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¿Recordará Biden su renuncia?

El señor Biden, desde que reconoce no estar en condiciones de reelegirse, asume, al menos en parte, que tampoco lo está para continuar desde ese momento.

La renuncia del presidente Biden como candidato electoral por el Partido Demócrata para las próximas elecciones genera un debate nuevo e inédito en la política norteamericana. La primera, oportuna y muy interesante solicitud, la hizo el presidente de la Cámara de Representantes, quien pidió al gobernante su renuncia, alegando que, si Joe Biden no es apto para postularse para la Presidencia, tampoco lo es para ejercerla.

La nueva forma de hacer política se sustenta en la capacidad de convencer de que se cumplirá con lo prometido, cualquiera que sea el mensaje.

Los ciudadanos, en acto de complacencia y perdón infinito al político —especialmente a “sus” políticos—, han asumido que aquellos no necesitan cumplir requisitos básicos que se pide a cualquier otro empleado público, y contando únicamente con sus derechos políticos, es suficiente para asumir el cargo. Así que locos, asesinos, seniles, enfermos psiquiátricos o traumados psicológicos han dirigido naciones a lo largo de la historia en países democráticos, porque en dictaduras es normal esa clase de “desajustados”. Aproveche y dele una lectura al artículo 185 constitucional, y verá que, si es guatemalteco de origen, ciudadano en ejercicio y mayor de 40 años, puede ser presidente y contar con innumerables ventajas, entre otras el mayor salario de América Latina. ¡Ya me dirá si en su casa, empresa o entorno se contrata a alguien tan ágilmente en esas condiciones y por cuatro años, sin posibilidad de echarlo! La pregunta inmediata es, ¿entonces, por qué somos tan permisivos para contratar a quienes dirigen el país?

El señor Biden, desde que reconoce no estar en condiciones de reelegirse, asume, al menos en parte, que tampoco lo está para continuar desde ese momento, e invita a reflexionar sobre cuánto tiempo lleva en esas condiciones. Ha sido más que visible su estado de salud a través de su errática conducta; pero, hételo ahí, al frente del país más poderoso y armado del mundo.

Aunque no solo ha sido eso, recordemos que alguno de sus asesores —pienso en Juan González, aunque no es el único— generaron dinámicas perversas en varios países. Aquí lo intentó, pero nunca llegó a venir, porque la metedura de pata fue advertida a tiempo. En Venezuela fue enlace con la dictadura, y ya vemos los resultados: un Maduro fortalecido y retador de los EE. UU. que es posible que continúe llevando a los venezolanos al abismo más profundo, con el beneplácito de organizaciones internacionales cómplices, países callados y gobernantes hipócritas. Con los conflictos en Ucrania e Israel, no lo han hecho mejor.

La apuesta por Trump no lo es por sus virtudes —un populista alocado—, sino porque tiene ciertas cosas de las que carecen los demás: carácter y capacidad de confrontar a otros, aunque pueda equivocarse en identificar oponentes, como hizo recientemente con El Salvador. La ciudadanía está harta de pusilánimes, tibios, calzonazos y mandilones que, en nombre de una falsa prudencia, quieren estar bien con Dios y con el diablo, y no toman decisiones más allá de las que provocan sonrisas, fotos o declaraciones amistosas. Gobernantes que han aprendido a no gobernar, pero sonríen, viajan o tuitean —ahora muy de moda—, y no comprometen un milímetro de su integridad ni mucho menos de su carácter, para enfrentar la solución de aquellos problemas que prometieron abordar.

Trump, guste o no, tiene claro que hará lo que dice —quizá hasta un poquito más— y posiblemente esa sea la razón de su éxito. Con Milei pasó igual, y con el autoritario de Bukele tres cuartos de lo mismo, así como con Uribe en su momento.

La nueva forma de hacer política se sustenta en la capacidad de convencer de que se cumplirá con lo prometido, cualquiera que sea el mensaje. A ver si vamos aprendiendo.

ESCRITO POR:

Pedro Trujillo

Doctor en Paz y Seguridad Internacional. Profesor universitario y analista en medios de comunicación sobre temas de política, relaciones internacionales y seguridad y defensa.

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