Internacional

Etiopía protege los Diez Mandamientos

Monje etíope está entregado a cuidar las Tablas de la Ley, tesoro religioso que se cree contiene los Diez Mandamientos y que es celosamente protegido en una iglesia cristiana ortodoxa.

Enfundado en una túnica mostaza como muchos otros monjes etíopes, Abba Gebre Meskel sale de una pequeña capilla y habla brevemente con varios fieles desde detrás de una verja. No le está permitido cruzarla, pues el religioso tiene como tarea vigilar hasta su muerte una de las reliquias más sagradas de la humanidad: el Arca de la Alianza. A sus 56 años, lleva tres décadas velando el “Tabot”, como se denominan en Etiopía las “Tablas de la Ley”.

Según la Biblia, estas tablas de piedra contienen los Diez Mandamientos que Dios entregó a Moisés, posiblemente en torno al año 1440 antes de Cristo. Se les atribuyen poderes mágicos contra el mal, y otros como allanar montañas o acabar con ejércitos enteros. Sin embargo, tras la destrucción del Templo de Salomón en Jerusalén, el Arca de la Alianza desapareció sin dejar rastro y el lugar en que pudiera encontrarse sigue siendo hoy uno de los grandes enigmas de la Historia.

Misterio

Desde arqueólogos y científicos a teóricos de la conspiración son muchos quienes han intentado desentrañar el misterio. También Hollywood lanzó en 1980 a Indiana Jones en una aventura a la caza “del arca perdida”, mientras que en 1992, el autor británico Graham Hancock publicó su bestseller “The Sing And The Seal”, en el que defendía la tesis de que la reliquia se encontraba en Etiopía.

Casi todos los alrededor de 45 millones de cristianos ortodoxos etíopes están igualmente convencidos de que el Arca de la Alianza fue llevada hace tres mil años en la ciudad sagrada de Aksum, en el norte de ese país, y desde entonces se encuentra en la iglesia de Santa María de Sión.

Menelik I, hijo de la reina de Saba y el rey Salomón, fue según la leyenda el encargado de trasladar el cofre, elaborado en oro y madera de acacia. Menelik fue el fundador de la dinastía salomónica de emperadores que durante tres milenios gobernó esa tierra en el Cuerno de África.

“El propio Dios eligió esta tierra, y Aksum es nuestra ciudad más sagrada”, afirma Zemikael Brhane, diácono del templo. “Los hombres en Occidente necesitan siempre pruebas visibles, pero a nosotros los etíopes no nos hace falta ver el arca para saber que está aquí. Simplemente, lo sentimos”.

Una de las pocas personas no religiosas a las que les está permitido hablar con los vigilantes del “Tabot” es Ephrem Brhane, un apasionado de la historia de Etiopía que guía a turistas y fieles de todo el mundo por Aksum. “El monje me ha contado que se considera una de las personas más felices del mundo”, dice. “Abba Gebre Meskel está convencido al 200 por cien de que se trata del arca auténtica: no sólo tiene la forma exacta descrita en la Biblia, sino que además brilla con una fuerza enorme”.

El vigilante del arca duerme supuestamente tan sólo dos horas al día y toma una única comida a las siete de la tarde. La mayoría de las veces, se trata de un plato sencillo compuesto por el típico pan etíope “injera” y judías (frijoles). Durante 22 horas, reza junto al cofre, que está siempre cubierto por un imponente manto en una de las siete salas de la capilla. Poco antes de su muerte, dejará a un sucesor.

Procesión

Todavía no ha amanecido cuando un grupo de fieles vestidos todos de blanco se acerca en silencio a la capilla. A las 4.30 de la madrugada, durante siete días al mes, los religiosos sacan en procesión una copia del arca del “Tabot”. Cada una de las en torno a 50 mil iglesias ortodoxas de ese país preserva una reproducción. Unas mil personas recorren lentamente Aksum acompañando el cofre, iluminados solo por las velas de los vigilantes.

Es como un viaje en el tiempo: nada parece indicar que el visitante se encuentra en el siglo XXI. Los creyentes cantan incansables en la antigua lengua ge’ez, pidiendo el perdón de sus pecados y la protección de Etiopía y el mundo entero.

Como hace años que el tejado de la capilla tiene goteras, se está construyendo un nuevo templo justo al lado, con una cúpula dorada. “En algún momento, el monje llevará el “Tabot” original a la nueva capilla, pero nadie sabe cuándo sucederá”, explica el diácono Zemikael. “Al día siguiente, él será quien lo anuncie al mundo”.

ESCRITO POR:

ARCHIVADO EN: