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¿Cómo espiaba Hamás a los palestinos de a pie? Archivos secretos los revelan

Durante mucho tiempo, el grupo islamista ha dirigido un sistema de gobierno opresivo en Gaza, y muchos pobladores saben que los agentes de seguridad los vigilan de cerca.

Pescadores en el Puerto de Gaza, donde Hamás controla todas las actividades. (Foto Prensa Libre: Samar Abu Elouf/The New York Times)

Pescadores en el Puerto de Gaza, donde Hamás controla todas las actividades. (Foto Prensa Libre: Samar Abu Elouf/The New York Times)

Hamás vigilaba la actividad política, las publicaciones en internet y, al parecer, incluso la vida amorosa. Los palestinos estaban atrapados entre un bloqueo israelí y una fuerza de seguridad represiva.

El líder de Hamás, Yahya Sinwar, ha supervisado durante años una fuerza policial secreta en Gaza que vigilaba a los civiles palestinos y creaba archivos sobre jóvenes, periodistas y aquellos que cuestionaban al gobierno, según funcionarios de inteligencia y una gran cantidad de documentos internos revisados por The New York Times.

La unidad, conocida como Servicio General de Seguridad, dependía de una red de informantes de Gaza, algunos de los cuales denunciaban a sus propios vecinos ante la policía. Las personas eran registradas en los archivos de seguridad por asistir a protestas o criticar públicamente a Hamás. En algunos casos, los registros sugieren que las autoridades siguieron a algunas personas para determinar si tenían relaciones románticas fuera del matrimonio.

Durante mucho tiempo, Hamás ha dirigido un sistema de gobierno opresivo en Gaza, y muchos palestinos saben que los agentes de seguridad los vigilan de cerca. Pero una presentación de 62 diapositivas sobre las actividades del Servicio General de Seguridad que fue entregada solo unas semanas antes del ataque del 7 de octubre contra Israel, revela el grado de penetración de esa unidad, en gran medida desconocida, en la vida de los palestinos.

Los documentos muestran que los dirigentes de Hamás, a pesar de afirmar que representaban al pueblo de Gaza, no toleraban ni el más mínimo indicio de disidencia. Los agentes de seguridad siguieron el rastro de periodistas y de personas de las que sospechaban que tenían un comportamiento inmoral. Los agentes conseguían que se retiraran las críticas de las redes sociales y discutían maneras de difamar a los adversarios políticos. Las protestas políticas se consideraban amenazas que había que socavar.

Los civiles gazatíes estaban atrapados: tras el muro del bloqueo de Israel y bajo el control y la vigilancia constante de una fuerza de seguridad. Ese dilema continúa en la actualidad, con la amenaza añadida de los ataques aéreos y de las tropas terrestres israelíes.

“Nos enfrentamos a los bombardeos de la ocupación y a los abusos de las autoridades locales”, declaró en una entrevista telefónica desde Gaza Ehab Fasfous, periodista de la Franja de Gaza que aparecía en los archivos del Servicio General de Seguridad.

Fasfous, de 51 años, está etiquetado en un informe como uno de “los mayores odiadores del movimiento Hamás”.

Los documentos fueron facilitados al Times por funcionarios de la dirección de inteligencia militar de Israel, quienes dijeron que habían sido incautados en redadas efectuadas en Gaza.

A continuación, los periodistas entrevistaron a personas que figuraban en los archivos. Estas relataron acontecimientos clave, confirmaron información biográfica y, en el caso de Fasfous, describieron interacciones con las autoridades que coincidían con los archivos secretos. Los documentos revisados por el Times incluyen siete archivos de inteligencia que van desde octubre de 2016 hasta agosto de 2023. La dirección de inteligencia militar dijo que tenía conocimiento de archivos que contenían información sobre al menos 10 mil palestinos en Gaza.

El Servicio General de Seguridad forma parte del partido político Hamás, pero funciona como un ente del gobierno. Una persona palestina familiarizada con el funcionamiento interno de Hamás, que habló bajo condición de anonimato debido a lo delicado del asunto, confirmó que el servicio era uno de los tres poderosos órganos de seguridad interna de Gaza. Los otros son la Inteligencia Militar, que suele centrarse en Israel, y el Servicio de Seguridad Interna, dependiente del Ministerio del Interior.

Basem Naim, vocero de Hamás, dijo que los responsables del Servicio General de Seguridad no eran localizables durante la guerra.

Con unos gastos mensuales de US$120 mil antes de la guerra con Israel, la unidad contaba con 856 personas, según los registros. De ellas, más de 160 cobraban por difundir propaganda de Hamás y lanzar ataques en línea contra opositores dentro y fuera del país. Se desconoce la situación actual de la unidad porque Israel ha asestado un duro golpe a las capacidades militares y de gobierno de Hamás.

Las autoridades de inteligencia israelíes creen que Sinwar supervisaba directamente el Servicio de Seguridad General, según tres funcionarios de inteligencia israelíes que hablaron bajo condición de anonimato porque no estaban autorizados a discutir el asunto públicamente. Los funcionarios dijeron que la presentación de diapositivas fue preparada para Sinwar personalmente, aunque no dijeron cómo lo sabían.

La presentación decía que el Servicio General de Seguridad trabaja para proteger a la población, los bienes y la información de Hamás, y para apoyar la toma de decisiones de sus dirigentes.

