasé dos años con una fuerte depresión”, refiere.

Cuenta que su padre le habló a través de un sueño y le dijo: “Levántate”. De nuevo buscó trabajo. Empezó nuevamente desde abajo, pero con los años fue ganando experiencia hasta formar su propia empresa. Ahora, Morales dirige RCM Publicidad, desde donde sectoriza la pauta publicitaria para la red de 120 empresas de cable a nivel nacional.
“Me mueve el amor por mis hijos”, comenta. “Ellos me necesitan y he aprendido a valorar tenerlos conmigo”, insiste.

Múltiples papeles

El psicólogo Carlos Carrera afirma que asumir varios papeles puede generar algunos trastornos emocionales en la vida de las mujeres, desde frustración hasta estados depresivos. “Mucho se debe a que no pudieron alcanzar sus metas”, enfatiza. El experto recomienda que es fundamental trazarse un proyecto de vida individual, contar con el apoyo de la pareja en las tareas de la casa y el cuidado de los hijos, y apartar tiempo para el esparcimiento.

Por eso, en las aulas universitarias ahora se ve a mujeres de mediana edad que empiezan o regresan a estudiar. “Es muy positivo”, opina.

Carrera asegura que pese a los problemas que puede ocasionar en las familias que las mujeres dediquen su tiempo al trabajo, la participación de estas en el campo laboral tiene ventajas. Una de ellas es que se ha descubierto que la corteza cerebral femenina es más gruesa que la de los hombres. “Esto les permite hacer rápidas conexiones entre razonamiento y vinculación de emociones”, sostiene.

Sin embargo, el hecho de que la mujer asuma múltiples ocupaciones también afecta a los hijos, advierte la psicopedagoga Sonia Quemé de Pereiras, “porque los niños carecen del estímulo emocional que les ofrece la madre, lo que es de suma importancia para su desarrollo social y educativo”.

La profesional atribuye este resultado a que muchas veces la mujer lleva la mayor carga de trabajo en el hogar. “Esta situación hace que el tiempo que le dedica a sus hijos sea corto, y por ello dejan de recibir afecto, amor, y la educación que se tiene que impartir en la casa”.

El problema puede complicarse si las mujeres son jefas de hogar. “Incide en su educación. Muchos han sabido seguir adelante, pero otros, influenciados por la situación familiar, se integran a grupos antisociales, desafiando a las madres, que tienen un tiempo muy reducido para educarlos”, comenta Quemé.

Caceros cree que hoy en día la mujer enfrenta realidades complicadas, por el alto nivel de violencia y la desintegración familiar. “Las madres deben asumir el compromiso de educar a sus hijos, frente al crimen organizado, las adicciones o los abusos sexuales, que tristemente se han incrementado”, expone.

Así que el papel principal de las mujeres debe centrarse en velar por la salud física, emocional y afectiva de sus hijos, para no caer en estos riesgos. “La madre debe estar preparada para tratar todo tipo de temas con sus hijos, especialmente los sexuales”, sugiere.

En medio del constante ajetreo, no existe la madre perfecta, recuerda Caceros. Todas tenemos errores que se pueden corregir si nos autoevaluamos.

La vida de Delmy y Colomba son un ejemplo de vida entre miles de madres guatemaltecas, y las páginas no serían suficientes para mencionarlas. Sea este un homenaje a esas vidas.

En la historia

Las primeras celebraciones del Día de la Madre se remontan a la antigua Grecia, donde se le rendía homenaje a Rea, madre de los dioses Zeus, Poseidón y Hades. Luego esta tradición fue retomada por los romanos. Esta fiesta pagana fue transformada por los cristianos para honrar durante mayo a la Virgen María, madre de Jesús, pero con el tiempo las fechas de la celebración han variado en cada país.

En la Inglaterra del siglo XVII se celebraba el “Domingo de las madres”, donde los niños, después de misa, regresaban con regalos para sus progenitoras. Ese día se les permitía a las empleadas de la casa visitar a sus familias.

En Estados Unidos, la poeta y activista Julia Ward Howe escribió la proclama del Día de las Madres. El esfuerzo llevó a culminar con su celebración en 18 ciudades estadounidenses. Sin embargo, fue el 12 de mayo de 1907 cuando Ana Jervis quiso conmemorar la muerte de su madre y organizó un día para hacerlo. A partir de entonces encabezó una activa campaña que se fue extendiendo en todo el territorio.

En 1914, el presidente Woodrow Wilson declaró el Día de la Madre el segundo domingo de mayo. Con el tiempo casi todos los países del mundo se han unido a esta celebración, tan conocida en la actualidad, aunque con distintas fechas y cada vez más con fines comerciales.
En Guatemala se festeja el 10 de mayo desde 1968, gracias a la diputada Blanca Luz Molina.

Celebración universal

El Día de la Madre se conmemora en distintas fechas en varios países del mundo. Noruega, por ejemplo, lo celebra el segundo domingo de febrero. Irlanda e Inglaterra, el cuarto domingo de Cuaresma. Varios países de la antigua Unión Soviética lo festejan el 8 de marzo, pero la mayoría de lugares concuerda en mayo —en distintos días— entre estos los europeos y los latinoamericanos. En Nicaragua la fecha es 30 de mayo, en honor de Casimira Sacasa, suegra del expresidente Anastasio Somoza.

Varios países del Oriente Medio celebran a las madres el 21 de marzo, primer día de primavera. Costa Rica y Bélgica, el 15 de agosto. Argentina y Bielorusia lo hacen el tercer domingo de octubre. En Panamá tienen por fecha el 8 de diciembre, Día de la Inmaculada Concepción, y en Indonesia, el 22 de diciembre.

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