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Por qué las relaciones diplomáticas en América Latina se vuelven personales

En toda la región, la retórica diplomática se ha deteriorado, opinan expertos, a raíz de la incursión de Ecuador en embajada mexicana.

Simpatizantes del ex vicepresidente Jorge Glas se manifiestan este jueves en los exteriores de la Corte Nacional de Justicia en Quito, Ecuador, tras la escalada entre ese país y México. (Foto Prensa Libre: EFE)

Simpatizantes del ex vicepresidente Jorge Glas se manifiestan este jueves en los exteriores de la Corte Nacional de Justicia en Quito, Ecuador, tras la escalada entre ese país y México. (Foto Prensa Libre: EFE)

El allanamiento de Ecuador a la embajada de México muestra cómo la política exterior se rige a menudo por la política personal, no por el interés nacional.

Ecuador fue famoso en su día por dar refugio a un fugitivo: durante siete años permitió que el fundador de WikiLeaks, Julian Assange, permaneciera en su embajada en Londres, invocando un tratado internacional que convierte a las sedes diplomáticas en lugares de refugio.

La semana pasada, la nación sudamericana pareció hacer trizas ese tratado al enviar a la policía a la embajada mexicana en Quito —ante las protestas de México—, donde detuvo a un exvicepresidente acusado de corrupción.

El presidente de Ecuador, Daniel Noboa, defendió la decisión de detener al exvicepresidente, Jorge Glas, calificándolo de delincuente y citando la creciente crisis de seguridad del país para justificar la medida.

Pero sus críticos dijeron que era una de las violaciones más atroces del tratado desde su creación en 1961. Vieron un motivo más personal: la agenda política de Noboa.

Ecuador se ha visto sumido en niveles récord de violencia, y Noboa, un joven líder de centroderecha, está ansioso por transmitir la imagen de que es duro con el crimen. Está a pocos días de un referéndum nacional que, de ser aprobado, le otorgaría nuevos y amplios poderes para hacer frente a la inseguridad y, potencialmente, le ayudaría a ser reelegido el próximo año.

Noboa calificó la redada de la embajada y la detención de Glas como una forma de demostrar a Ecuador que está trabajando duro para perseguir a los delincuentes acusados.

Pero, según varios analistas, la decisión de su gobierno de entrar por la fuerza en la embajada es uno de los ejemplos más flagrantes de una dinámica que se ha vuelto demasiado familiar en todo el mundo, y América Latina no es una excepción: una política exterior impulsada menos por principios nobles o por el interés nacional y más por los objetivos personales de los líderes que esperan preservar su propio futuro político.

“La política exterior nunca ha sido pura, a menudo ha estado motivada por intereses políticos nacionales o individuales”, afirmó Dan Restrepo, que fue el principal asesor del presidente Barack Obama para América Latina. “Pero en el continente americano ciertamente ha habido una intensificación de lo personal en los últimos años”.

En toda la región, la retórica diplomática se ha deteriorado: los presidentes arremeten unos contra otros con un aluvión de insultos que pueden parecer mezquinos en el escenario mundial, pero tienen el potencial de hacerlos quedar bien en casa, sobre todo ante sus bases ideológicas.

El presidente Gustavo Petro, líder de la izquierda colombiana, está enfrentado desde el año pasado con el presidente de derecha de El Salvador, Nayib Bukele. Petro acusó a Bukele de gestionar las cárceles como “campos de concentración”, y Bukele señaló que el hijo de Petro enfrentaba denuncias de corrupción.

“¿Todo bien en casa?” escribió Bukele con sorna en la plataforma X.

El presidente de derecha de Argentina, Javier Milei, se ha enfrentado a Petro, al que recientemente llamó “asesino terrorista”, lo que llevó a Petro a expulsar a diplomáticos argentinos. (Más tarde los reincorporó).

Milei también ha discutido con el presidente Andrés Manuel López Obrador de México, llamándole “ignorante” y refiriéndose en una ocasión a sus partidarios como miembros del “club de los penes cortos”. A su vez, López Obrador ha tachado a Milei de “facho ultraconservador”.

La disputa entre México y Ecuador surgió por primera vez en diciembre, cuando la embajada mexicana en Ecuador permitió a Glas permanecer allí después de haber sido recibido “como un invitado”, indicó la Secretaría de Relaciones Exteriores de México.

López Obrador provocó entonces la ira de Ecuador cuando cuestionó públicamente la legitimidad de sus elecciones presidenciales, lo que llevó al gobierno de Noboa a expulsar al embajador mexicano. Era la tercera vez que un país latinoamericano expulsaba a un embajador mexicano desde que López Obrador asumió el cargo en 2018.

La disputa continuó escalando, hasta que finalmente la policía allanó la embajada y arrestó a Glas la semana pasada.

