Escenario de Vida

Cuando el árbol eclipsa el pesebre: tradiciones en Navidad

¿Qué estamos celebrando realmente y qué tradiciones estamos dejando atrás?

A medida que se acercan las fiestas de fin de año, los hogares comienzan a transformarse. Luces, adornos, música y símbolos reaparecen casi de manera automática, marcando el inicio de una de las celebraciones más importantes del calendario. Sin embargo, en medio de tanto brillo, vale la pena detenernos a reflexionar: ¿qué estamos celebrando realmente y qué tradiciones estamos dejando atrás?


Entre todos los símbolos navideños, el árbol de Navidad ocupa hoy un lugar central, muchas veces incluso por encima del propio nacimiento de Jesús, que es el verdadero origen de esta festividad. El árbol, aunque bello y cargado de historia, no nació como una tradición cristiana ni latinoamericana.


Sus raíces se remontan a antiguas costumbres europeas, especialmente germánicas. Mucho antes del cristianismo, ya se decoraban ramas verdes como celebración de la renovación. No obstante, su llegada al continente americano fue lenta y, en algunos casos, controvertida. Existen registros de 1659 que indican que la Corte General de Massachusetts consideraba excesivas determinadas celebraciones.


Fue hasta alrededor de 1820 cuando comunidades alemanas establecidas en Estados Unidos comenzaron a introducir formalmente la tradición del árbol de Navidad. Un punto de inflexión ocurrió en 1846, cuando el Illustrated London News publicó ilustraciones de la reina Victoria y su esposo, el príncipe alemán Alberto, junto a sus hijos alrededor de un árbol navideño. Allí cambió la historia y ayudó a consolidar la costumbre.

Hoy damos más importancia al árbol que al significado espiritual de la Navidad.


Hacia finales del siglo XIX, los ornamentos comenzaron a llegar desde Alemania y la tradición se expandió por todo Estados Unidos. A diferencia de Europa, donde se preferían árboles modestos, los estadounidenses optaron por árboles grandes, que se extendían del piso al techo. Con la llegada de la electricidad en el siglo XX, las luces navideñas transformaron el árbol en un espectáculo visual y permitieron que aparecieran árboles iluminados en plazas y espacios públicos.


Con el tiempo, estas costumbres cruzaron fronteras y llegaron a países como Guatemala, donde históricamente hemos adoptado muchas prácticas del norte. Sin embargo, en ese proceso de imitación cultural, algo se fue perdiendo. Hoy damos más importancia al árbol que al nacimiento, más protagonismo a las luces que al significado espiritual de la Navidad. Incluso en la mesa se nota el cambio: celebramos con pavo al estilo estadounidense, mientras nuestras comidas tradicionales, como el tamal y el ponche, quedan relegadas o se sirven casi por compromiso.


No se trata de rechazar lo extranjero ni de negar la riqueza del intercambio cultural; es cuando olvidamos que la Navidad en Guatemala tiene identidad propia, profundamente ligada a la familia, a la fe, a la cocina ancestral y a la convivencia comunitaria.


El mensaje final es claro: podemos admirar y adoptar algunas tradiciones del norte, pero no debemos hacerlo a costa de olvidar las del sur. El árbol puede convivir con el nacimiento, el pavo puede compartir la mesa con el tamal, y las luces importadas pueden brillar junto a nuestras costumbres más antiguas. Celebrar la Navidad también implica honrar quiénes somos, de dónde venimos y qué valores queremos transmitir a las futuras generaciones.


Quizá esta Navidad sea una buena oportunidad para volver al equilibrio: menos apariencia y más significado; menos copia y más identidad; menos olvido y más memoria. Mis mejores deseos para todos en Navidad. No se pierdan mi Especial navideño este sábado, 21.30 horas, por Guatevisión.

ESCRITO POR:

Vida Amor de Paz

Presidenta de la Fundación del Bosque Tropical. Directora general de Planeta Verde Televisión. Presentadora de Los secretos mejor guardados, de Guatevisión. Recorre el mundo filmando en cinco continentes. Es graduada de la Universidad Panamericana, en Periodismo.