Afortunadamente nuestro sistema político republicano enmarcado en la Constitución Política de la República de Guatemala y en las leyes logró, una vez más, que los pesos y contrapesos de las instituciones funcionaran, y por eso llegamos al 14 de enero con el mando de alternancia de poder —Ejecutivo, Legislativo y poder local— por las elecciones libres cada cuatro años.

Bernardo Arévalo logró los votos de primera vuelta con su oferta de cambio, donde su principal objetivo sería atender de frente el problema de corrupción del sector público en Guatemala. Arévalo la tuvo relativamente fácil en segunda vuelta, dado que su adversaria fue Sandra Torres, quien en las dos ocasiones anteriores estableció su rango de votos. Quienes votaron por Arévalo fueron sus simpatizantes, pero también los no simpatizantes de Sandra Torres. Era notorio dentro del Movimiento Semilla que Arévalo era uno y los jovencitos eran otros.

Entre la primera y la segunda vueltas empezó a verse a esos jóvenes con posiciones ideológicas, algunas radicales, retando a muchos y en varios temas. El 14 de enero, los guatemaltecos y el mundo entero pudieron ver el espectáculo en el Congreso encabezado por diputados del suspendido partido Movimiento Semilla subirse a la tribuna que ocupa la Junta Directiva, que en ese momento estaba en la transición de la novena a la décima legislatura, forzando que participaran en la elección de Junta Directiva diputados independientes, lo cual la ley orgánica del Congreso prohíbe. Afortunadamente para Guatemala, la Corte de Constitucionalidad ordenó repetir la elección de la Junta Directiva, siguiendo lo que ordena la ley orgánica del Congreso de la República.

Al diputado protagonista del Movimiento Semilla Samuel Pérez le alcanzó la elección ilegal solo para salir en la foto donde le entrega la banda presidencial a su compañero Bernardo Arévalo ya siendo el 15 de enero. Algunos jefes de Estado ya habían abandonado Guatemala por el retraso causado en el Congreso, donde al final de cuentas la investidura del presidente Arévalo en lugar de darse el “14 a las 14” se retrasó un poco más de 10 horas. Esas imágenes son las que circularon y circulan en el país y en el mundo, y ahora le tocará al presidente Arévalo, como jefe de Estado, buscar la unidad nacional y caminar por el mundo de la legalidad en la búsqueda del cumplimiento de su principal promesa electoral.

Las señales que ha dado el presidente Arévalo sobre combatir la corrupción son correctas, como lo expuesto recientemente por la ministra de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda. Falta mucho por evidenciar. Ha habido corrupción durante muchos años. Al presidente y su equipo les toca demostrar quiénes han sido corruptos y llevarlos al sistema de justicia para que, con la ley en la mano, funcione el debido proceso y a quienes les encuentren delitos sean juzgados y sentenciados. Pero no todo es corrupción, sino que también ha habido ineficiencia en buena parte del sector público. Si quieren entregar en cuatro años un sector público mejorado, deben revisar la actitud, eficiencia y desempeño de miles de miles. Hay muchos acomodados y muchos protegidos, pero también hay buenos y eficientes, y también honrados.

Hay que ponerle especial atención al Congreso de la República. Es quizá la institución pública más señalada de no transparencia, de corredor de negocios y donde se murmura que hay algunos representantes con vínculos con el crimen organizado. También allí hay unos decentes que buscan el bien del país. Todos los ciudadanos, los medios de comunicación, los formadores de opinión y actores de peso en el país debemos prestar especial atención al Congreso.

Tener un país estable con reglas claras permite la inversión y la generación de oportunidades.