Catalejo

Prueba del caos vial capitalino y del país

La súbita crisis del puente auxiliar del Periférico, debe despertar interés por arreglar el caos de lo relacionado con el tránsito.

Las consecuencias inmediatas del accidente ocurrido el sábado en uno de los puentes secundarios —pero importantísimos— del periférico citadino constituyó una prueba palpable de cómo de hecho la movilidad de todo el país depende en demasiadas ocasiones de situaciones fortuitas, como son los accidentes. Pero… ¿son realmente accidentes? ¿son realmente situaciones fortuitas, inesperadas, impredecibles? ¿o constituyen el inevitable resultado de factores diversos, unificados por la irresponsabilidad y falta de visión y de criterio de autoridades y ciudadanos, o de corrupción convertida en criminalidad al causar víctimas inocentes? Ya llegó el momento de atacar con fuerza esta situación y sus causas. Mencionaré brevemente algunos y sin ánimo de tecnicismos.

Lo primordial es el trabajo interinstitucional conjunto y otros elementos importantes: Municipalidad, Ministerio de Comunicaciones, trabajos de 24 horas diarias, trabajos decididos tomando en cuenta lo bueno, no necesariamente lo mejor, si esto implica costos exagerados imposibles de sufragar, cálculo de los costos ocultos derivados de mayor consumo de gasolina, tiempo, horas de sueño y vida familiar de los afectados por las obras, y las planificaciones a futuro tomando en cuenta el crecimiento poblacional y factores impredecibles como los terremotos. La súbita crisis hoy comentada puede tener paliativos fáciles, convertidos por ello en soluciones solo exitosas en un tiempo corto. Y sobre todo, la vigilancia constante para eliminar la corrupción.

La corrupción en este olvidado asunto es motivo de muertes evitables, muchas veces sin castigo legal alguno.



Puentes. Se necesita revisar estudios de los puentes de la ciudad y del país, empezando con el del periférico hacia la colonia Bran, ahora muy dañado, y también el de la Roosevelt/Periférico y el de la Aguilar Batres. El Incienso, con el terremoto de 1976, osciló un metro y en 1990 fue reforzado, aunque el concreto es flexible y por la separación entre las dos columnas principales. El de Río Dulce ya fue reforzado para aumentar su capacidad de carga. Todavía hay muchos necesitados de estudios.

Autobuses extraurbanos. Igual: muchas veces sobrecargados, mal mantenidos, con llantas lisas, conducidos a toda velocidad por choferes en demasiadas ocasiones bisoños o en estado de ebriedad. Por lo general, se detienen en las simas (fondos) de los barrancos y se convierten en carrozas fúnebres colectivas.

Motos. Su proliferación es excesiva y la forma de los motoristas de manejar entre las filas de carros, peligrosa al extremo. Urgen también campañas de concientización. Los castigos a las infracciones deben tomar en cuenta la cilindrada y el lujo de estos vehículos. La entrega de comida no puede tener un tiempo como atractivo de compra, porque ello arriesga la vida de todos los repartidores.

Tráilers. Los accidentes protagonizados por estos vehículos son una plaga. Provocan muertes, carreteras incomunicadas, atrasos en traslado de carga, muchas veces por pilotos agotados, alta velocidad, pésimo estado de las unidades, sobrecarga. Urgen campañas de control de la edad de los pilotos, concientización y de conocimiento de tiempos de frenado, estabilidad, acompañados de fuertes multas y eliminación de las licencias profesionales a infractores de la ley de tránsito.

Peatones. También son culpables de numerosos accidentes, lo cual puede costarles la vida y a los pilotos, capturas y cárcel muchas veces prolongada, aunque sea preventiva, a causa de atrasos en los juicios, muchas veces por desinterés y descuido de los jueces o de los abogados defensores de oficio.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.

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