El martes, en su conferencia de prensa diaria, López Obrador calificó la detención en la embajada en Ecuador como “una violación no solo a la soberanía de nuestro país, sino al derecho internacional.“

México tiene un largo historial de ofrecer refugio a disidentes. Pero el gobierno no aclaró por qué finalmente concedió asilo a Glas, lo que llevó a los críticos a preguntarse si el presidente de México, un abanderado de la izquierda del país desde hace mucho tiempo, estaba simplemente tratando de proteger a un aliado ideológico. Glas formó parte de un gobierno de izquierda.

“¿Cuál es el interés nacional en términos de la posición de Ecuador o México en el mundo? Esa es una pregunta para la que nadie tiene respuesta, porque no la hay”, dijo Carlos Bravo Regidor, analista político residente en Ciudad de México. “Están las razones personales o ideológicas de los líderes, y eso es todo”.

La detención de Glas por parte de Ecuador parece un marcado alejamiento de su propia voluntad de albergar a Assange en su embajada en Londres durante tanto tiempo.

Assange está acusado de violar la Ley de Espionaje de EE. UU. con la publicación de WikiLeaks de documentos militares y diplomáticos clasificados.

Se le permitió entrar en la embajada de Ecuador por su presidente en ese momento, Rafael Correa, un izquierdista que tenía una relación antagónica con Estados Unidos.

Pero luego el presidente Lenín Moreno asumió el cargo en Ecuador, y trató de distanciarse de Correa y construir relaciones más amables con Estados Unidos. Fue el gobierno de Moreno el que permitió la detención posterior de Assange.

El fundador de WikiLeaks permanece bajo custodia británica y lucha para evitar su extradición a Estados Unidos.

Glas fue vicepresidente bajo el mandato de Correa, que en 2020 fue condenado por cargos de corrupción y ha escapado de la cárcel viviendo en el extranjero. López Obrador elogió recientemente a Correa por su “muy buen gobierno”.

(Tras el traslado de Glas a un centro de detención, las autoridades de Ecuador dijeron el lunes que lo encontraron en coma. El martes, la autoridad penitenciaria anunció que su estado había mejorado y fue devuelto a la cárcel).

En general, López Obrador ha dado prioridad a la política nacional, viajando al extranjero con poca frecuencia y centrándose, en cambio, en grandes proyectos de infraestructura y programas sociales en el país.

Gran parte de la atención de López Obrador hacia el exterior se ha centrado en su relación con Estados Unidos, en la que ha adquirido una influencia significativa debido a su papel en la gestión de la crisis migratoria.

Sin embargo, López Obrador también ha sido un firme defensor de los gobiernos de izquierda de la región. En 2022, desairó al gobierno de Joe Biden al negarse a asistir a una cumbre organizada por Estados Unidos porque excluía a Cuba, Nicaragua y Venezuela.

En un episodio dramático, el gobierno de López Obrador envió un avión militar para traer al expresidente boliviano Evo Morales a Ciudad de México en 2019.

México también dio refugio a aliados de Morales en su sede diplomática en la capital de Bolivia, lo que provocó que el país expulsara al embajador de México.

A finales de 2022, México concedió asilo a la familia del depuesto presidente izquierdista de Perú, Pedro Castillo, que estaba en la cárcel tras un intento de disolver el Congreso. Perú respondió expulsando al embajador mexicano.

Más tarde, López Obrador insistió en que Castillo era el “presidente legal y legítimo del Perú”, y acusó al gobierno del país de “racismo” por encarcelar a Castillo.

Los comentarios provocadores, según los expertos, forman parte de un patrón. Aunque López Obrador ha dicho que el pilar de su política exterior es no interferir en los asuntos internos de otros países —y esperar que los demás traten a México de la misma manera—, no ha tenido miedo de expresar sus propias opiniones sobre la política interna de algunos de sus vecinos.

“Sorprende que un presidente que dice que el principio de no intervención guía la política exterior de México, pues se pronuncie sobre los asuntos políticos internos de estos dos países sin justificación”, dijo Natalia Saltalamacchia, jefa de estudios internacionales del Instituto Tecnológico Autónomo de México, refiriéndose a Perú y Ecuador.

Las rencillas diplomáticas pueden tener efectos en el mundo real en un momento en que abordar algunos de los principales problemas de la región —la migración, el cambio climático y la delincuencia transnacional— requiere la cooperación regional.

En Ecuador, la policía afirma que los carteles más poderosos de México, Sinaloa y Jalisco Nueva Generación, están financiando una industria del narcotráfico en expansión que ha alimentado la violencia y la muerte.

Si el gobierno de Noboa “de verdad quisiera enfrentar el crimen organizado”, dijo Agustín Burbano de Lara, analista político ecuatoriano, “lo que tendríamos que tener es una colaboración más estrecha con México, no este impasse diplomático con México”.

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