Fundamentos
Símbolo y significado de los nacimientos
Familias enteras se abocan a poner su mejor creatividad para adornar sus hogares con esta representación, dando testimonio de la verdadera razón y sentido de las fiestas.
Una tradición muy hermosa y arraigada en las sociedades de origen cristiano ha sido la elaboración, para las fechas cercanas a la Navidad, de una representación artística del nacimiento de Jesús. Atribuido a San Francisco de Asís, quien por su sencillez y humildad ha sido conocido como el poverello, esta tradición es una forma de recordar el nacimiento de nuestro Señor. Familias enteras se abocan a poner su mejor creatividad para adornar sus hogares con esta representación, dando testimonio de la verdadera razón y sentido de las fiestas.
Dos esposos de condición humilde son los testigos de este divino acontecimiento.
La presencia de los nacimientos es muy extendida en nuestro país. Sin embargo, algo que quizá no nos detenemos a hacer es apreciar el mensaje que hay detrás de estas sencillas figuras que adornan la representación. El arte cristiano ha contribuido a dotar de significado y de simbología a lo que parece ser una mera escena doméstica. Así que entender mejor todo el significado detrás de cada elemento del nacimiento nos ayuda a apreciarlos más y mejor, pero por supuesto, a entender más el milagro que el nacimiento de Jesús ha representado para toda la humanidad.
La historia ha tenido un antes y un después de este nacimiento. Ello ocurre no en un palacio ni un hogar con comodidades, sino en un pesebre. Dos esposos de condición humilde son los testigos de este divino acontecimiento. El nacimiento o belén nos recuerda esa precariedad en la que vino Dios al mundo. También tienen su lugar en la representación tres personajes que llegan a adorar al dios hecho carne. En los nacimientos casi siempre se trata de tres y presentan características muy diferentes entre sí. Uno es de raza blanca, uno de tez morena y uno de raza negra. Esto nos recuerda que Dios se hace presente para todos, no importando su proveniencia geográfica. También nos los presentan con rasgos de edad diferentes: un anciano, un hombre adulto y uno mucho más joven. De nuevo, el mensaje que trae Jesús llega por igual a todas las generaciones. Por último, los regalos que cada uno trae: el oro, el incienso y la mirra. Acá el simbolismo tampoco escapa a interpretación. El oro es símbolo de realeza, reafirmando su condición de dueño y señor de todas las cosas. El incienso es utilizado en ceremonias sagradas, recordándonos lo sublime de su condición divina a la vez que humana. Por último, la mirra, utilizada para embalsar en las civilizaciones antiguas. Este símbolo de preservación es un recuerdo de la resurrección y la vida eterna que nos promete.
La presencia de dos animales no es casualidad ni un pretexto para dar a la escena un tono rural. Son símbolos a su vez. El buey, con la usual carga que lleva al lomo, representa el peso de la idolatría que muchas veces doblega al ser humano. Y el burro, asociado a la ignorancia, nos recuerda la ceguera que para las cosas de Dios muchas veces tenemos los hombres. En ambos casos, la presencia de los dos animales nos recuerda cómo el Dios vivo viene a vencer estas viejas prácticas y cómo los pueblos que recurrían a la idolatría o el paganismo rinden pleitesía a su majestad.
Hoy, que a la medianoche nos reunamos para celebrar el nacimiento de nuestro salvador, recordemos que aquel pequeño nacimiento en el rincón de la casa no solo testimonia el talento o la piedad popular de quien lo ha elaborado, sino que nos cuenta también una historia, con símbolos y significados, del amor, la sencillez, la entrega y la promesa de quien es su verdadero protagonista.