CATALEJO

El boato delata a los corruptos

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EL BOATO ES DEFINIDO POR el Diccionario de la Lengua Española como la ostentación exterior de algo, es decir hacer gala de grandeza. Con esa simple definición, acompañada de una muy pequeña dosis de lógica, es posible preguntarse acerca de las razones de aquellos cambios súbitos en el nivel de vida de las personas. Esos ejemplos de “pasar a mejor vida” sin necesidad de mudarse a algún cementerio, se convierten en un delito flagrante, cometido a la vista de cualquier persona deseosa de verlo. Quienes de pronto cambian una casa de colonia de clase media por algún apartamento o residencia de costo millonario, se animan a hacerlo porque están seguros de la impunidad, tanto legal como social. En pocas palabras, no hay castigos.

DURANTE LAS DÉCADAS de mi tarea periodística, he visto demasiados cambios súbitos de nivel de vida. Recuerdo el caso de un político aficionado a los relojes caros, con sus constantes movimientos de brazo para la exposición clara de uno con varios diamantes y construido en oro. Más recientemente, de pronto funcionarios municipales andan por ahí en carros europeos de superlujo, por no mencionar los viajes en aviones privados —ya sea propios o alquilados. Igualmente las mansiones campestres, el disfrute de vino de precios estratosféricos, las cuentas casi demenciales de las tarjetas de crédito en ciudades extranjeras. Parece como si en Guatemala hubiera una competencia con la vida en Europa de los jeques de los países árabes petroleros.

EN OTROS PAÍSES, TODAS ESAS muestras de vida de super-ricos, sobre todo cuando, literalmente, aparecen de la noche a la mañana y como consecuencia de ejercer algún puesto público de cualquier nivel, alguna judicatura, se convierte en suficiente razón para investigaciones de las entidades estatales relacionadas con el pago de los impuestos. Los investigadores tienen claro: ese estilo de vida solo se puede explicar legalmente con el pago de los impuestos, y si estos no coinciden, se evidencia una evasión. En el caso de Guatemala, donde solo pagan impuestos quienes no pueden evadirlos por medio de estructuras criminales incrustadas en el Estado, los productos de la corrupción se van volviendo respetables, así como quienes la cometieron.

ESTAS REFLEXIONES, CREO, vienen al caso por la acusación hecha a diputados por el Ministerio Público y la Cicig. Una casa de cinco millones de dólares es una mansión en cualquier parte del mundo. Está justificado exigir explicaciones de dónde se originan los dineros necesarios para construirla, y como la meta de la segunda entidad mencionada es descubrir la impunidad y castigar a los corruptos, se vuelve absurdo intentar desde el Congreso ataques a la institución y a quien la encabeza, acusándolo de venganzas políticas. Por esa causa el partido Líder, a quien pertenecen los parlamentarios acusados, hace bien en separarlos, siempre y cuando esa decisión signifique la salida de sus filas. Si no, se convierte en una burla contraproducente.

UN TEMA RELACIONADO con el castigo a los corruptos se refiere al tiempo pasado desde cuando la corrupción fue cometida. Si el corrupto ya falleció, tiene ahora avanzada edad, o ya hay hijos herederos de bienes habidos gracias a este tipo de maniobra ilegal, se debe sentar precedente jurídico. Alguien debe responder por los fondos, propiedades, etc, mal habidos. Se debe olvidar el adagio de “la vergüenza pasa, pero el dinero queda en casa”. La corrupción en Guatemala, siempre existió a nivel pequeño, pero es posible marcar el momento histórico de su explosión, de haberse convertido en un alud avasallador. Pero ese es un segundo paso. Por ahora, el boato debe ser considerado una prueba de culpabilidad y de justificación de investigaciones.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.