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Combate a las pandillas: la ciudad de EE. UU. que quiere pagar a sus delincuentes para reducir la violencia

¿Solución innovadora o claudicación ante los criminales? La propuesta de incentivar a delincuentes con una serie de ayudas que incluyen una prestación económica suscita reacciones encontradas en Estados Unidos.

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En la ciudad de Sacramento, los delitos violentos se suelen atribuir a las pandillas callejeras. (Foto Prensa Libre:GETTY IMAGES)

En la ciudad de Sacramento, los delitos violentos se suelen atribuir a las pandillas callejeras. (Foto Prensa Libre:GETTY IMAGES)

“Subsidio a la criminalidad” o “soborno para terminar con el crimen”, lo han descalificado algunos expertos.

Pero sus promotores alegan que el proyecto -que nació en una pequeña ciudad de California y ha dado el salto a su capital, Sacramento, con la ambición de expandirse a otros lugares del país- va mucho más allá de la recompensa económica en la que se están centrando las críticas.

El programa se llama Advance Peace: promover la paz.

¿De qué se trata?

Criminales conocidos por las autoridades

Advance Peace parte de la siguiente premisa: en ciudades con altos índice de violencia callejera,la mayor parte de los crímenes los comete un grupo reducido (y conocido) de delincuentes.

En el caso de Richmond, California, las autoridades constataron que un pequeño grupo de delincuentes era responsable del 70% de los delitos con arma de fuego que se perpetraban en la ciudad.

En aquel momento (2009) Richmond, con poco más de cien mil habitantes, estaba entre las 12 ciudades más violentas de todo Estados Unidos.

“Vimos que los criminales implicados en casos de violencia con armas caminaban libres por las calles, no eran arrestados o procesados por una variedad de razones”, le dice a BBC Mundo DeVone Boggan, director ejecutivo de Advance Peace.

De hecho, según una investigación del diario The Washington Post, desde 2007 más de la mitad de los 52 mil homicidios en 55 grandes ciudades de Estados Unidos no se han resuelto con un arresto.

Al menos 38 ciudades tienen una tasa menor de arrestos por homicidios que hace una década. El fracaso a la hora de cerrar los casos deja a los asesinos en las calles y desencadena un ciclo infinito de violencia por venganza.

“Incluso con una mayor presencia de las fuerzas de seguridad, vimos que la violencia no disminuía. Así, dado que no se les podía sacar de la calle [a los criminales], pensamos en darles una alternativa que los motivara y les hiciera cambiar su comportamiento por sí solos”, explica Boggan.

En este contexto se enmarca el programa Advance Peace.

Violencia en Sacramento

La capital de California es una de las ciudades en las que más ha aumentado la violencia callejera en los últimos años.

Lo que más preocupa a las autoridades es la presencia de pandillas que, según las estadísticas, son responsables de más de la cuarta parte de los homicidios que se cometen anualmente en Sacramento.

Para Khaalid Muttaqi, director del grupo especial de Prevención e Intervención en Pandillas del ayuntamiento de Sacramento, son varios los factores que explican esta situación de violencia.

“Sabemos que la venganza entre pandillas y el consumo y la venta de drogas juegan un papel”, le explica Muttaqi a BBC Mundo.

“Pero hay otros factores, como las vidas personales de la gente, su estado mental, el trauma experimentado… es algo en lo que no solemos pensar”, añade.

“Vemos a estos individuos que cometen actos violentos como los malos. Muchos de los perpetradores han sido víctimas a su vez”, agrega.

“Pueden haber sido víctimas de abuso infantil, pueden haber visto mucha violencia, esa puede ser la raíz, pero no hablamos de eso muy a menudo”, explica.

“Detrás de los tatuajes, el pelo, la forma de hablar… casi todos son solo chicos que quieren tener una vida mejor”, sostiene.

Boggan está de acuerdo con Muttaqi, y va más allá.

“Estos chicos viven en ‘zonas de guerra’. La violencia es constante, continua. Negocian en -literalmente- zonas de guerra. Sufren un trauma del que no se les trata aunque sean arrestados. Y la alternativa es la muerte”, lamenta.

Nueva estrategia

Este punto de vista diferente fue el que llevó al gobierno de la ciudad a darle la vuelta al guion e intervenir directamente con los hombres jóvenes más cercanos a la violencia antes de que aprieten el gatillo o se conviertan en víctimas.

El programa Advance Peace se basa en la selección de mentores, generalmente hombres que estuvieron envueltos en el mundo del crimen e incluso pasaron tiempo en la cárcel, que acompañan a jóvenes vulnerables y los ayudan a desarrollar una “ruta de vida”, con objetivos a corto y largo plazo.

“Los mentores, a quienes consideramos agentes de cambio, proceden de los mismos barrios, conocen esa vida”, explica Boggan.

“Y la intervención consiste en desarrollar relaciones con esos chicos vulnerables, relaciones fuertes y de confianza para poder ejecutar las otras fases del programa”, señala.

Incentivo polémico

Una de las fases de ese programa es el pago de una cantidad mensual a los jóvenes, muchos de ellos considerados criminales.

Este componente generó fuertes críticas, especialmente en medios conservadores.

“El programa da subsidios a la criminalidad”, escribió un analista en el sitio web RedState.

Y en el portal Infowars, un colaborador denunció que el programa “le quitará dinero a ciudadanos pacíficos que pagan sus impuestos y lo redistribuirá a los pandilleros que los están matando”.

La atención nacional generó oposición local. El jefe de policía de Sacramento defendió el programa, pero otros agentes de las fuerzas de seguridad no lo hicieron.

La fiscal de distrito del condado de Sacramento, Anne Marie Schubert, expresó a través de un comunicado “sus serias preocupaciones” sobre Advance Peace.

Y también llegaron otras críticas de personas que perciben el programa como una recompensa injustificada a los violentos o incluso una suerte de soborno para terminar con el crimen.

“A esas personas les diría que eso no es verdad, pero que si fuera así de simple, merecería la pena el gasto”, responde Muttaqi.

Lo explica desde un punto de vista económico, para no entrar en debates morales en los que es más difícil encontrar consenso.

“Todos estamos de acuerdo en que estos individuos probablemente serán disparados o dispararán a alguien en los próximos seis meses. Nos van a costar mucho. Si los encarcelamos cuestan un montón de dinero. Si les disparan cuesta US$400 mil por tiroteo o un millón por homicidio (y esta es una cifra conservadora)”, dice.

“Pero los participantes en el programa cuestan, por 18 meses, US$30 mil máximo. Incluso si no estás de acuerdo con el programa, es rentable”, destaca.

Por su parte, Boggan opina que las críticas se producen por falta de información.

“La gente está muy mal informada sobre nuestro trabajo y sobre el éxito demostrado y evaluado de lo que hacemos”, afirma.

“Se centran en un solo elemento -el económico- de un conjunto de puntos en los que se basa nuestro programa como el contacto diario y la atención constante al joven durante 18 meses, el desarrollo de un plan de acción que incluye establecer objetivos en educación, empleo, vivienda, salud, etc, o los viajes a otras ciudades para que conozcan otras realidades”, destaca.

“El titular es lo que atrae, pero hay que ir más allá para entender la profundidad y el valor de nuestro trabajo”, pide.

“Hay datos concretos. Lo que estamos haciendo funciona para reducir la violencia a largo plazo”, subraya.

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