Reflexiones sobre el deber ser
Un estadista para Guatemala
Hemos padecido los agravios de líderes negativos.
Un estadista es, además de un líder positivo, con formación intelectual y ética, un conocedor de la historia de la humanidad y de los asuntos del Estado; es un visionario, humanista y estratega, cuyo pensamiento está centrado en la vigencia de los derechos y libertades, la democracia funcional y el Estado de Derecho, así como en la prevalencia del bien común, la justicia y la paz. Es virtuoso, sensible, empático, tolerante y respetuoso de la diversidad y el disenso; y, asimismo, alienta el libre juego de opiniones, el pensamiento crítico y el diálogo, convoca a los mejores a colaborar en sus proyectos, rectifica, promueve la unidad nacional, construye para el futuro y profesa el amor al prójimo. Por otro lado, un estadista está convencido de que lo que, efectivamente, vale en la vida es el juicio de la posteridad y no el coyuntural y efímero ejercicio del poder sin proyección.
Hemos padecido los agravios de líderes negativos.
Generalmente, en nuestro medio, los políticos oportunistas que, a través del clientelismo, aspiran a ocupar cargos de elección popular, con la finalidad de servirse de la función pública y no servir a la nación. Cuando acceden al poder se tornan ambiciosos, codiciosos y ostentosos, proclives a la inmoralidad, al abuso, así como prestos a dilapidar la hacienda pública y reprimir a sus adversarios y enemigos, dando pábulo al odio, el divisionismo y la confrontación. Se aprovechan de las mieles del poder para vanagloriarse y enriquecerse, en menoscabo del bienestar general y del futuro promisorio de la nación.
En un contexto politiquero, se alienta el surgimiento de líderes populistas radicales y narcisistas, quienes, a base del engaño, la hipocresía y la propaganda del odio, se hacen del poder, para su propio beneficio. Bajo el lema “en política todo se vale menos perder”, echan mano de medios lícitos e ilícitos para alcanzar el éxito. Si es necesario recurren a la manipulación, la desinformación, el fraude y la criminalización de opositores y disidentes.
A nivel mundial, tienen la talla de líderes positivos Pericles (Atenas), Simón Bolívar (Gran Colombia), George Washington, Abraham Lincoln, John F. Kennedy y Franklin Roosevelt (EE.UU.), Winston Churchill (Reino Unido), Mahatma Gandhi (India), Charles De Gaulle (Francia), Konrad Adenauer (Alemania) y Nelson Mandela (Sudáfrica), entre otros.
En nuestra historia patria hemos contado con líderes benéficos, que pueden ser calificados como estadistas, tales como José Cecilio del Valle (1834), Mariano Gálvez (1831-8), Miguel García Granados (1871-3), Carlos Herrera y Luna (19201) y Juan José Arévalo Bermejo (1945-51), aunque, en su día, fueron incomprendidos, atacados, encarcelados, exiliados o víctimas de la inconsecuencia.
Se atribuye a Otto Von Bismarck la frase “el político piensa en la próxima elección; el estadista, en la próxima generación”, la cual ilustra sobre el egoísmo y lo corto de miras del oportunista, del politicastro, así como sobre el compromiso moral y patriótico, la lealtad al interés general y la mentalidad humanista y trascendente del estadista. Nuestra sociedad ha padecido los agravios de líderes negativos, lo que ha redundado en despotismo, corrupción, impunidad, polarización ideológica artificial y rezago del futuro. Es tiempo de que, con plena conciencia política, rechacemos a los politicastros (celebridades vacías, facinerosos, payasos y mercaderes de la cosa pública); y, asimismo, que alentemos y apoyemos a estadistas que nos guíen por la senda de la constitucionalidad, la igualdad de oportunidades, la inversión productiva, la innovación tecnológica y la prosperidad.