EDITORIAL
Acertada reacción ante un entuerto
El fin de semana anterior fue el escenario de un evidente y peligroso entuerto, es decir acción absurda y equivocada. Nos referimos al anuncio de que el 3 de enero próximo se iba a declarar general del Ejército de Guatemala a la imagen de Jesús Nazareno de La Merced, una de las tallas más emblemáticas e importantes del país por su valor religioso, histórico y cultural. Por fortuna, tanto las autoridades católicas como las estatales reaccionaron prontamente y echaron por tierra tal pretensión.
El primero en reaccionar fue el arzobispo metropolitano monseñor Julio Vian, quien informó de su molestia porque se haya anunciado, sin su conocimiento, una decisión que no podía darse el lujo de aprobar. Posteriormente, el presidente Alejandro Maldonado, en su calidad de comandante general del Ejército, expresó por las redes sociales que no firmaría ningún despacho para que ese grado militar fuera otorgado en esas condiciones anómalas.
El mandatario indicó que solo lo haría si las autoridades eclesiásticas estaban de acuerdo, pero como ello es imposible, en la práctica se eliminó la realización de una idea que podía ser interpretada como broma de mal gusto o como una acción malintencionada dirigida a causar desprestigio a la Iglesia Católica y al mismo Gobierno, con el pretexto de celebrar el tercer centenario de consagración de la mencionada imagen.
Estuvieron plenamente justificadas las reacciones en contra de semejante prueba de insensatez manifestadas en las redes sociales por personas preocupadas a causa de lo que hubiera implicado una decisión de esa naturaleza, que se intentaba justificar con el argumento de que hace 160 años, en 1856, Jesús Nazareno de La Merced fue nombrado “coronel” por Rafael Carrera, hecho que ha permanecido oculto en un rincón de la historia nacional, por lo que solo se trataría de un “ascenso”.
Es importante recordar cuáles son los bien fundamentados motivos para rechazar sin miramiento alguno esta tontería. Guatemala tiene un Estado laico, es decir con separación entre lo religioso y lo político. Ello no implica una actitud antirreligiosa, atea o contraria a la práctica de la religión. Pero deja esto en el ámbito de las actividades y decisiones personales de cada quien. Por aparte, desde el punto de vista castrense, tampoco tiene sentido alguno, porque el grado de general solo se puede otorgar a una persona, e incluso es discutible que se le otorgue a personas ajenas al Ejército.
Debe señalarse que este rechazo total no tiene relación alguna con una actitud contraria al Ejército. Es simplemente recodar que esta institución es laica, como todas las demás entidades estatales, y que esa separación entre Iglesia y Estado es uno de los más importantes avances de la Revolución de 1871. El tiempo actual es propicio para mencionar que la percepción de mezcolanza entre ambas instituciones conlleva el riesgo de nuevas divisiones en la sociedad guatemalteca. Haber tratado de realizar ese “generalato” a la imagen estaba abriendo la posibilidad a discusiones religiosas, de esas que ocurren cuando cualquier gobernante olvida la laicidad del Estado, vigente desde hace 145 años.