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Nochebuena y la historia que se hizo carne

Jesucristo nació en un momento histórico concreto.

Mañana celebraremos el “Gran Milagro”, como lo describió el novelista inglés C. S. Lewis: “el milagro principal del que hablan los cristianos es la Encarnación. Ellos dicen que Dios se hizo hombre. Cualquier otro milagro sucedió en preparación para esto o como consecuencia de ello”. 

Es el “Gran Milagro” del que habla C. S. Lewis.

En Guatemala, la fe sigue siendo un pilar cultural y espiritual, y por ello, haremos una pausa colectiva para conmemorar el milagroso nacimiento, rodeados de familiares y amigos, entre estrellitas y cohetes, rezos, tamales y ponche.  La alegría de estos días no proviene principalmente de las decoraciones, los regalos o los platillos tradicionales. Tampoco se reduce al sentimentalismo de las películas navideñas o de entonar villancicos. Brota, más bien, de un encuentro deliberado con el corazón de Cristo-Dios.

Ese Niño recostado en el pesebre no es un mito ni una figura etérea: Dios se hizo hombre y dejó huellas en la historia. Incluso agnósticos como el historiador británico Tom Holland, autor de Dominion (2019), reconocen que la vida de Cristo causó cambios revolucionarios en la civilización occidental, cuyo impacto persiste y da forma a nuestro mundo moderno, por secular y descreído que este parezca.

Los historiadores y arqueólogos continúan enriqueciendo nuestro conocimiento sobre Jesús de Nazaret.  Incluso se desarrolló una especialidad, la arqueología bíblica, que enfoca sus investigaciones en Tierra Santa.  El papa Pío XII, entre otros líderes religiosos, aprobó de las ayudas que brindan la historia, arqueología, etnología y otras ciencias para mejor comprender el contexto dentro del cual vivieron los primeros cristianos.

El historiador romano Tácito (55–120) menciona a los cristianos en su obra Anales y escribe que “su nombre proviene de Cristo, quien, bajo el reinado de Tiberio, fue ejecutado por el procurador Poncio Pilato”. Tácito relata que el emperador Nerón (37–68) culpó a los cristianos del incendio de Roma en el año 64, con el fin de acallar los rumores según los cuales él mismo habría provocado el siniestro.

El tono del historiador es claramente hostil hacia Jesucristo y sus seguidores. Sin embargo, su testimonio resulta valioso precisamente por eso: confirma la existencia histórica de Jesús, su ejecución bajo autoridad romana y la rápida difusión de su movimiento, incluso antes de su crucifixión.

Otro historiador de gran relevancia, el judío Flavio Josefo (37–100), coincide en que Pilato condenó a Jesús a morir en la cruz. Josefo lo describe como un hombre sabio, autor de obras sorprendentes, que atrajo a numerosos judíos y gentiles. Aunque sus textos han sido objeto de debate académico, el consenso reconoce un núcleo histórico sólido en su referencia a Jesús.

La arqueología también ha aportado evidencias significativas. En 1961, en Cesarea Marítima, se descubrió una inscripción en piedra caliza con el nombre de Poncio Pilato, que confirma su cargo como prefecto de Judea en el período exacto descrito por los evangelios. Más tarde, en 1990, el equipo de arqueólogos dirigido por Zvi Greenhut halló un osario ricamente decorado perteneciente al sumo sacerdote Caifás, figura clave en el proceso que condujo a la condena de Jesús.

Nuestra fe no se centra en una idea abstracta, sino en una Persona que asumió plenamente la condición humana y que, al mismo tiempo, posee la potestad de reconciliarnos con nuestro Creador y redimirnos.

Esta Navidad, y durante 2026,  propongámonos ser más cristocéntricos: enfocar lo que creemos, decimos, vivimos y hacemos en Él, para que nuestra transformación personal esté en sintonía con la transformación histórica que supuso la Encarnación.

ESCRITO POR:

Carroll Ríos de Rodríguez

Miembro del Consejo Directivo del Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES). Presidente del Instituto Fe y Libertad (IFYL). Catedrática de la Universidad Francisco Marroquín (UFM).