DE MIS NOTAS
Aplicando la justicia con injusticias
El reportaje de Agencia EFE/Guatemala, del 7 de octubre pasado, publicado en Prensa Libre bajo el título: “Las Cárceles de Guatemala están fuera de control”, transmite con fidelidad la cruda y espantosa realidad de un sistema penitenciario que contradice cualquier significado del término “justicia”.
Aquí no hay cárceles, hay “campos de concentración” donde se violan los derechos de los “privados de libertad” —así les llama hipócritamente el sistema— a los 22 mil 665 enjaulados en esos antros de tortura y degradación humana, hacinados en las 22 pseudocárceles del sistema con capacidad para albergar a 6,800 presos —o sea el 325% de su capacidad— en condiciones infrahumanas y con el pleno conocimiento del procurador de los Derechos Humanos y el ministro de Gobernación.
Lo peor de esta patética realidad es que, según este reportaje, “la mitad de ellos están en “prisión preventiva”. En otras palabras, 11 mil personas están detenidas ilegalmente, desfigurando derechos constitucionales como la presunción de inocencia y los criterios para aplicar con objetividad la declaración de medidas sustitutivas, en vez de la detención preventiva, la cual debe ser excepcional y no debe convertirse en regla general, como se está implementando actualmente en los juicios de alto perfil público y a muchos otros con delitos menores. Por esa razón, la presunción de inocencia tiene, en la medida sustitutiva, un sustento racional que, para fines prácticos, para la sociedad y para el mismo detenido, es la opción más deseable y la más apegada a derecho.
“El riesgo de fuga” es una pobre excusa. Hay instrumentos para poder controlar y monitorear a las personas a las que se les dicten medidas sustitutivas, desde el arresto domiciliario, la utilización de brazaletes electrónicos, la firma periódica en registros de tribunales, hasta fianzas de cuantioso valor son algunos de los elementos de que dispone el juez para asegurar la medida sustitutiva.
El brazalete electrónico lo ha venido retardando el ministro de Gobernación desde marzo pasado, con la excusa de que la Procuraduría General de la Nación aún no emite una opinión sobre el reglamento que regulará el proyecto. Pero nadie mueve una mano contra este tipo de “corrupción”. La tournée anticorrupción calla. Los oenegeros de DDHH hacen mutis.
En vez de eso se dedican con tesón —y en connivencia con jueces cooptados—, por lograr premios y prebendas, a perseguir a ancianos en interdicción, como es el caso de Ríos Montt; ahora perseguido por el caso de Dos Erres. ¡Habrase visto semejante despliegue de saña e insensatez!
En la obra de Karl Popper La sociedad abierta y sus enemigos, el autor expresa un concepto trascendente sobre el significado de la justicia, muy pertinente para aplicarla a esta coyuntura en la cual, en nombre de la justicia, se cometen grandes injusticias:
“1. Una distribución equitativa de la carga de la ciudadanía, en aquellas limitaciones de la libertad, necesarias para la vida social.
2. Un tratamiento igualitario de los ciudadanos ante la ley siempre que:
3. Las leyes mismas no favorezcan ni perjudiquen a determinados individuos o grupos o clases.
4. El tratamiento por parte de los tribunales de justicia sea imparcial para todos los individuos.
5. Una participación igual, tanto en las cargas como en las ventajas que pueda presentar para el ciudadano el ser miembro del Estado”.
El esfuerzo persecutorio para enjuiciar a los grandes ladronotes que han venido expoliando los recursos del Estado “as we speak”, es pertinente y legítimo, ¡Entrémosle! Pero practiquemos este decálogo de justicia en ese accionar: Con imparcialidad, un tratamiento igualitario y ante todo apegado al debido proceso y al derecho Constitucional.
¿Campos de concentración en Guatemala? ¡Inaceptable!
alfredkalt@gmail.com