Meta Humanos
Un aplauso necesario
Puedo decir con seguridad que quien educa priorizando el bien —el bien de su hij@, de su comunidad, de su país y del mundo— realmente deja el mundo mejor de como lo encontró: dejando un ser humano de bien.
Cada año se siente como una nueva oportunidad, pero cada día lo es también. La pregunta es: ¿una oportunidad para qué? Crecí cantando canciones que decían “crear el cielo en la tierra”, y ahora, como adulta con una mente que algunos consideran particularmente crítica luego de haber estudiado en Alemania, me pregunto: ¿qué se necesita para crear el cielo en la tierra? Me hice esta pregunta el día de Navidad y, desde entonces, he estado reflexionando. Y por más que es una pregunta que uno pudiera hacerse por una vida entera, mi respuesta luego de una semana es clara: se necesitan buenos papás. Antes de explicar cómo llegué a esta conclusión, quiero compartir a qué me refiero cuando digo “buenos papás”.
Punto #1: Padres que, ante todo y sobre todo (más allá de expectativas académicas, económicas o sociales) se enfoquen en practicar, y no únicamente predicar, valores.
Punto #2: Padres conscientes de que no hay forma más “a prueba de balas” de enseñar que con el ejemplo.
Punto #3: Padres con conciencia social, que la manifiestan de forma consistente en su día a día y no únicamente “de vez en cuando”.
Punto #4: Padres con objetivos ambiciosos, que buscan formar seres humanos auténticos, con integridad y la capacidad de liberar su potencial.
Punto #5: Padres que priorizan el bien de su hij@, su comunidad, su nación y el mundo.
Cincuenta y dos aplausos por las 52 semanas de consistencia y esfuerzo.
Sin lugar a duda, mi lista es subjetiva. De ser un ejercicio obligatorio para todo ser humano el escribir cinco puntos que caracterizan a los “buenos papás”, habría una diversidad inmensa de posibilidades. Sin embargo, aprovecho este espacio, en un día tan especial como el 31 de diciembre, para ir más allá del formato de una columna de opinión y expresar una emoción muy pura: la gratitud. Deseo agradecer a quienes este año fueron amables y sinceros. A quienes buscaron, de forma consistente, alejarse de la reactividad.
Agradezco a quienes me ayudaron a mí o ayudaron a otros en situaciones de emergencia, haciéndonos sentir afortunados de habernos encontrado con un ser humano tan bondadoso.
Agradezco a quienes mostraron determinación este año, decidiendo abordar problemas sociales complejos y, con entusiasmo, seguir creyendo que el cambio es posible. Mi gratitud hacia quienes son fuente de inspiración. Hacia los que no se rinden. Hacia quienes no eligen la apatía y se niegan a ser indiferentes.
Agradezco a los inconformes, porque a pesar de que sería más fácil alimentar la mente con excusas, la elección sigue siendo alimentar el espíritu con esperanza.
Gracias, gracias, gracias. He tenido la oportunidad de viajar y, en distintos lugares del mundo, al ser testigo de una persona que me asombra —ya sea por su amabilidad, su compromiso con una causa social o su forma de ver el mundo—, le pregunto: “¿Qué te hizo la persona que eres?”. La respuesta, nueve de cada 10 veces, es: “Tuve buenos papás”. Puedo decir con seguridad que quien educa priorizando el bien —el bien de su hij@, de su comunidad, de su país y del mundo— realmente deja el mundo mejor de como lo encontró: dejando un ser humano de bien. Es común ver que se felicita a los papás al momento de la graduación de un hij@ o de un matrimonio, ¿pero cuándo se les aplaude por contribuir a la sociedad con un ser humano de bien? Yo elijo el día de hoy para aplaudirles a todos aquellos que hoy concluyen otro año de ser buenos papás. Cincuenta y dos aplausos por las 52 semanas de consistencia y esfuerzo. “Por sus frutos los conoceréis”. Te invito a que el día de hoy reconozcas a alguien que en este 2025 tuvo un impacto positivo en la juventud.