Algunas diapositivas se centraban en la seguridad personal de los dirigentes de Hamás. Otras se referían a las formas de acabar con las protestas, como las manifestaciones “Queremos vivir” del año pasado, en las que se criticaba la escasez de electricidad y el costo de la vida. Los funcionarios de seguridad también siguieron la pista de agentes de la Yihad Islámica Palestina, un grupo militante de ideología afín que a menudo es asociado con Hamás.

Algunas tácticas, como la de amplificar el mensaje del propio Hamás, parecían una política rutinaria. En otros casos, los funcionarios sugirieron el uso de inteligencia para socavar a los oponentes y distorsionar su reputación, aunque los archivos eran vagos en cuanto a la forma de hacerlo.

“Emprender una serie de campañas mediáticas ofensivas y defensivas para confundir e influir en los adversarios utilizando información privada y exclusiva”, decía el documento.

Los agentes de seguridad detuvieron a Fasfous cuando se dirigía a una manifestación el pasado agosto, confiscaron su teléfono y le ordenaron que se marchara, según un informe. Fasfous confirmó que dos agentes vestidos de civiles se le habían acercado. Las autoridades registraron sus llamadas recientes y escribieron que se comunicaba con “personas sospechosas” en Israel.

“Aconsejamos que se le encierre porque es una persona negativa, llena de odio, que solo saca a relucir los defectos de la Franja”, decía el documento.

Lo más frustrante, según Fasfous, fue que los agentes utilizaron su teléfono para enviar mensajes sugerentes a una colega. “Querían culparme de una infracción moral”, dijo.

El informe no incluye ese detalle, pero sí describe formas de “tratar” con Fasfous. “Difamarlo”, decía el informe.

“Si no estás con ellos, te conviertes en un ateo, un infiel y un pecador”, dijo Fasfous. Reconoció haber apoyado protestas y criticado a Hamás en internet, pero dijo que las personas con las que estaba en contacto en Israel eran palestinos propietarios de empresas de alimentación y ropa. Dijo que ayudaba a gestionar sus cuentas en las redes sociales.

Los objetivos del Servicio General de Seguridad son similares a los de los servicios de seguridad de países como Siria, que han utilizado unidades secretas para sofocar la disidencia. Sin embargo, los archivos del Servicio de Seguridad General mencionan tácticas como la censura, la intimidación y la vigilancia en lugar de la violencia física.

“Este Servicio General de Seguridad es como la Stasi de Alemania Oriental”, afirmó Michael Milshtein, exoficial de inteligencia militar israelí especializado en asuntos palestinos. “Siempre tienen un ojo puesto en la calle”.

Según los analistas, los palestinos de Gaza viven con miedo y dudan en expresar su disidencia.

“Hay mucha gente que practica la autocensura”, dijo Mkhaimar Abusada, profesor de ciencias políticas de la ciudad de Gaza. “Simplemente no quieren tener problemas con el gobierno de Hamás”.

Esa opinión choca con los comentarios más estridentes de los dirigentes israelíes, como el presidente Isaac Herzog, quien culpó a los gazatíes de no derrocar a Hamás antes de los atentados del 7 de octubre.

“Hay una nación entera que es responsable”, dijo. “Esta retórica sobre que los civiles no eran conscientes, no estaban implicados, es absolutamente falsa. Podrían haberse sublevado”.

El Servicio de Seguridad General, muestran los archivos, también trató de imponer un orden social conservador.

En diciembre de 2017, por ejemplo, las autoridades investigaron el soplo de que una mujer estaba actuando inmoralmente con un hombre que era dueño de una tienda de ropa. Un informe de seguridad señalaba que la mujer había visitado la tienda durante una hora un día y más de dos horas al día siguiente. El informe no presentaba pruebas de irregularidades, pero proponía que las “partes pertinentes” abordaran el asunto.

Un informe de octubre de 2016 describía a hombres y mujeres jóvenes realizando “actos inmorales” no especificados en una oficina de la Organización para la Liberación de Palestina en Jan Yunis por la noche. Hamás considera que dicha organización es una entidad comprometida, cuyo líder favorece con demasiada frecuencia los intereses israelíes. El informe no ofrecía pruebas de fechorías, pero recomendaba citar a un hombre que decía estar en posesión de videos y fotografías.

Los archivos también muestran que Hamás desconfiaba de organizaciones y periodistas extranjeros.

Cuando Monique van Hoogstraten, una reportera holandesa, visitó un campamento de protesta a lo largo de la frontera con Israel en abril de 2018, las autoridades tomaron nota del más banal de los detalles. Anotaron la marca y el modelo de su coche y su número de matrícula. Dijeron que tomó fotos de niños e intentó entrevistar a una anciana, van Hoogstraten confirmó el viaje de información en una entrevista con el Times.

El expediente recomendaba nuevos “reconocimientos” de periodistas.

Ninguno de los archivos revisados por el Times estaba fechado después del comienzo de la guerra. Pero Fasfous dijo que el gobierno seguía interesado en él.

Al principio de la guerra, dijo que había tomado imágenes de las fuerzas de seguridad golpeando a quien se peleaba por un puesto en la cola de una panadería. Las autoridades le confiscaron la cámara.

Fasfous se quejó con un funcionario del gobierno en Jan Yunis, quien le dijo que dejara de informar y de “desestabilizar el frente interno”, recordó Fasfous.

“Le dije que estaba informando sobre la verdad y que la verdad no le haría daño, pero eso cayó en saco roto”, dijo. “No podemos tener una vida mientras estos criminales sigan teniendo el control”.

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