Criterio urbano

Reflexiones para la educación

Equilibrando beneficios y riesgos de los teléfonos inteligentes en el aula

Un tema que genera debate y que cada vez está más presente en Guatemala es el uso de teléfonos inteligentes en el aula.  Si bien los estudios son contundentes en que “no se le deben dar pantallas a niños menores de 1 año”, y que antes de los cinco 5 debe ser muy controlado, cuando nos vamos a la escuela, especialmente primaria y básicos, el debate está todavía abierto y los resultados no son concluyentes, por lo que se necesitan más reflexiones y estudios al respecto.  Por ello, es importante que se aborden estos temas con la seriedad que merece.

Los teléfonos inteligentes ya son parte de una cultura que ha transformado al mundo.

Por uso de celulares en el aula voy a referirme a “la presencia y utilización de teléfonos inteligentes durante el horario escolar, ya sea con fines pedagógicos o personales” (Campbell et al., 2024, p. 243).  Hay posturas estrictas, como la del Dr. Jon Goldin, vicepresidente del cuerpo docente de niños y adolescentes del Real Colegio de Psiquiatras, sobre el uso de teléfonos inteligentes, quien ha destacado la correlación entre el aumento de la depresión y la ansiedad entre los jóvenes y la adopción generalizada de teléfonos inteligentes. Él aboga por una guía gubernamental que recomiende a los padres no proporcionar teléfonos inteligentes a niños menores de 11 años, para ayudarlos a resistir las exigencias de propiedad temprana.

Dicho esto, recientemente salió un estudio del Dr. Oluwafemi Johnson Sunday, de la Universidad Estatal de

Washington, acerca de un metaanálisis sobre los efectos en el aprendizaje por la adicción a los teléfonos inteligentes, que me llamó la atención.  Los hallazgos de este estudio avanzan en la comprensión de los efectos negativos de la adicción a los celulares en el aprendizaje. Los resultados de este metaanálisis mostraron que “la adicción a los teléfonos inteligentes tiene efectos negativos en el rendimiento académico de los estudiantes”.  

Cuando los estudiantes pasan tiempo en sus teléfonos al punto de descuidar sus prácticas de la vida diaria, involucrándose en un uso excesivo del celular o enviando mensajes de texto de manera excesiva, tienden a desarrollar una adicción conductual al uso de teléfonos inteligentes, experimentando por ello una disminución en su rendimiento académico.  Dado esto, una participación en el ejercicio del control y un uso mínimo de teléfonos inteligentes pueden ser beneficiosos para el aprendizaje y el rendimiento académico de los estudiantes.  “Las políticas educativas, la capacitación docente, las intervenciones cognitivo-conductuales y el desarrollo de prácticas específicas de enseñanza y aprendizaje que aborden la reducción de daños y la adicción al uso de teléfonos celulares podrían ayudar a los estudiantes a maximizar el tiempo de estudio y mejorar el aprendizaje de manera efectiva”, concluye el estudio.

Con base en los hallazgos de este metaanálisis, las recomendaciones para los educadores van en la línea de “adoptar una política que ayude a reducir el uso de teléfonos inteligentes por parte de los estudiantes en entornos escolares”.  Dentro de las sugerencias presentadas, los educadores pueden incluir reglas sobre teléfonos inteligentes en sus currículos, e informar a sus estudiantes sobre el efecto adverso de la adicción a los teléfonos inteligentes en el aprendizaje, basándose en los hallazgos de este estudio y la literatura existente.  También pueden implementar políticas para reducir el número de horas dedicadas a teléfonos inteligentes para estudiantes de primaria, secundaria y bachillerato. 

Con toda esta evidencia, como decía mi abuela, “ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre”.  ¡Feliz año nuevo!

ESCRITO POR:

Juan Carlos Zapata

Director ejecutivo de Fundesa. Maestría en Gestión Pública y Liderazgo. Licenciatura en Administración de Empresas con especialización en Finanzas. Representante de diferentes mesas de trabajo del sector empresarial.