ALEPH

A Guatemala le hace falta decencia

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¿Cómo se sabe si una persona es decente? Por sus actos. Pintándolo así, a Guatemala le hace falta mucha decencia. Hemos vivido una larga coyuntura de crisis, pero el estado de degradación moral al que hemos llegado, en todos los niveles de la sociedad y el Estado, es profundo y nos golpea fuerte.

' Decencia es algo que ya no conocen los peones y financistas de la corrupción.

Carolina Escobar Sarti

La palabra “decencia” generalmente se vincula solo con actos de índole sexual, pero decencia es algo más amplio. Una de las definiciones con la cual me identifico más es la que habla de decencia como la “honradez y rectitud que impide cometer actos delictivos, ilícitos o moralmente reprobables”. Una persona decente es honorable y recta en todos los ámbitos de su vida, sin llegar a ser mojigata, moralista o reaccionaria; ser decente no implica ser moralmente superior o juez de la vida ajena, sino vivir de manera decente en sociedad, a partir de principios de respeto, justicia, transparencia, dignidad y solidaridad.

Lo primero que me viene a la mente cuando se habla de (in)decencia es la foto reciente de un ministro (con minúscula) muy cuestionado, no solo por su mala gestión sino por aparecer revolcándose con tres mujeres, todo pagado con nuestros impuestos y negado, a pesar de las pruebas. Puede revolcarse con la persona adulta que quiera cuando quiera, mientras no sea funcionario público ni lo paguemos nosotros. Pero si eso es indecente, más indecente es que no haya renunciado o sido despedido y que el asunto se haya engavetado sin más investigación. Esto, en comparación con otras indecencias, parece pequeño, pero confirma la hipótesis de que esta sociedad enfrenta una crisis sin precedentes y normaliza (también) este tipo de hechos, sin exigir siquiera un cumplimiento pleno de la ley.

Son indecentes los que no rinden cuentas sobre los Q614 millones que pagamos por 16 millones de dosis de vacunas Sputnik, de las cuales apenas han llegado 150 mil; son indecentes quienes no leyeron el contrato antes de firmar, quienes no investigaron al intermediario de ese contrato, quienes no lo declaran lesivo. Es indecente el funcionario que viaja a Rusia para saber qué sucedió con las vacunas y regresa diciendo no conocer el contrato que se firmó, mientras propone que nos conformemos con la Sputnik Light. Qué mentalidad de mendigos hemos cultivado.

Indecente es mantener a un Ejército que ni está en guerra ni defiende soberanía alguna, además de recibir más terrenos (como el cedido por el presidente al cuestionado IPM) y gastar más de Q146 millones por año para alimentar a sus 23 mil efectivos; sin contar su participación en redes criminales, en ataques injustificados a la población y los jugosos incrementos que recibe cada vez que hace berrinche. Si contrastamos esto con la desnutrición, la falta de educación, el rezago en salud y los números de la migración, entre más, veremos que ya no hay decencia en ninguna parte y podrían hasta inventar un conflicto para justificar su parásita existencia.

Son indecentes los ministros, jueces o funcionarios públicos que ocupan cargos sin tener la capacidad para ello, y aquellos que siguen en sus puestos, a pesar de haber cometido delitos o faltas graves. Como varios de los actuales magistrados de la CSJ y la Corte de Criminalidad; perdón, de Constitucionalidad, que están actuando para revertir históricas sentencias judiciales, atacar a jueces y juezas independientes, y allanar el camino a la facción más oscura de la reconstituida alianza criminal. Son indecentes los abogados, jueces y magistrados que se dejan comprar, y más indecentes son quienes les engrasan la mano y les engrosan la billetera. Decencia es algo que ya no conocen los peones y financistas de la corrupción, tanto del sector económico tradicional como del emergente. Sin duda, el presente es confuso, la ceguera es mayúscula y perdimos toda la inocencia. Pero nada es para siempre, y como dijo Cortázar, “la esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose”.

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Sociología y Ciencias Políticas de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, defensora de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas