Con otra mirada
Flagrante arboricidio en La Antigua Guatemala
Se supo que alguien estimó que las raíces de los árboles representaban un peligro para el monumento.
El pasado lunes 3, en horas de la mañana, corrieron voz e imágenes de la tala de las jacarandas sembradas al inicio de la década de 1980 en el flanco lateral de la Compañía de Jesús, como corolario de la consolidación, restauración y reestructuración de la fachada; rescate y puesta en valor del atrio.
Sugiero hacer peatonal la 4a. calle poniente, de la Plaza Mayor a la Alameda Santa Lucía.
Los terremotos del 4 y 6Feb1976 dañaron dramáticamente la fachada del templo, parcialmente oculta por construcciones formales y tenderetes del mercado municipal que funcionó ahí desde 1912. Su desmantelamiento puso en evidencia el precario estado estructural pues ya había perdido la esquina sur, dejando sin apoyo el segundo cuerpo que con los sismos se deslizó peligrosamente.
Su intervención en 1979, a cargo del arquitecto Rodolfo Asturias Méndez del Consejo Protector, tuvo la inusual complicación de ser una fachada con pintura mural que debió ser limpiada y consolidada mientras se hacían demoliciones, se reponían elementos compositivos de la arquitectura, y otros se llevaban a su posición original, junto a la reestructuración del conjunto que garantizara la subsistencia de lo que aún quedaba en pie. Aquel trabajo fue posible con un presupuesto combinado entre propio, de la Organización de Estados Americanos y Unesco.
Es, sin duda, la intervención más heroica —según descripción de expertos— hecha hasta hoy en La Antigua Guatemala, a cargo de los mejores profesionales (Arquitectura, Ingeniería, Restauración de Bienes Muebles) y la mejor mano de obra calificada (albañiles, ayudantes, técnicos y especialistas).
Pero vuelvo al arboricidio. Luego de su denuncia en las redes sociales, se supo que alguien estimó que las raíces de los árboles representaban un peligro para el monumento, extremo discutido en la esfera administrativa donde prevaleció la voz experta de especialistas en conservación ambiental, quienes emitieron su docto e inapelable dictamen: se deben talar. Y así, cuatro árboles de más de 40 años, fueron asesinados.
Como sabemos, desde hace más de 20 años la humanidad clama atención por el cambio climático. Quienes son directamente responsables de contaminar el medio ambiente, por acción u omisión, refutan la amenaza y rechazan toda responsabilidad.
Sin embargo, ante la innegable y dramática realidad, administradores públicos, planificadores, arquitectos y ecologistas han empezado a proponer y llevar a cabo cambios en sus ciudades. Empezando por hacer sembradíos en terrazas, balcones y patios. Pero más importante aún, a peatonalizar y arborizar calles; a levantar pavimentos de banquetas y sustituir el material inerte por tierra orgánica para sembrar flores, arbustos y árboles.
La decisión de talar los árboles de la Compañía de Jesús ante un potencial daño, susceptible de resolver, fue precipitada. Considero que semejante error debe ser aprovechado para dar paso a un cambio sustancial en el funcionamiento y paisaje de la histórica ciudad. Sugiero hacer peatonal la 4a. calle poniente, de la Plaza Mayor a la Alameda Santa Lucía, con árboles y jardines; bancas y alumbrado público, replicando la solución para la Calle del Arco con la que en 1984 visualmente se recuperó el ancho real de la calle: de fachada a fachada. Se trata de un importante eje comercial, con poca vivienda y un denso público que va y viene, pues comunica la ciudad con el mercado y terminal de autobuses que salen hacia todos los municipios circundantes.
A mi parecer, sería la más sana e intrépida intervención urbana y arquitectónica desde que la ciudad quedó protegida por la Ley Protectora de 1969 y diez años después fue incluida en la lista del patrimonio mundial de Unesco.